El capitalismo neoliberal no solo se ha organizado para privilegiar a los accionistas, sino que ha logrado compatibilizar dos objetivos que, a primera vista, no lo eran: la búsqueda de una alta rentabilidad del capital en beneficio de los accionistas y el sostenimiento del consumo a través de precios lo más bajos posibles gracias a decisiones tomadas en las últimas décadas (deslocalización, desarrollo de la gran distribución y del comercio online, bajos salarios, uso desmedido de combustibles fósiles…). Esto ha permitido en parte compensar los bajos salarios: la deslocalización a países con salarios más bajos y la importación de bienes baratos han aumentado el poder adquisitivo de los hogares de la OCDE en un 0,2% anual desde los años 90. Así se produce la “esquizofrenia” entre por un lado los consumidores, que encuentran normal poder comprar bienes de consumo cotidiano a precios cada vez más baratos, y por el otro los asalariados/ciudadanos, que se resignan a la frustración de un nivel de salarios en caída.
Esta estrategia –o al menos la parte de ella que es tan generosa con los accionistas– está ahora en entredicho. Se está formando un consenso en torno a los nuevos objetivos de política económica que pueden dar cuerpo a un nuevo modelo de crecimiento, al menos en la zona euro: aumento de los salarios bajos, lucha contra la pobreza, reducción de las desigualdades, aceleración de la transición energética, relocalización de ciertas industrias, desarrollo del comercio de proximidad, fomento de la creación de “campeones” europeos que disfruten de una posición dominante… Sin embargo, la aplicación de este nuevo modelo, ahora reclamado por la opinión pública y los gobiernos de la OCDE (en particular, la aceleración de la transición energética y la deslocalización), no puede lograrse sin un replanteamiento radical de la economía, ya que presupone, en primer lugar, una reducción del poder adquisitivo de los hogares mediante el aumento de los precios. En consecuencia, será necesario concebir un nuevo equilibrio basado en una distribución de la renta más favorable hacia los asalariados, para compensar el aumento de los precios al consumidor y una rentabilidad más baja a los accionistas. Algo que supone debatir una opción colectiva explícita: abandonar la estrategia de privilegiar a los consumidores y su poder de compra, a favor de una estrategia más equilibrada que tenga en cuenta también la reducción de las desigualdades, la prosperidad de los productores, la defensa del clima, la revitalización de los pueblos y la soberanía europea.
Patrick Artus y Marie-Paule Virard, en “La derniére chance du capitalisme”, Ed. Edile Jacob (Paris, 2021)
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