Hacia fines de1967, el elenco político dirigente fue siendo desplazado pausada pero firmemente de los altos cuadros de mando por el nivel empresarial. El recurso, la apelación a las luces y el apoyo de las “fuerzas vivas” se hizo casi cotidiano. La acción empresaria transferida al gobierno importa modalidades muy específicas y el optar por ella ya implica también escoger por un estilo de comportamiento político. La irrupción del “intruso político” –como le llama la sociología del poder de Mills al magnate económico que salta desde la desimplicancia a las más altas responsabilidades del Estado– arrastra tras de él, de modo general, determinada perspectiva. Es una perspectiva de tipo “productivista” gerencial y aun exteriormente tecnocrática, desde la que se centra la atención en el logro de ciertas metas cuantitativas y desde la que son, por esencia, indiferentes los efectos secundarios, en especial los sociales, los concretamente humanos, que la implementación acarree. La acción del técnico, en su estado puro, suele participar de estas características, pero el técnico está habitualmente flanqueado por el político, su superior jerárquico, para moderar (también para malear) este esquematismo de las metas. Ocurren las cosas diferentemente cuando es el empresario el que ocupa el lugar del político y no hay, o no actúan enérgicamente, contrapesos que lo moderen.
Carlos Real de Azúa, “La clase dirigente”, Serie Nuestra Tierra No. 34 (1969)
TE PUEDE INTERESAR