A fines de la década del ´90, empezamos con mi esposa a militar en la causa provida y profamilia. En esos años, solo unos pocos habíamos oído hablar de la “ideología de género”, surgida en los años ´60.
En aquellos tiempos, nos informábamos sobre estos temas a través de “Noticias Globales” y “Notivida” –agencias especializadas fundadas por el padre Juan Claudio Sanahuja–, o los artículos del padre Michael Schooyans. Recuerdo que el primer documento explicativo que leí sobre “género” fue un resumen del libro de Dale O´Leary titulado “La perspectiva de género, sus peligros y alcances”, elaborado por la Conferencia Episcopal Peruana.
Cuando nos reuníamos con amigos y hablábamos de estos temas, con frecuencia nos miraban como si fuéramos extraterrestres, “conspiranoicos”, amantes de la ciencia ficción. El tiempo pasó y la ideología de género se empezó a meter por todos lados: en las leyes, en la educación, en la cultura, en la prensa, en el deporte… Parece que no éramos tan conspiranoicos, después de todo: hoy, no hay ámbito donde no esté presente esta nefasta ideología.
Tanta presión hicieron para imponer el “género” en la agenda política, que despertaron a una multitud de detractores. ¿Por qué? Los promotores del “género” dirán que muchos se oponen porque son “machistas”, “heteropatriarcales” y otros motes estigmatizadores del varón. Pero la verdad es que esta ideología produce rechazo porque es contraria a la realidad, a la naturaleza humana y al más elemental sentido común.
De hecho, a partir de la implantación de ciertas políticas de género, se han registrado situaciones que van de lo ridículo a lo trágico en diversas partes del mundo: desde el payasesco lenguaje “inclusivo” hasta ridículos concursos de belleza e injustas competencias deportivas donde las “mujeres” que ganan –en boxeo y lucha, a golpe de puño–, ¡son varones! Desde presidiarios que, porque se autoperciben mujeres, son enviados a cárceles de mujeres…, y terminan violando y embarazando a sus compañeras de prisión; hasta jubilados que por autopercibirse mujeres, acceden a sus derechos jubilatorios varios años antes de lo que lo harían si se autopercibieran varones.
Queda claro hasta dónde es capaz de llegar el ingenio humano con aquello de “hecha la ley, hecha la trampa”. El problema es que la trampa está dañando a las mismas mujeres a las que esta ideología pretendía defender. Para colmo, “la trampa” a menudo se financia con el dinero de los contribuyentes…
Afortunadamente, esta ideología tiene dos características que, si bien son dañinas para la sociedad, también lo son para sí misma. Por eso, tarde o temprano, serán su ruina. Una de ellas es que produce división, confrontación, odio entre hombres y mujeres. Por eso es, además, una ideología estéril: contraria a la vida, contraria a la procreación, contraria al amor. Todo ello se opone a tres vocaciones esenciales del ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios: el llamado a la vida, el llamado al amor y el llamado a la felicidad.
No se necesita ser Einstein para advertir que, si el ser humano por naturaleza se aferra a la vida, procura dar y recibir amor, y busca la felicidad, una ideología que propone exactamente lo contrario, tarde o temprano fracasará rotundamente.
Hoy, son muchas las personas que por distintas razones –dinero, poder, pertenencia, convicción, etc.– siguen promoviendo a los cuatro vientos la ideología de género. Pero cada día, aumenta también el número de “los de a pie” que se opone a ella. Cada día hay más gente que despierta de este grotesco sueño de “un mundo feliz” –carente de sentido– y se dispone a plantar cara y a luchar en defensa de la cultura de la vida, de su idiosincrasia, de su familia, de su patria… Y por sobre todas las cosas, en defensa de la salud mental y espiritual de sus hijos.
Esta reacción es clara y contundente. Quizá debería estar mejor organizada, pero es lo que ocurre con los movimientos realmente populares: surgen de la gente, espontáneamente, sin mayor organización, como respuesta a un mal evidente. Hoy nadie puede negar que se está gestando un tsunami que tarde o temprano “romperá” en un cambio de mentalidad no calculado y redundará –Dios mediante– en un masivo regreso al sentido común. Porque el hombre, puede vivir un tiempo de espaldas a la realidad… pero no toda la vida: nada es para siempre.
El completo despertar de los sencillos está cerca. Sólo es cuestión de tiempo…
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