La política exterior en primer lugar supone una capacidad suficiente de autodeterminación. De otra forma, se trataría de una mera extensión de una geoestrategia ajena. Una inserción internacional exitosa implicaría entonces ampliar esa capacidad, en un marco creciente de interdependencia. ¿Es eso contradictorio? Creemos que no.
Las leyes de 1825 significaron al mismo tiempo la soberana decisión de los representantes de los cabildos de ser independientes de todo poder extranjero y de unirse como Provincia Oriental a las demás del Río de la Plata. Luego, la Convención Preliminar de Paz fue otra cosa, fue un tratado entre el gobernador de Buenos Aires y el emperador de Brasil con la mediación de Gran Bretaña, con efectos sobre los orientales.
Aquí aparecen varios elementos: idealismo, realismo y pragmatismo. El idealismo de ser independientes de todo poder extranjero, aun cuando la posibilidad de defenderla con las armas frente a potencias extranjeras solo podía hacerse exponiéndose al exterminio. El realismo de integrarse a las demás Provincias Unidas, como la plataforma óptima para sostener una relativa autonomía económica y política. Y el pragmatismo de ceder razonablemente a los factores predominantes o hegemónicos que imponen un orden diferente. En términos weberianos, son combinaciones de la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad.
Ninguna política exterior seria puede realizarse sin ponderar y poner en su justa medida y oportunidad todas estas variables. Si consideramos que el tiempo es superior al espacio, lo importante es desencadenar procesos estables y no forzar escenarios circunstanciales. Este es un punto fundamental que va ligado a lo anterior y dice mucho de la visión de un verdadero estadista. En definitiva, saber interpretar lo más fielmente posible la voluntad legítima de un pueblo, discernir un proyecto que potencie las capacidades existentes y contemplar el panorama completo de las consecuencias de las acciones.
La consolidación del Estado y sus instituciones dieron nacimiento a una respetable tradición de política exterior del Uruguay, con una diplomacia profesional que supo defender eficazmente en distintos momentos los intereses del país a la vez de contribuir a la conformación de un sistema multilateral, tanto a nivel de instrumentos de integración regional como de organismos internacionales.
No obstante, es posible constatar que el desarrollo de la globalización ha disminuido el papel de las cancillerías en la ejecución de la política exterior de los Estados. Conforme el avance de las comunicaciones, distintas formas de paradiplomacia se han convertido en espacios de relacionamiento internacional relevantes.
Para citar algunos ejemplos, la participación de legisladores en foros interparlamentarios regionales o mundiales; intendentes que promueven hermanamientos con ciudades de otros países; o militares que forman parte de misiones de paz en el extranjero. Todos ellos son verdaderos embajadores del Uruguay y lo que hagan afectará, para bien o para mal, el prestigio del país.
Realismo integrador
Recientemente el presidente Luis Lacalle Pou participó de la 56ª Reunión Ordinaria del Consejo del Mercado Común que se realizó por primera vez de forma virtual. En su discurso sostuvo que “no hay que ser ni Merco-pesimistas, ni Merco-optimistas. Yo creo que debemos ser Merco-realistas”. A continuación, señaló las dificultades que se arrastran respecto a la conformación de la zona de libre comercio, el trato nacional y la unión aduanera. Pero también destacó las políticas de frontera y el combate común a la pandemia, así como la importancia de reforzar la interconexión de infraestructuras y la cooperación ambiental.
Asimismo, se refirió a un “sinceramiento internacional” que implica no retroceder a proteccionismos y completar los acuerdos del bloque con otros actores, principalmente con la Unión Europea. También afirmó respecto a Estados Unidos y China que “no podemos caer en la falsa dicotomía de estar más cerca de uno que del otro” y abogó por estar cerca de ambos. “Pensemos en Asia en el 2050 y en China, la cantidad y calidad de alimentos que van a necesitar y volvamos rápidamente a nuestra región, la gran productora de alimentos”, agregó el presidente.
De esta manera, podría plantearse que hay un plano ideal que es la equidistancia y el buen relacionamiento con las dos principales potencias del planeta. Y una tercera vía que estaría apoyada en una apuesta realista al Mercosur, a la vez que estrechamente relacionados con otras economías a través de una agenda externa dinámica. Un dinamismo del que se espera reciprocidad de sus socios pero que de no concretarse podría habilitar medidas pragmáticas, como el de cerrar acuerdos a distintas velocidades, a riesgo de hacer caer la negociación externa común y resquebrajar los cimientos de una integración que habría quedado en letra muerta.
La propuesta de Lacalle Pou tuvo una interesante repercusión en el diario Clarín. El periódico argentino publicó el domingo siguiente un artículo titulado “El desafío de una geopolítica alimentaria del Mercosur” firmado por Flavio González en el que se pregunta “¿Qué tan distinto podrían ser los perfiles productivos de los países del Mercosur si lograran avanzar en otro tipo de oferta? ¿Por qué reproducen en el siglo XXI con China, un patrón de intercambio similar al mantenido con Gran Bretaña durante la segunda mitad del siglo XIX cuando eran meros proveedores de materia prima para recibir en cambio manufacturas e infraestructura?”.
Alta estima y soberanía
En otro orden, tras maratónicas jornadas los senadores y diputados dieron la discusión de la ley de urgente consideración en cada uno de sus capítulos vinculados a la seguridad, la justicia, la educación, la economía, la salud y el medio ambiente.
Durante los debates de los últimos días en las comisiones y plenarios se ha reiterado la polémica en distintos temas sobre la eventual condena internacional que podría pesar sobre nuestro país en caso de que sean aprobadas algunas normas. Esto derivó en intensos intercambios parlamentarios sobre cuál es el grado de injerencia que tienen ciertas burocracias internacionales en las decisiones soberanas de los uruguayos.
Las declaraciones conjuntas de relatores especiales de ONU expresando su “preocupación” por posibles abusos policiales que traerían aparejada la LUC, las advertencias de la CIDH sobre “derechos fundamentales que están en juego” o vaticinios de posibles represalias de la OCDE por cambios en la bancarización obligatoria, son muestra de una avanzada que a todas luces se ha extralimitado de su propósito original.
Prestigio viene del latín praestigum y etimológicamente significa engaño, truco o artimaña. Con el tiempo el término adquirió un sentido positivo vinculado a una “alta estima”. La pregunta que se hace necesaria es, ¿cuál es el prestigio que perseguirá nuestro país? ¿El de las artimañas de la corrección política? ¿O la alta estima de pertenecer y ser al mismo tiempo miembros soberanos de la comunidad internacional?