Los que tenemos ya algunos años recordamos con alegría –y algo de nostalgia- a dos pícaras urracas que aparecían en los “dibujitos” de la TV, en el horario que iba entre la señal de ajuste y las comedias de la tarde. “Tuco y Tico” era el nombre en castellano de “Las urracas parlanchinas”, dos pícaros pájaros que se reían sin tapujos de sus rivales. Pero a diferencia de otros personajes similares, como Bugs Bunny, que solo tomaba represalias cuando era provocado, las urracas parlanchinas solían iniciar sus ataques sin siquiera ser hostigadas. Y mientras Bugs Bunny salía siempre victorioso, las urracas con frecuencia terminaban desplumadas.
La providencia ha querido que la generosidad de la academia y la política uruguayas regalara a la ciudadanía dos personajes dignos de un Paul Terry o Leon Schlesinger. Si lo hubieran planeado no les podría haber salido mejor. La moda del “revival” la aprovecha cada uno como puede. Y a decir verdad, hay que reconocer las mil y una formas que tiene el ser humano para buscarse un trabajo ante la adversidad. Especialmente en tiempos de pandemia.
Ya nos habíamos aburrido sobradamente con la producción del periodista adicto al tren fantasma del Parque Rodó, y que con periodicidad regular logra distraernos desempolvando algún fantasma del pasado, vistiéndolo de novedad y publicándolo. Luego vienen las entrevistas, los festejos de sus colegas y los paneles de discusión. Finalmente llega la realidad, normalmente gracias a alguien informado que nos dice que todo eso lo sabíamos hacía años. Para ese momento, arranca el ciclo de vuelta, merced a algún informante de turno dispuesto a ofrecer alguna nueva “primicia”. O un nuevo fantasma.
Afortunadamente, el final del invierno nos trajo un respiro al agobiante ciclo reciente. Y en un fenómeno bien conocido por Shakespeare, la risa en muchos casos es necesaria para aliviar la tensión dramática. Es el momento en que entran los bufones, a modo de “revival” de las viejas urracas.
Hace unos días el politólogo Mauro Casa se refirió en el informativo central de Radio Carve a Cabildo Abierto, intentando asociar al novel partido con una extrema derecha que, según él, “había llegado al Uruguay”. Su única evidencia son dos carteles que aparecieron pintados con un supuesto mensaje de la Juventud Uruguaya de Pie. Como si todavía estuviéramos en la época en que tomábamos vascolet mirando los dibujitos. Es verdad que Alejandro caminaba por la pared luego de tomar la leche, pero parece que este supuesto politólogo se pasó con la versión moderna –la aprobada por la izquierda caviar y la Open Society Foundation– del vascolet. Para cuidarnos de un peligro que solo aparece en su imaginación, este “académico” sugiere crear un “cordón sanitario” alrededor de Cabildo Abierto, invitando a actores de la derecha a unirse a su cruzada de pupitre y formar un “frente común” contra el nuevo partido.
¿Será que este politólogo pensará que correrá a los partidos tradicionales con ese miedo, como si fueran aves de corral? ¿Quién le vendió esta novedosa idea? ¿Se la habrá soplado el magnate húngaro? ¿Quién financia sus “estudios”?
Claramente, este señor se enfrenta a la necesidad urgente de reflotar su currículo académico, teniendo en cuenta que su experiencia laboral relevante ha sido asesorando al Frente Amplio en organismos y ministerios que no se caracterizaron por un prolijo manejo de los recursos públicos. Habría que preguntarle si su pasaje como “técnico en articulación interinstitucional” del MIDES incluía también coordinar la traducción de las instrucciones que recibían de sus mandantes en el extranjero. También si su asesoramiento en “innovación” al Ministerio de Educación y Cultura incluyó recomendar la adquisición de un museo para que la hija del ministro Astori desarrollara su vocación. De su asesoramiento también se vieron beneficiados organismos tan disímiles como el INAU y hasta la mismísima OPP. ¿Habrá asesorado Casa a OPP en la “articulación” con UPM?
Lamentablemente siempre hay alguien que de forma inadvertida muerde el anzuelo, y se muestra dispuesto a hacerle el caldo gordo a estos pequeños agentes provocadores. Para algunos es la necesidad de protagonismo político, para otros el impulso por impresionar a sus progenitores, y demostrarles resultados más duraderos que la eficaz asistencia a la extranjerización de la tierra uruguaya.
El novel senador Sebastián Da Silva entró en un juego que posiblemente no comprenda bien, presentando un proyecto de ley contra los fueros parlamentarios, pocos días después de que la trama urdida por el oncólogo y sus adláteres fuera finalmente enterrada por el Senado.
Con astucia, Buggs Bunny le terminaba comiendo las zanahorias a Elmer el Gruñón. Pero Casa y Da Silva no tienen norte. Partieron en un vuelo en el que no saben a ciencia cierta quién es el piloto, mucho menos hacia dónde se dirige. Como las urracas parlanchinas, por un rato divierten. Pero luego de un tiempo, hasta la comedia venezolana es mejor programa. Deberían reconsiderar sus carreras, por el bien de ellos y del resto de la ciudadanía. De lo contrario, luego de un tiempo los uruguayos en lugar de cordón sanitario podemos llegar a necesitar cinturón de castidad.
TE PUEDE INTERESAR