El pasado viernes 20 de setiembre, el padre Javier Olivera Ravasi, conocido por sus libros y su canal del YouTube “Que no te la cuenten”, dio su primera conferencia en Uruguay. Esta versó sobre la distópica novela de George Orwell 1984, cuyos protagonistas –Winston y Julia– viven en función del Estado, en una sociedad dominada por un partido único, que impone un pensamiento único bajo la permanente vigilancia del Gran Hermano, que todo lo oye y todo lo ve, a través de las telepantallas. A continuación, ofrecemos un resumen de la conferencia, y al final nuestras propias conclusiones.
Controlar el sistema –dijo el padre– es la base de toda ideología. Semejante vigilancia empuja a la autocensura, esto es, a no decir la verdad a pesar de saberla. Es paradójico que hoy, mientras el valor supremo de muchos es la libertad de expresión, todo ciudadano puede ser vigilado, censurado y castigado en nombre de un bien superior. Ejemplos hay miles.
¿Cuáles son los pilares en los que se basa el partido de la novela para imponer su pensamiento único? La “neolengua”, el “doblepensar” y la “mutabilidad del pasado”.
La neolengua consiste en modificar el lenguaje para cambiar la realidad. En el mundo orwelliano, las palabras no solo nombran las esencias de las cosas, sino que, de algún modo, crean la realidad y la cambian. Es lo que ocurre hoy con el lenguaje inclusivo, con eufemismos como “interrupción del embarazo” o “eutanasia”. O con el mote de “ultraderechista”, utilizado para identificar a los “enemigos de siempre”, que deben ser odiados por los “buenos”.
El doblepensar es, según Orwell, “la facultad de sostener dos opiniones contradictorias, simultáneamente; dos creencias encontradas albergadas en la misma mente y al mismo tiempo”. No solo se niega la validez de la experiencia, sino la existencia de una realidad externa. Por eso, en 1984, “la mayor de las herejías era el sentido común”. A los totalitarios no les alcanza con dominar los cuerpos: necesitan controlar la inteligencia, la voluntad y la libertad interior, para que nadie se rebele. Por eso la libertad, para Winston, era “decir que 2+2 = 4”.
La mutabilidad del pasado consiste, según Orwell, en cambiar los datos de la historia cuando no cuadran con el relato oficial. “Basta que el cambio del pasado sea repetido y enseñado hasta el cansancio –dice el protagonista– para que termine convirtiéndose en una verdad por todos repetida pacíficamente”: la mentira pasa a ser “verdad”. Son muchos los que hoy creen que Galileo murió en la hoguera o que la conquista de América fue un genocidio. Y, sin embargo, es falso. Pero es necesario aniquilar la historia para impedir que aprendamos de ella. Porque como dice Orwell, “quien controla el presente, controla el pasado, y quien controla el pasado, controla el futuro”. Hoy, quienes son cancelados –como Jordan Peterson o J. K. Rowling– muchas veces lo son por decir que 2 + 2 no es igual a 5.
El padre Javier se preguntó al finalizar su conferencia si vale la pena oponerse a las ideologías, si es posible cambiar nuestro mundo… Y citando a Winston, concluyó: “No creo que podamos cambiar el curso de los acontecimientos mientras vivamos, pero es posible que se creen algunos centros de resistencia, grupos de descontentos que vayan aumentando, e incluso dejando testimonios tras ellos, de modo que la generación siguiente, pueda recoger la antorcha y continuar nuestra obra”.
Nosotros concluimos que hoy la inteligencia y la voluntad de muchos están siendo sometidas por ideologías que “torturan” las almas desde los medios de comunicación modernos –redes incluidas– y desde la presión social de sus parientes, vecinos, colegas y amigos.
A pesar de todo, afirmamos con Victor Frankl que “el hombre puede conservar un vestigio de la libertad espiritual, de independencia mental, incluso en terribles circunstancias de tensión psíquica y física”. Y que, si bien se le pueden arrebatar muchas cosas, puede conservar “la última de las libertades humanas —la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias— para decidir su propio camino”.
Por eso, los hombres verdaderamente libres, deben juntarse y formar esos focos de resistencia, muy necesarios para pasar el testigo a las siguientes generaciones. Como en la Reconquista, cada generación debe hacer lo que le toca. No habríamos conquistado Granada en 1492 si no hubiera existido un don Pelayo combatiendo en Covadonga en 722…
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