Son tiempos ingratos para el debate de ideas. La lógica de esta era de redes sociales y eslóganes livianos parece la antítesis de la discusión franca, frontal, dura, sí, pero sincera, que marcó la era dorada de la sociedad uruguaya, hace ya tal vez demasiado tiempo. En ese contexto, el regreso al camino de un medio como La Mañana parece una quijotada tan audaz como necesaria.
En su generoso planteo de escribir estas líneas para la primera edición, Hugo y Marcos sugerían que me refiriera a la ética y al periodismo. No tengo claro hasta qué punto la embriaguez de optimismo que los lleva a embarcarse en una aventura como esta les nubló la comprensión al punto de creer que quien escribe estas líneas está capacitado para abordar con autoridad un tema de semejante dimensión. Pero tengo que admitir que es una cuestión que suele venir a la cabeza de forma demasiado cotidiana cuando se planifica la cobertura periodística de este Uruguay que muchas veces nos enorgullece y nos duele cotidianamente en proporciones equivalentes.
¿Cuál es el rol de un medio de prensa en el año 2019? ¿Es destapar lo que funciona mal? ¿Es destacar lo que potencia el optimismo? ¿Es confrontar con la mediocridad y el relativismo? ¿Es simplemente dar información y confiar en que el receptor tendrá la capacidad de valorar este insumo y actuar en consecuencia? Hay una sola cosa que, tras un tiempo prudencial a cargo de definir la línea informativa de un diario, tengo claro que debe quedar fuera de estas dudas existenciales: Un medio de prensa no debe flotar. No debe dedicarse a dejar al lector contento y satisfecho con lo que pensaba antes de enfrentarse a sus contenidos. De eso, ya hay bastante en la sociedad de hoy.
Existe una visión sobre la ética del periodismo que dice que un medio debe ser “objetivo”, imparcial, en una lógica asexuada de las ideas y la información que probablemente nunca fue realista, pero hoy menos que nunca. La sociedad actual está enferma de relativismo.
El planteo más ético desde el que se puede asumir el rol de un medio hoy, al menos desde el punto de vista de quién escribe, es la honestidad. Honestidad para decirle en la cara al lector que uno no vino a este campo a caer simpático. Uno vino a contar lo que ve, lo que pasa a nuestro alrededor, a dar información, opinión, análisis, siempre dejando claro desde dónde está parado. Marcando sin ambigüedades el sitial desde el cual realiza esa función.
Un medio de prensa no debe flotar. No debe dedicarse a dejar al lector contento y satisfecho con lo que pensaba antes de enfrentarse a sus contenidos. De eso, ya hay bastante en la sociedad de hoy
En todo caso, el punto ético será el compromiso con el lector de que no va a tergiversar esa realidad que nos rodea para que se amolde a nuestra forma de ver el mundo. Pero arrancar un camino en el tantas veces ingrato mundo de la comunicación para tratar de amoldarse al veleidoso y cambiante rumbo de la opinión mayoritaria, francamente, no vale la pena.
El Uruguay de hoy necesita nuevas voces. Pero voces que se identifiquen con los valores y principios que cuestionen ese relativismo hegemónico que enferma a la sociedad actual. Donde medio país se bate el pecho de orgullo porque unos periodistas japoneses aplaudieron a un técnico de fútbol, el mismo día en que casi 10 mil uruguayos están fuera de sus casas por un fenómeno climático que se repite cada pocos meses. O que el funcionario que dirige un centro de detención de jóvenes infractores es asesinado de un tiro en la nuca a pocas cuadras de su lugar de trabajo.
El mismo día en que 20 mil uruguayos cruzan la frontera vestidos de celeste y que lagrimean al escuchar el himno en un estadio de fútbol, dirigentes de la educación sostienen que el evento con el cual se conmemora en las escuelas el natalicio de Artigas es un panfleto militarista.
¿Qué nos pasa? ¿A dónde vamos como sociedad? ¿Qué valores estamos replicando? ¿Cuáles son los principios que vale la pena defender? Esas son las preguntas que debe intentar responder un medio de prensa para ser relevante en el Uruguay actual. Para ser necesario.
Y es ahí donde hay un gran espacio para llenar en el mundo del periodismo de hoy. Con contenidos con los que uno pueda estar de acuerdo o no, pero que sabe que son publicados desde la honestidad y que desafían sus propias convicciones y seguridades. Que te pueden hace calentar, renegar, o alegrar. Pero que te van a remover. Que te van a hacer pensar.
Si esta nueva aventura de La Mañana, logra ser consistente en algo con su historia y con la visión de quienes la llevan hoy adelante, podemos estar tranquilos de que va a lograr ese resultado. Y con ello, contribuir de manera central a un debate de ideas en Uruguay que está desesperadamente necesitado de este tipo de insumo. Así que bienvenidos, mucha suerte y nos estamos leyendo.