La geoeconomía se define como el uso geoestratégico del poder económico por parte de los Estados. La geoeconomía presupone que el poder deriva cada vez más del control sobre los mercados y que los Estados compiten persiguiendo ganancias relativas para promover su seguridad. De esta manera, el arte del gobierno económico reproduce la geopolítica militar con “capital disponible en lugar de potencia de fuego, con innovación civil más que con avances técnico-militares, y penetración en el mercado en lugar de cuarteles y bases” (Edward Luttwak, 1990). Por tanto, el poder y la seguridad dependen de “la eficiencia productiva, el control de los mercados, el superávit comercial, una moneda fuerte, reservas de divisas, propiedad de empresas extranjeras, fábricas y tecnología” (Samuel Huntington, 1993).
La geoeconomía se apoya en la economía política de la teoría realista. Los gobiernos intervienen en los mercados para desarrollar una interdependencia económica asimétrica, ya que la parte más fuerte y menos dependiente en una asociación económica es capaz de extraer concesiones políticas de la parte más débil y más dependiente (Albert Hirschman, 1945). El lado más dependiente intentará reducir su excesiva dependencia diversificando la conectividad económica o estableciendo algún grado de autarquía para sacudirse una dependencia comercial de extranjeros, que cada vez resulta más opresiva. Por lo tanto, la teoría geoeconómica anticipa que el sistema internacional gravite hacia un “equilibrio de dependencia”, el equivalente a un balance de poder, ya que los gobiernos intentan reducir la excesiva dependencia de cualquier Estado o región.
La dependencia económica no se mide únicamente en términos de intercambio comercial. Se pueden establecer tres categorías de dependencia económica determinadas por una disminuida capacidad de diversificación: (1) las industrias estratégicas crean dependencia provocando escasez de productos de alta tecnología o recursos naturales; (2) los ejes de transporte son determinantes para la competitividad económica; y (3) los instrumentos financieros como las monedas de pago y de reserva, así como los bancos. Luego de la revolución industrial, Gran Bretaña logró establecer su liderazgo geoeconómico con supremacía tecnológica, apoyándose en el libre comercio para saturar los mercados extranjeros con productos manufacturados, en el control de los principales corredores marítimos mundiales, y asumiendo el rol de banquero del mundo y proveedor de la libra esterlina como principal moneda de reserva. El ascenso de Estados Unidos al estatus de superpotencia se basó también en el control de los tres pilares geoeconómicos, con industrias estratégicas basadas en su liderazgo tecnológico, el control de los corredores marítimos mundiales, y estableciendo al dólar estadounidense como moneda de reserva, junto a una posición de liderazgo en la banca y las finanzas internacionales.
En el siglo XIX, la economía estaba estrechamente ligada a la construcción nacional. Alexander Hamilton, Friedrich List, Gustav Schmoller, Sergei Witte y otros reconocieron que la industrialización y el poder económico eran necesarios para mantener la soberanía política. Hamilton convenció al presidente Jefferson de abandonar su visión de una democracia agraria y construir, en su lugar, una base manufacturera, estableciendo una relación causal entre industrialización e independencia política de los británicos. Los nacionalistas económicos reconocían los argumentos de Adam Smith sobre los beneficios de maximizar la eficiencia económica a través del libre comercio, pero la estructura estado-céntrica del sistema internacional exige un equilibrio entre las consideraciones políticas y económicas:
“Mientras exista la división de la especie humana en naciones independientes, la economía política estará con frecuencia en contradicción con los principios cosmopolitas…una nación actuaría imprudentemente si se esforzara en promover el bienestar de toda la raza humana a expensas de su propia fuerza, bienestar e independencia”. (Friedrich List, 1827)
La libre competencia era criticada por impedir la industrialización. Las industrias incipientes, definidas por su baja calidad y altos costos, no podían desarrollarse en competencia directa con las industrias más avanzadas de Estados rivales. Los aranceles temporarios y subsidios fueron así considerados como una inversión hasta que las industrias maduraran y lograran ser competitivas en los mercados internacionales. Las ideas nacionalistas de Hamilton se tradujeron de esta manera en el Sistema Americano de tres pilares, que consistió en establecer una base manufacturera, infraestructuras de transporte y un banco nacional para cimentar la recién adquirida independencia de Gran Bretaña…
La viabilidad de las regiones geoeconómicas depende tanto de tanto del apoyo interno como del externo. La cohesión interna se consigue mediante el aumento de la conectividad económica dentro de una región, aspecto fundamental para lograr la lealtad política. Por otra parte, el apoyo de un actor externo puede obtenerse proporcionando también bienes colectivos más allá de la región. El inter-regionalismo es una solución ideal, ya que el reconocimiento mutuo refuerza la legitimidad y el valor de las regiones para los actores externos…
La construcción de Occidente como región geoeconómica fue el resultado de una historia económica muy singular. Los principales adversarios de EE.UU. durante la Guerra Fría eran países comunistas desconectados de los mercados internacionales, mientras que la rivalidad bélica de la Guerra Fría mitigó la rivalidad económica y las tensiones entre los aliados capitalistas. El sistema económico liberal logró surgir en Occidente tras la Segunda Guerra Mundial gracias a la primacía de Estados Unidos, y basado en su control sobre las industrias estratégicas, los corredores de transporte y los instrumentos financieros. Finalizada la Guerra Fría, la rivalidad geoeconómica de finales del siglo XIX y principios del XX ha regresado gradualmente. Un sistema económico internacional liberal sólo logra conformarse cuando existe una concentración de poder económico en un hegemón, ya que esto reduce la competencia. Por el contrario, cuando el poder relativo del hegemón disminuye, es previsible que el orden liberal comience a desmoronarse y que sus regímenes se debiliten, siendo sustituidos en última instancia por acuerdos mercantilistas en los que las consideraciones políticas pasan a tener prioridad por encima de las fuerzas del mercado.
A medida que disminuya el poderío estadounidense y emerjan nuevos rivales, Estados Unidos estará más inclinado a utilizar su posición administrativa en el sistema económico internacional de forma coercitiva, fenómeno que aumentará los incentivos de sus rivales de agruparse y explorar alternativas.
Glenn Diesen, en “Europa como la península occidental de la Gran Eurasia”, Journal of Eurasian Studies (vol. 12, 2021)
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