Así es el mundo amigazo
nada dura don Laguna,
hoy nos ríe la fortuna
y mañana nos da un guascazo
Estanislao del Campo
El Fausto Criollo es un relato hecho por el poeta argentino, Estanislao del Campo, que trata de un diálogo en clave gauchesca, presentado por un narrador testigo, en tercera persona.
La aparente simpleza de un criollo de la localidad del Bragado que irrumpe en la “gran ciudad” y transgrediendo aficiones de hombre de tierra adentro, asiste al viejo teatro Colón de Buenos Aires a la representación de la ópera Fausto de Gounot, lo que da motivo a una serie de disquisiciones filosóficas, donde Anastasio “El Pollo”, relata con picardía a su amigo Laguna el impacto que le produjo lo que allí vio.
A pesar del tiempo transcurrido, esta sátira publicada en 1866, sigue teniendo vigencia en nuestros días, en la medida que reivindica a la gente de campo víctima de la pesadilla de un infame conflicto bélico -impuesto desde fuera de la región- conocido como Guerra de la Triple Alianza, que aplicaba la “leva forzosa”, procurando reclutar por la fuerza entre el paisanaje a los soldadosentre para combatir a Paraguay.
Hoy estamos en medio de una guerra tan inicua como aquella, que conmociona al continente europeo y aunque nos parezca distante, también nos está acarreando grandes perjuicios a todos nosotros.
La actividad agropecuaria se enfrenta a una difícil coyuntura, caracterizada por la caída de los precios internacionales, atraso cambiario, stress climático y abusivos precios de insumos para la agricultura, que se han situado en un doscientos por ciento de su valor promedio de los últimos diez años.
No hay nada que podamos hacer con los precios internacionales, ya que somos tomadores de precios. Pero sí hay cosas que se pueden hacer desde las políticas públicas, para mitigar los efectos de los otros tres factores.
Respecto al atraso cambiario, resulta inconcebible que con la nefasta experiencia histórica que ese fenómeno le ha acarreado a nuestro país no se haya encontrado aún una combinación de políticas monetarias y fiscales que logren aminorar el proceso. Salvo claro está que esto sea el resultado de un proceso consciente de política extraído del libreto de José Alfredo Martínez de Hoz y de sus émulos de esta orilla. Historia que se repite con la convertibilidad.
El clima no lo podemos cambiar, pero si podemos tomar medidas para mitigar los efectos de su variabilidad, contribuyendo con ello a bajar los riesgos de los productores.
Uruguay ha soportado graves perjuicios como consecuencia de las sequías cíclicas que se han ido repitiendo a lo largo de su historia. Destaquemos las últimas: 1890-91, 1916-17, 1942-43, 1964-65, 1988-89.
Las más dañosas que dejaron honda huella en la memoria de la gente de campo, fueron la de finales del siglo XIX que redujo el rodeo nacional en un 40%, la del 42 que lo redujo en un 30% y la de 88-89 en un 15%.
Sin pretender entrar en polémica sobre el cambio climático, queremos destacar que nuestro país y la región, estamos ingresando a un tercer año consecutivo de déficit hídrico, provocado por La Niña, un fenómeno, que constituye la contracara de El Niño que provoca exceso de lluvias, ambos fenómenos están vinculados a la temperatura de las aguas del Pacífico. Y así fue bautizado por observadores españoles que desde Lima midieron la correlación entre la temperatura del mar y los desequilibrios climáticos que se producían próximo a la fecha de Navidad.
Conscientes del perjuicio que esta anormalidad climática nos ha venido ocasionando, deberíamos dirigir los recursos fiscales invertidos en fomentar obras de agua y riego, en lugar de destinarlos a subsidiar la adquisición de esas novedades tecnológicas que Europa nos impone a través de su propia agenda verde (que en su caso incluye la energía nuclear). Prioricemos primero la sostenibilidad de nuestro propio complejo agroindustrial, y dejemos a un lado por un tiempo la costosa carrera por “cocardas internacionales”.
En lo que refiere a los insumos, es mucho lo que se puede hacer en el corto plazo. De la misma forma que los comerciantes del litoral reclaman la micro importación como forma de competirle a los oligopolios en la importación de productos de limpieza y aseo personal -entre otros casos notorios-, el Estado debería contribuir a lograr un mejor funcionamiento del mercado de insumos, llegando incluso a la posibilidad de contar con stocks propios, como hicimos en el pasado antes que nos entrara el virus neoliberal, tan favorable a los intereses de los importadores y sobre todo el de los agentes que les circulan alrededor.
En fin, es mucho lo que puede hacer el Estado.
Algunas medidas son de corto plazo y pueden implementarse inmediatamente. Otras como es el caso de las obras de riego requieren de grandes consensos políticos. Pero cuanto antes empecemos mejor. La variabilidad climática paso a ser un factor permanente en la ecuación económica de la actividad agroindustrial.
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