Cuando Estados Unidos le declaró la guerra a Alemania, el impacto en el negocio de los medios fue rápido y dramático. En su cruzada por “hacer del mundo un lugar seguro para la democracia”, la administración del presidente Woodrow Wilson tomó medidas inmediatas para restringir la libertad de prensa, poniendo en marcha un plan para controlar, manipular y censurar toda la cobertura informativa en una escala nunca antes vista en la historia de Estados Unidos. Inmediatamente después de entrar en la guerra, la administración Wilson puso en práctica las técnicas de gestión más modernas en materia de relaciones entre el gobierno y la prensa. Wilson introdujo uno de los primeros instrumentos de propaganda gubernamental. Emprendió una campaña de intimidación y supresión total contra los periódicos étnicos y socialistas que seguían oponiéndose a la guerra. En conjunto, estas medidas tomadas en tiempos de guerra se sumaron a un ataque sin precedentes contra la libertad de prensa.
En la misma semana en que el Congreso declaró la guerra, el 13 de abril de 1917, Wilson emitió una orden ejecutiva creando una nueva agencia federal que pondría al gobierno en el negocio de moldear activamente la cobertura de los medios de comunicación. Esa agencia se llamaba Comité de Información Pública, que se encargaría de explicar a los millones de jóvenes que se estaban reclutando para el servicio militar –y a los millones de otros estadounidenses que hasta hacía poco habían respaldado la neutralidad– por qué ahora deberían apoyar la guerra. La nueva agencia –a la que el periodista Stephen Ponder califico de “primer ministerio de información del país”– solía conocerse como el “Comité Creel” por su presidente, George Creel, que había sido periodista antes de la guerra. Desde el principio, el CPI fue “un verdadero imán” para progresistas políticos de todas las tendencias –intelectuales, periodistas, incluso algunos socialistas– que compartían la sensación de que el militarismo alemán suponía una amenaza para la democracia. Periodistas idealistas como S.S. McClure e Ida Tarbell se unieron a otros que compartían su convicción en la cruzada de Wilson para hacer del mundo un lugar “seguro para la democracia”. Partiendo de cero, Creel organizó el CPI en varias divisiones utilizando todo el arsenal de comunicaciones. La División de Oratoria reclutó a 75.000 especialistas que llegaron a ser conocidos como “Los hombres de los cuatro minutos” por su capacidad para exponer los objetivos de guerra de Wilson en breves discursos, que impartían normalmente en las salas de cine mientras se cambiaban los rollos de las películas. La División Cinematográfica produjo noticiarios destinados a recabar apoyo mostrando imágenes en los cines destacando el heroísmo de los Aliados y la barbarie de los alemanes.
Para la mayoría de los periodistas, el grueso de su contacto con el CPI se produjo a través de su División de Noticias, que se convertiría en un auténtico aparato de propaganda a la altura de operaciones gubernamentales similares en Alemania e Inglaterra, pero de un tipo desconocido hasta entonces en Estados Unidos. En el breve año y medio de su existencia, la División de Noticias del CPI se propuso dar forma a la cobertura de la guerra en los periódicos y revistas estadounidenses. Una de sus técnicas consistió en saturar de papel a los periodistas, creando y distribuyendo unos 6.000 comunicados de prensa, en promedio más de 10 al día. Toda la operación se aprovechaba de un fenómeno de la vida del periodista: en tiempos de guerra, los lectores están ávidos de noticias y los periódicos intentan satisfacer esa demanda. Al mismo tiempo, el gobierno tomaba otras medidas para restringir el acceso de los periodistas a los soldados, generales, fabricantes de municiones y otros involucrados en el conflicto. De modo que, tras estimular la demanda de noticias y restringir artificialmente la oferta, el gobierno cubría el vacío resultante proporcionando un gran número de historias oficiales que hacían las veces de verdaderas noticias. Además, el CPI publicó una serie de “orientaciones” voluntarias para los periódicos estadounidenses, con el fin de facilitar la labor de los editores patriotas que deseaban apoyar el esfuerzo bélico (con la implícita advertencia de que los editores que no siguieran las orientaciones eran menos patriotas que los que sí las seguían).
Cristopher B. Daly, en “How Woodrow Wilson´s propaganda machine changed American journalism”, Smithsonian Magazine (2017)
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