El periodismo es ante todo la publicación de noticias que cuando están referidas a un tiempo y a un lugar, se llaman crónicas.
La redacción de crónicas es la primera base, la esencia misma del periodista; todo periodista tiene que empezar por ser un buen cronista. El cronista relata, transmite, los hechos de su tiempo. El cronista precedió al periódico. Hubo cronistas antes de que hubiera diarios. En el fondo, la Ilíada, el Pentateuco, son crónicas; las baladas son crónicas, y si tomaron formas poéticas, fue porque resultaban más fáciles de recordar y de repetir. Pero eran crónicas, verdaderas crónicas de hechos que fueron transmitidos hasta nosotros; relatos de los hechos que estaban viviendo el poeta o el cantor.
La historia dice que lo primero que ordenó Julio César al tomar posesión de su dignidad, en su primer Consulado, fue que se llevase un diario de todos los actos del Senado. Fueron las “actas diurnas”, que se colocaban en el foro y en los lugares principales de Roma, para que todo el mundo las pudiera leer. De alguna forma fue el primer diario de gobierno, diríamos el primer diario oficial.
Fue un proceso muy lento el de la evolución del periodismo, hasta que apareció la imprenta, en 1450. A partir de entonces, las publicaciones se multiplicaron en todo el mundo.
Los diarios noticiosos
El diario en su forma moderna se inicia en 1785. El primer diario aparece en Londres; se llama Daily Universal Register y se edita todos los días. A los tres años, cambió su nombre por The Times, y es el mismo Times de Londres que sigue apareciendo hoy en día.
En el Uruguay, el primer diario fue el Estrella del Sur, fundado el 23 de mayo de 1807 durante la segunda invasión inglesa. Era editado bilingüe: primera y tercera columna en inglés, segunda cuarta en español. Salieron a la calle ocho números, de los que se conservan ejemplares en la Biblioteca Nacional; su vida terminó el 11 de julio de 1807.
El primer diario que podemos considerar nuestro, ya totalmente en español, fue fundado por Vigodet cuando vino a hacerse cargo del gobierno de Montevideo en 1810. Su primer ejemplar se editó el 13 de octubre de 1810, con el nombre de “Gaceta de Montevideo”, y se creó para defender los intereses españoles ante la Revolución de Mayo. Duró más o menos hasta 1814.
Los diarios hasta ese momento eran netamente noticiosos; en todo el mundo contenían exclusivamente crónicas de la vida cotidiana de sus ciudades de influencia, incluyendo comunicados y avisos. Como novedad, comenzaron a dar cabida a trabajos literarios y composiciones en verso. Pero no escapó a los hombres públicos de la época el enorme poder de penetración y formativo de opinión que tenían estas publicaciones. Cayeron en la cuenta de las posibilidades enormes que les abrían, y como era justamente el momento en que estaba evolucionando la política en el mundo, dejando del ser cosa de dirigentes para dar participación a las masas, los diarios y periódicos se fueron transformando, sin dejar su base noticiosa, en publicaciones políticas.
Los diarios políticos
Así, al entrar en el escenario de fines del siglo XVIII y durante todo el siglo XIX, diarios y periódicos se fueron convirtiendo rápidamente en polémicos y panfletarios; subjetivos en la información y parciales en sus opiniones; trastruecan toda la escala de valores, porque la escala de valores está sometida a los intereses políticos que defienden.
Uruguay no escapó a esta evolución del periodismo y, a fines del siglo XIX y principios del XX, sus diarios se dedicaban a interminables polémicas políticas, a veces inútiles pero muchas otras muy útiles. Una de las más conocidas fue la que comenzó cuando el Dr. Eugenio Lagarmilla, en un hecho que conmovió a toda la sociedad montevideana del año 1906, propuso a la Comisión Nacional de Caridad la supresión de los crucifijos que se colocaban en las cabeceras de todas las camas de los hospitales. José Enrique Rodó replicó con una carta abierta enviada al Dr. Juan Antonio Zubillaga, director de La Razón y pocos días más tarde el Dr. Pedro Díaz dictó una conferencia replicando a su vez a Rodó. Nadie se quedó callado; la polémica se hizo extensa, apasionada, y la serie de artículos que publicó Rodó refutando a sus contendores, los llamó “Contrarréplicas”. Esas argumentaciones más tarde fueron compaginadas por el propio escritor y dieron nacimiento a su libro “Jacobinismo y Liberalismo”.
“Juan Andrés lo entiende”
Otra polémica que toca muy de cerca a nuestra casa periodística fue la que mantuvo quien sería años más tarde fundador de La Mañana, el Dr. Pedro Manini Ríos, quien, siendo en ese entonces redactor del diario El Día, debatió a lo largo de 1905 con los editorialistas de El Siglo sobre un tema que aún hoy es motivo de polémica: si don José Batlle y Ordóñez fue o no engañado en los orígenes de la Guerra de 1904 y qué intervención le cupo en esos hechos al Dr. José Pedro Ramírez. Eran combates de las más brillantes plumas de aquellos tiempos, que fueron perfilando la naturaleza política de los diarios.
Ese estilo de periodismo político se extendió por décadas en nuestro país y servía también para mandar mensajes “cifrados” a los ocasionales rivales políticos; sueltos muy cortos, redactados en clave, que iban dirigidos a una persona en particular y que nadie más que ella podía comprender. Contaba el Dr. Carlos Manini Ríos que, siendo un novel redactor recién ingresado a La Mañana, leyó un suelto de su director, el Dr. Félix Polleri, al que no le encontró sentido alguno.
—Doctor —le dijo—, ¿qué quiere decir esto? No lo entiendo.
—No te preocupes —le contestó el director—. Juan Andrés lo entiende.
Juan Andrés era Juan Andrés Ramírez, director del diario El Plata. O sea que escribió en el diario un suelto para mandar un mensaje destinado a una sola persona que podía interpretarlo.
“Apuntes sobre el colegiado”
Pero la polémica más trascendente de aquellos tiempos comenzó el 4 de marzo de 1913, cuando el presidente de la República, José Batlle y Ordóñez, publicó en la página 7 del diario El Día un artículo con su firma –una vez más la prensa como intermediaria con la población–, que tituló “Apuntes sobre el Colegiado”, proponiendo la idea de instaurar en sustitución del presidente de la República, un Poder Ejecutivo de nueve miembros, con un período de duración de nueve años en sus funciones.
El entonces senador Dr. Pedro Manini Ríos, perteneciente al mismo Partido que el presidente, se separa entonces del gobierno, levanta la bandera del anticolegialismo y, en un discurso pronunciado en el Club Colorado de la 7ª sección de Montevideo, inicia un debate que se extendió en el tiempo y enfrentó a las mejores mentes del ámbito político en encendida confrontación de ideas.
Finalmente se decidió una consulta popular para dirimir el tema y el 30 de julio de 1916 un pronunciamiento del soberano desechó el proyecto, considerando inconveniente el cambio institucional propuesto por Batlle. Sin embargo, un pacto político entre dos fracciones de los partidos tradicionales, bajo el peso político de Batlle, eludió el fallo popular que lo derrotó en las urnas y dio vida a lo que sería la Constitución de 1918, con un Poder Ejecutivo separado en dos órganos: el presidente de la República y el Consejo Nacional de Administración.
El nacimiento de La Mañana
En esos momentos y viviendo el país ese ambiente político, el Dr. Manini Ríos sintió que necesitaba una tribuna periodística para defender sus ideas anticolegialistas. Y como cuenta la profunda investigación de Daniel Álvarez Ferretjans, “en el viejo galpón, más que casa, que había sido sede del diario El Tiempo, en la calle Ciudadela Nº 1478 al 90, entre Uruguay y Paysandú”, se imprime el 1º de julio de 1917 el primer número de La Mañana.
“Los cronistas concurrían a la Redacción… ataviados de Jacquet o luciendo en verano los cannotiers a la moda”. “La mayoría utilizaba literalmente la pluma para escribir sus notas y artículos. La mecanización no había llegado todavía en 1917 hasta las redacciones, al menos en gran escala. En La Mañana se disponía por entonces de solo dos máquinas de escribir, las cuales, por otra parte, se limitaban a acumular polvo en la redacción, ya que prácticamente nadie las utilizaba. La mayor dificultad era para el personal gráfico del taller de composición: el ir y venir de los linotipistas hasta la redacción se hacía frecuente, en la urgencia de no poder descifrar la caligrafía, a veces impenetrable, de los redactores”.
Los diarios modernos
“Es tarea ardua concretar en un programa inicial —dice Manini Ríos en el número inaugural— la misión que se propone desenvolver un diario moderno. Esa misión vasta, compleja, que aspira casi a la universalidad de los temas, a la generalización de los conocimientos y al dominio más completo de la vida de actualidad, está todavía sujeta a los peligros de la improvisación y a los azares de los acontecimientos”.
“Un diario moderno”, anuncia Manini Ríos. Y efectivamente, se había llegado a la etapa de modernización de los diarios. Sin dejar de ser órganos políticos, tuvieron que organizarse de otra forma para dirigirse a masas más amplias. No sobreviven si se dirigen solo a su grupo político, solo a un sector de población limitado. Se tienen que transformar en diarios profesionales. Es un proceso que se da casi paralelamente en todo el mundo. Nacen entonces los grandes diarios, algunos con enorme difusión y hasta con circulación internacional. Pero este desenvolvimiento trae consigo nuevas normas que tiene que resolver el editor de un diario: objetividad, exactitud, responsabilidad, cuidado del lenguaje, difusión cultural, compromiso con la comunidad.
Los diarios políticos fueron desapareciendo de la vida nacional en tiempos no muy lejanos. El Debate, un diario cien por ciento político, que respondía a una fracción del Partido Nacional, presentaba un mismo día en su portada, todavía en los años sesenta, estos tres titulares: “Desaparece el inventor”, “Ministro lavamanos” y “Hasta por los codos”. Nadie del común de los lectores, podía interpretar de qué se estaba hablando; eran títulos de polémica política exclusivamente. Pero eso ha desaparecido casi totalmente hoy en día y el mundo moderno ha ido transformando los viejos diarios políticos en publicaciones con dos sectores ampliamente diferenciados: el de información objetiva y el de opinión ideológica.
*Exdirector de La Mañana y El Diario.
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