Por supuesto que nos referimos al Gral. Guido Manini Ríos, líder de Cabildo Abierto.
“El estilo es el hombre”, decía José Enrique Rodó, recordando la frase de Jean Marie Guyau, escritor, filósofo y poeta francés, cuando hablaba de la influencia de las ideas sobre las acciones, del pensamiento sobre las conductas, de la coherencia que le impone la razón al acto.
En estos días en que se han reunido los representantes de las colectividades políticas en el propósito de atenuar la crispación en el diálogo y la airada oposición de ideas, para volver a una discrepancia educada y con respeto, sin promotores del odio, nos complacemos en destacar el cuidado de las formas y las palabras, la serenidad y el aplomo propios del inalienable estilo, serio y a la vez cortés, del Gral. Guido Manini Ríos.
Desde un comienzo ha soportado críticas dentro de la misma coalición republicana que triunfó con su aporte electoral, de aquellos como el sector Ciudadanos del Partido Colorado o el Partido Independiente, que tienen cada cual un apoyo ciudadano considerablemente menor al de Cabildo Abierto. Para con ellos el senador Manini Ríos no ha tenido la menor respuesta o reacción molesta o consideración peyorativa.
Se le ha atacado maliciosamente desde las fiscalías penales, como el caso del desubicado fiscal Rodrigo Morosoli Díaz, que hasta llegó a anunciar una formalización con prisión para el general Manini, lo que era una verdadera amenaza. Pero con un detalle que deja en evidencia su militante accionar al servicio de la exgobernanza frenteamplista, de que se le olvidó –casi nada– de que del extinto presidente Vázquez y su secretario, el Dr. Toma, eran los principales responsables penales del hecho, como superiores jerarcas firmantes de la aprobación de las actas, si es que cabía un reproche penal.
También se le quiere adjudicar la condición de colono, por un integrante del directorio del Instituto de Colonización, que en un sospechoso retardo de la memoria le ha surgido con gran entusiasmo esa ocurrencia y ha procedido a exhumar una papelería confusa, deteriorada y hasta ilegible, para fundar una enredada y absurda explicación, que nada acredita.
Por otra parte, no se le ha hecho fácil dentro de la coalición la posibilidad de concretar su programa, al cual le ha sido totalmente fiel, como ningún otro grupo o agrupación política, según encuesta practicada sobre el cumplimiento de los partidos con su programa.
Pues aparte del veto a las modificaciones a la Ley Forestal –que para nada afectaban la actividad– aún no se le ha acompañado en sus iniciativas contra la usura, el endeudamiento de deudores del BHU, la ley de medios y la necesaria protección de las pequeñas y medianas empresas.
Otros temas hay del interés de Cabildo Abierto, pero propios de valores atinentes a la formalidad institucional o al superior respeto a la Constitución de la República o al interminable proceso de pacificación nacional, que un sector tan vengativo como económicamente insaciable se dedica a bloquear, sin que el resto del oficialismo se decida a materializarlos.
La Ley de Caducidad, ratificada en dos plebiscitos en los años 1989 y 2009, debe recobrar su vigencia, pues así lo dispuso dos veces el pueblo. Una intransigente militancia de las fiscalías penales, con fundamentos jurídicos de abierta inconstitucionalidad, sigue procesando a militares ya octogenarios con discutibles pruebas o directamente sin ellas, por hechos de hace más de medio siglo, en base a razones y argumentos antojadizos, o la novedad de las autopsias históricas de harto discutible valor científico.
Pero tampoco se transa con mantenerlos en prisión, si es domiciliaria. Por esos recursos bastardos, se está logrando que los militares en prisión sufran condenas más largas que las aplicadas a los criminales guerrilleros que desataron el conflicto, lo que es prueba de un abuso que el gobierno no debe tolerar.
Sin embargo, en el caso del cuestionamiento al senador frentista Charles Carrera, ante distintas opiniones condenatorias, el líder de Cabildo hace un llamado a la prudencia y la reflexión con el fin de evitar anticiparse en manifestaciones injustas, que él mismo ha tenido que sufrir en carne propia.
Ante todo este panorama, el Gral. Manini antepone su estilo de sobria y discreta firmeza y su obligación con el “compromiso por el país” que lo liga en forma definitiva al destino de la fuerza ganadora. Todo lo cual sin deponer su programa, los proyectos de ley que seguirá presentando y su inclaudicable defensa de los más vulnerables, de la Constitución Nacional y de los principios artiguistas que siempre lo inspiran.
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