En Venezuela, la democracia brilla por su ausencia. ¿Cómo es viable que aún haya quienes sostengan lo contrario? Esta afirmación solo es posible cuando se conoce poco o nada sobre el concepto de democracia. La característica más importante de una democracia es la soberanía popular, lo que significa que el poder (kratos) es ejercido por el pueblo (demos), ya sea de manera directa o indirecta, a través de representantes. ¿Y cómo se eligen estos representantes? Por medio de elecciones libres, realizadas bajo reglas preestablecidas, con garantías suficientes para validar los resultados, sin proscriptos ni presiones de ningún tipo. Ante todo, se debe garantizar el respeto a los resultados. Sin estas condiciones, no hay democracia.
Durante las dos últimas décadas, hemos sido testigos del debilitamiento de la democracia en Venezuela, hasta su triste desaparición. Desde el último gobierno de Chávez, ya no podemos hablar de elecciones libres, sino de autoritarismo, represión, encarcelamiento de opositores y el exilio de millones de venezolanos que huyen diariamente en busca de un lugar donde respirar la libertad que tanto anhelan. Hoy, somos testigos del mayor fraude electoral de este siglo. Un gobierno dictatorial convocó a elecciones, y aunque por primera vez los candidatos de la oposición participaron en estas elecciones no libres, a pesar de haber obtenido la mayoría absoluta de votos, el gobierno, a través del CNE, declaró ganador al dictador.
Lo que resulta aún más preocupante es que hay estados, gobernantes, partidos políticos, hombres y mujeres que reconocen esta mentira, que se prestan al juego del autoritarismo y niegan lo evidente. No se publican las actas porque el verdadero ganador, el pueblo (demos), votó en contra del régimen. Los intereses que giran alrededor de la cúpula del poder son tan oscuros como sus prisiones, lo que hace difícil pensar en un retroceso. Mientras tanto, el pueblo sale a las calles; se suman heridos y muertos diariamente; la líder opositora permanece en la clandestinidad, corriendo el riesgo de ser encarcelada.
Afortunadamente, la comunidad internacional seria no se queda callada. Se levanta contra el tirano, hace oír su voz y reclama. Sus aliados y los gobiernos de izquierda serios exigen: publiquen las actas. Mientras tanto, el pueblo venezolano derriba, quema y pisa estatuas del tirano, marcha, grita y reclama. El pueblo está de pie, dispuesto a dar la batalla de la protesta pacífica, la de los demócratas, la de los derechos humanos, contra el terrorismo de Estado ejercido por el régimen.
Desde aquí, reflexionamos sobre la hipocresía de aquellos que se dicen defensores de los derechos humanos. Parece que solo reclaman cuando les conviene, cuando se trata de su propio grupo. De lo contrario, al igual que en Cuba, culpan al bloqueo o a un supuesto hackeo de Musk. En definitiva, hasta que no haya elecciones libres, sin presos políticos, ni proscriptos, con garantías y observadores internacionales, no habrá democracia. Esperamos que ese día llegue pronto, por el bien del pueblo venezolano y de toda América Latina.
* Prosecretaria (adj) de Relaciones Políticas e Institucionales-Partido Colorado
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