“Quien controla el presente controla el pasado y quien controla el pasado controlará el futuro”, George Orwell, en 1984
En pocas palabras el escritor británico resumía una constante a lo largo de la historia, que es la inclinación de los gobernantes de turno por intentar moldear la historiografía. Regímenes autoritarios y sistemas democráticos. Monarquías y repúblicas. Gobiernos occidentales y orientales. Países desarrollados y subdesarrollados. Lo que varía es la forma, pero invariablemente, todo gobierno intenta terciar en la historia, por más que pretenda erigirse en el custodio de la verdad y la objetividad. Pero cuando el período objeto de estudio se intersecta con la experiencia de vida de un segmento importante de la ciudadanía, el problema se vuelve aún más complejo.
No resulta entonces para nada asombroso que se generen acaloradas discusiones sobre los hechos ocurridos durante el período de dictadura cívico-militar y cómo se tratan estos hechos en los nuevos programas de la reforma educativa. Bajo el foco de atención, cualquier pretensión de distorsionar los hechos de la época, para un lado o para el otro, es rápidamente detectada por los coros de seguidores aferrados en mantener convenientemente dividida a la sociedad uruguaya.
Sin embargo, relativamente poca atención se le ha prestado a la visión que la reforma educativa intenta imponer sobre el desarrollo económico en el Uruguay de la postguerra, titulando una sección “el fracaso del modelo ISI” en referencia al modelo de sustitución de importaciones. Con un título así no es necesario hurgar en los programas para verificar que existe un marcado sesgo en contra de las políticas económicas implementadas por Luis Batlle Berres, y que los uruguayos con edad suficiente todavía asociamos al Uruguay feliz.
Instalar la idea de un “fracaso” ante un modelo que se hizo necesario por las circunstancias de la época no es solo impreciso, sino injusto con los gobernantes a quienes tocó capear la caída en la demanda mundial de nuestros productos, al finalizar la Guerra de Corea. Sin demanda externa no era posible sostener el nivel de empleo doméstico ni generar reservas suficientes para financiar importaciones. La respuesta natural era sustituir las importaciones de aquellos productos que con un poco de ingenio y apoyo estatal se podían producir localmente, especialmente cuando agregaban valor a nuestras materias primas.
Es así que llegamos a tener una industria textil lanera altamente desarrollada que contribuyó de forma importante a la descentralización del país. Luis Batlle no subsidiaba ni supermercados ni perfumerías, ni zonas francas, pero sí se ocupó en capitalizar el know-how que traían los inmigrantes europeos en un esfuerzo por industrializar el país. Tampoco fue el único. Nehru hizo lo propio en la India, asesorado entre otros por John Kenneth Galbraith. Getulio Vargas y su sucesor Juscelino Kubitschek hicieron algo similar en Brasil. Ni que hablar de la China de Deng. Hoy estos países representan tres letras del acrónimo BRICS y todos llegaron a ello sustituyendo importaciones.
Mientras India y Brasil potenciaban su modelo de desarrollo en la década del ´60, nuestro país se dejó encandilar por un neoliberalismo que ni a los Estados Unidos de Eisenhower o a la Gran Bretaña de Harold Macmillan se les hubiera ocurrido aplicar. Pero Uruguay se prestó a la realización de un experimento económico a pequeña escala, que hasta el momento era solo teorizado por algunos economistas autodenominados “austríacos” … De este modo, nos embarcamos en una reforma cambiaria y monetaria, incorporamos al FMI como actor en las decisiones nacionales y en poco tiempo empezamos a ver la destrucción del legado industrial de los presidentes Gabriel Terra y Luis Batlle. El desempleo y la marginación empezaron a crecer y, ante la falta de respuesta de un Estado que había quedado atado de manos, la población comenzaba a perder la confianza en sus gobernantes. En poco tiempo irrumpiría en la vida nacional el Movimiento de Liberación Nacional, cuyos sorpresivos avances se debió al caldo de cultivo instalado con anticipación.
El resto de la historia es más conocido y poco tiene que ver con el modelo de sustitución de importaciones.
En su corto e inesperado pasaje por el gobierno, el presidente Jorge Pacheco Areco logró restablecer la seguridad pública y fortalecer el Estado para generar las condiciones de sacar a la economía y la sociedad de la peligrosa espiral de degradación en el que había quedado. Lamentablemente, su sucesor nunca comprendió la raíz del problema y dejó que sus asesores y ministros retomaran el libreto neoliberal. La suerte ya estaba echada y los intereses de siempre lograrían retomar el control de la economía nacional, convenientemente camuflados detrás de lo que se llama dictadura a secas, pero que sus conductores más gravitantes fueron mucho más civiles que militares.
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