La mejor idea sin financiamiento jamás despega del piso.
Jack Trout
En Uruguay, un país laico, sesgado al ateísmo, extraña que exista tanto énfasis por la igualdad. La desigualdad no mata, la pobreza sí. Quizás algunos mueran de resentimiento ante el éxito ajeno.
Relacionado con el crecimiento del país, el trabajo por su impacto en lo humano, en cuanto a la realización personal y como un precio de la economía, lo que se haga con él tendrá directa relación con el crecimiento y el desarrollo. El mundo del trabajo cambió, menos para Uruguay, que continúa en el pensamiento fantasioso del siglo XIX, que impera en las relaciones laborales del país, causa del crónico nivel de desempleo y freno de la economía. Hoy se vive en un mundo con una revolución tecnológica inacabada y acá con un modelo productivo obsoleto y políticas de empleo ineficaces.
Uruguay debe cambiar la visión que tiene sobre el trabajo, salir del closet de los pensamientos del siglo XIX (patrón negrero/empleado apóstol de la revolución socialista) y comenzar a hacer cosas diferentes, otras cosas para cambiar la cultura del trabajo. Cambiar significa aprender nuevos hábitos y desarrollar nuevas habilidades, hacer cosas nuevas en forma reiterada. Que la política laboral la dicte el gobierno elegido por todos y no la central que vive dentro de un museo ideológico.
Un estudio presentado en el Foro Económico Mundial ocurrido en Davos (Oppenheimer, Andrés. El futuro de nuestros empleos. Enero 2016) afirma que “el 65% de los niños que entran en la primaria hoy van a terminar trabajando en empleos que no existen en la actualidad”. Por tanto, si no preparamos a nuestros jóvenes desde ahora para que tengan más habilidades técnicas y para ser más emprendedores e innovadores van a estar más amenazados por la ola tecnológica actual (Reforma educativa: “Si enseñamos a los alumnos de hoy como enseñábamos ayer, les estamos robando el futuro”, John Dewey).
Si tratamos de bosquejar un escenario futuro, la única salida para la creación genuina del desarrollo laboral del siglo XXI parece estar fundada en el andamiaje de miles de emprendedores que actúen como agentes de cambio, sustenten la competitividad de nuestra sociedad, se procuren trabajo a sí mismos y sean multiplicadores de empleo. Ser un agente de cambio es una virtud; es el que hace que las cosas sucedan.
Cuando se habla de multiplicadores de empleo, se refiere a emplear, término originario de latín implicare, que significa introducir. Es esta la forma de eliminar la exclusión con la que se amenaza a la sociedad.
Son las pequeñas y medianas empresas (pymes) las que motorizan el PBI de las naciones y ocupan la mayoría de la mano de obra, por tanto, es necesario introducir en la agenda de todos los sectores (empresario, gubernamental, tercer sector, enseñanza inicial, básica, media y superior) el especial desarrollo de una sociedad culturalmente emprendedora.
Rafael Rubio
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