Algo muy sorprendente ha ocurrido en las pasadas elecciones: la gran cantidad de votos en blanco y anulados. Sin duda que entre esos muchos miles habrá votantes de todos los partidos, aunque parece un tanto extraño que haya habido muchos frentistas, más bien parecería que eran votos o bien de la Coalición Republicana o bien de Identidad Soberana, amén de algunos partidarios de otras opciones políticas muy diminutas.
¿Por qué tantos miles de votantes se abstuvieron de votar a algún candidato, fundamentalmente del oficialismo? Sin perjuicio de que esta pregunta requeriría una respuesta de carácter profesional y psicosocial, prima facie, al menos, la respuesta es que no gustaban del candidato nacionalista como presidente y menos de su propuesta como vice. Caramba, ¿y entonces por qué lo votaron mayoritariamente en la primera vuelta cuando había otros candidatos?
Imposible es dar una contestación segura a esa interrogante, pero tratando de encontrar un motivo razonable para esa actitud de prescindencia electoral, podría decirse que, en puridad, no había ningún candidato del paladar de esos miles de votantes por un motivo u otro. Esto trae a la memoria lo ocurrido en la primera vuelta de las últimas elecciones presidenciales en Argentina, cuando la mayoría de los medios apostaban por la Sra. Bullrich como la gran candidata, pero fue superada con cierta holgura por el Sr. Massa, que al menos en esa oportunidad representaba al kirchnerismo. Claro, no contaban con Milei y su extraordinaria capacidad de atraer gente, independientemente de si gusta cómo gobierna o no y si está logrando éxito o no. Pero en nuestro país no había ni hay ningún Milei ni nadie con su enorme habilidad de interpretar a los votantes del actual gobierno nacional.
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