“Uruguay tiene que repensar no solo el sistema educativo, sino el sistema de protección laboral, porque hay mucha gente que se vuelve tecnológicamente desempleada. Muchos van a poder adaptarse, pero a muchos les va a costar y no van a poder hacerlo de forma fácil. Y ahí es donde el Estado tiene que actuar, con rentas básicas. Es un subsidio para poder capacitarse, para poder insertarse de nuevo, no a través de una estructura pesada de Estado, sino una transferencia directa a la persona”.
Así respondió el Ec. Ignacio Munyo en nuestra entrevista central, frente a la pregunta sobre el futuro del trabajo. Concreto y profundo al mismo tiempo, reconociendo la importancia que tendrá el Estado para apoyar a los trabajadores que inevitablemente serán desplazados de sus trabajos por la inevitable irrupción de las nuevas tecnologías.
Munyo es graduado de la prestigiosa Universidad de Chicago, faro intelectual por la cual pasaron personalidades como Hayek y Friedman, quienes inspiraron a generaciones de economistas neoliberales, más conocidos en nuestra región como los “Chicago boys”. Para esta nueva generación de economistas, la dicotomía entre “keynesianos” y “monetaristas” por suerte ha quedado atrás.
El futuro del trabajo necesita hoy soluciones concretas para un problema muy difícil de resolver, y al cual el mundo no se ha enfrentado quizás desde la segunda Revolución Industrial. Estos cambios estructurales en los métodos de producción producen severos efectos políticos y sociales. Intentar resolverlos con formulismos académicos que no tengan en cuenta la realidad política y social de un país es por tanto un ejercicio muy peligroso.
La Revolución Industrial dejó el arco vacío para que entrara la teoría marxista y su concepto de un “ejército industrial de reserva”, que permitiría mantener los salarios deprimidos. Pero eso fue posible solo porque los gobernantes de la época se habían infatuado con un libre mercado y una entelequia como la “mano invisible” que solo servía los intereses de los comerciantes, los bancos y las compañías navieras. La contrapartida eran trabajadores y familias sumidos en la pobreza y viviendo en condiciones inhumanas, un mundo bien representado en “El pibe” de Chaplin.
Fue necesaria la Gran Depresión para que la profesión económica explorara otras
herramientas que permitieran resolver los problemas concretos de la gente, en
un horizonte de tiempo consistente con la vida de las personas afectadas. El mundo hoy enfrenta un desafío igual de
complejo, que requerirá de la colaboración de expertos en diferentes
disciplinas. Como con la ingeniería, la solución no es única ni perfecta. Será
necesario ir experimentando soluciones, e ir viendo cuáles son mejores que
otras. Y deberemos estar dispuestos a asumir errores, ya que nos encontramos en
gran medida ante un territorio desconocido.
En momentos como estos vale siempre la pena recordar las palabras de ese gran estadista que fue Franklin D. Roosevelt, quien el 4 de marzo de 1933 abrió su discurso inaugural diciendo: “Este es el momento más importante para decir la verdad, toda la verdad, con franqueza y audacia. No es necesario que nos alejemos de la honestidad al enfrentarnos a las condiciones de nuestro país hoy en día. Esta gran nación perdurará como ha perdurado, revivirá y prosperará. Así que, en primer lugar, permítanme afirmar mi firme creencia de que lo único que tenemos que temer es el miedo mismo, un terror sin nombre, irracional e injustificado que paraliza los esfuerzos necesarios para convertir la retirada en avance. En cada hora oscura de nuestra vida nacional, un liderazgo de franqueza y vigor se ha encontrado con esa comprensión y el apoyo del propio pueblo que es esencial para la victoria”.
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