Cuando los presidentes se aburren pasan cosas malas. Y la regla no falla. Pero cuando además de aburrirse se ven abrumados por la cadena de hechos que exhibe sus carencias para administrar realidades adversas, la cosa se pone peor. Y parece que algo así le viene sucediendo al presidente Lacalle Pou que para colmo de males está solo. Terriblemente solo.
La idea de fundir el Águila del Graf Spee para pedirle a Pablo Atchugarry una Paloma de la Paz es por lo menos una señal preocupante que irremediablemente refiere a lo señalado y enfatiza ignorancia o desesperación. Ya no hablemos de la insania de destruir los testimonios que dan cuenta de atrocidades que resulta imperioso recordar. Esta pieza rescatada del Río de la Plata bien puede ubicarse en ese podio duro en el que también va Auschwitz, el Coliseo Romano, las catacumbas romanas, las mesas de sacrificio aztecas, las fosas comunes donde los turcos enterraron a los armenios que masacraron en genocidio, las prisiones siberianas y otros tantos testimonios de lo peor que como especie somos capaces de pergeñar. No, ya que a esta altura de los acontecimientos se me ocurre que el presidente no es un hombre capaz de asumir tanta información. Es un hombre joven que necesita paz y entonces apela a llevarse puesto uno de los testimonios de lo más trágico de la historia contemporánea en un gesto que seguramente encierra la necesidad de evitar los casos de Fernando Cristino y el hijo de Argimon, Marset, Astesiano, Penadés, la seguridad cada vez más insegura, la enseñanza, la justicia que no es tal y la fiscalía que opera como una oficina del viejo Kremlin, el drama de las Fuerzas Armadas y su destino, la existencia de prisioneros políticos en su gobierno, la interna política de su partido, temas donde la sensación es que no encuentra salida. Y ahora para colmo se suma la aparición, finalmente, de los documentos del archivo Berruti que enseñan que los aparatos de inteligencia oficial continuaron funcionando al menos hasta el año 2000. Y entonces surgen los atenuantes, no sabe qué hacer y desespera.
Luego están sus reacciones. El cumplimiento forzado de un mandato que no es tal, de la Corte Interamericana que nos pone a todos de rodillas ante un fallo inexplicable, las chicas abatidas en abril, merecía resistencia que bien pudo ser una pieza oratoria que al cumplir con la imposición iluminara la situación, recordando que el Estado uruguayo en este tema, como en el Gelman, se allanó simplemente porque fiscales, abogados y gobiernos de la época eran los mismos que entonces eran subversivos que atentaron contra un gobierno democrático con la intención de voltearlo y entonces no solo convalidaron la acusación asumiendo culpabilidad por conveniencia, además la promovieron. Pero en vez de eso marchó en avión prestado a recibir una medalla de oro por razones que todos ignoramos, regresó a tiempo y escogió participar de otro acto, menor por cierto, en la convicción de que de esa forma manifestaba desacuerdo cuando en realidad lo que no quiso es aparecer de rodillas para la historia.
Pero más que paz seguramente necesita un entorno distinto, menos mercantil y más consustanciado con la República. Necesita la voz de un amigo que luego de escucharlo en sus dramas lo estimule a pensar en las consecuencias de sus actos y le recuerde las prioridades de su cargo. En la vida los verdaderos amigos no son los que te ayudan a salir de los líos sino aquellos que te ayudan a evitarlos. Un entorno sensible, un buen amigo, le recordaría que estamos sin agua potable en Montevideo y el área metropolitana. Que todos los días siguen asesinando gente y que al menos por un año y medio más, lo único que puede surfear son problemas urgentes que no puede continuar evitando. Las olas y el viento, deberán esperar.
La famosa mesa política de la Coalición, que tantas veces han reclamado primero Cabildo Abierto y luego también los colorados, sería una alternativa interesante. Pero ahora parece tarde para alguien que seguramente envalentonado por su juventud y el éxito circunstancial en la atención de la crisis sanitaria ha desarrollado el sentimiento de poder que en realidad, no tiene.
Un viejo político me dijo una vez con una singular carga de ironía que tal vez el único lujo que se dan los presidentes consiste en elegir los problemas en los que se involucra. Pues bien, nuestro presidente parece dispuesto a batir el récord al no elegir ninguno. La gestión de Lacalle Pou redondeará, al terminar su mandato, un período de transición en el que no ha cumplido con ninguna de sus promesas de campaña y las transformaciones para las que fue elegido –recordemos, con un muy bajo porcentaje de votos– quedaron por el camino.
El tiempo que media entre el día de hoy y las próximas elecciones es corto y seguramente no permitirá el despliegue de muchos proyectos necesarios, pero si es suficiente para que la cosa se agrave, con lo cual este es el momento para que los amigos del presidente, los blancos, se acerquen para contener y guiar. Explicar y acompañar. Aflojar con las selfies y mantenerse serios, y con la boca seca dejar de proponer proyectos sin sentido. Que en su vocación personalista Lacalle Pou ha quedado atrapado en su propio laberinto y todo parece indicar que solo, no encontrará la salida.
Diego Flores
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