En diciembre del año 2014 el periodista Gabriel Pereyra publicó en El Observador un artículo titulado “La muerte del general Dalmao, una llaga en el Estado de Derecho” en el que escribió que “la forma en que procedió la politizada Justicia con algunas consecuencias de aquella dictadura, será otra mancha más en la historia del Estado de Derecho”. El pasado jueves, en las Cartas al Director del semanario Búsqueda, la viuda del general Dalmao, Alicia Burgueño, hizo sus descargos sobre lo que consideró que más que un juicio fue un “linchamiento”. En esta entrevista con La Mañana, Burgueño describe la injusticia y soledad que sintió su familia durante los últimos años, aunque no pierde la esperanza de que se reconozca lo que considera “una infamia”.
¿Cuándo se casaron?
Me casé con Miguel en el año 1991, éramos vecinos y amigos desde niños. Él tenía hijos de un matrimonio anterior, yo también y tuvimos una hija en común. Era un compañero bárbaro, te imaginarás que si la sigo peleando es porque fue un hombre muy solidario, muy amigo.
¿De dónde provenía Dalmao?
Miguel no venía de tradición militar. Era hijo de un mozo y de una empleada doméstica, gente muy meritoria. Era batllista de toda la vida, pero no era ningún fanático, y nunca tuvo ningún respaldo político. Era una persona de perfil bajo.
¿En qué momento comenzaron las intimaciones desde el Poder Judicial?
Ya se empezaba a hablar cuando a él lo habían nombrado para ir a España como agregado militar en el 2001 o 2002. Había un cierto malestar y salían publicadas algunas cosas. Estuvimos dos años y medio en España, luego volvimos. Después en el año 2005 el entonces presidente electo Tabaré Vázquez lo propone para ascender a general, como primer general del arma de comunicaciones, a pesar de que Jorge Batlle, que dejaba el gobierno, tenía otro candidato.
El tema fue a la comisión permanente del Parlamento porque había receso, luego se votó en el Senado con normalidad. En 2006 Miguel fue como primer destino a Sanidad Militar y ese año ya había una denuncia, pero el juez Rolando Vomero desestimó todo y archivó el caso. En ningún momento el juez descartó la autoeliminación de Nibia Sabalsagaray.
Dalmao en 1974 era muy joven y no tenía un rango precisamente alto. ¿Eso se tomó en cuenta?
Era un alférez de 23 años, o sea que vendría a ser el último en la fila. Aparte Miguel se había recibido siete meses antes y llevaba cuatro en el cuartel. Estaba en la oficina S2 porque el encargado tuvo un accidente con un arma de fuego y estaba herido, entonces lo internan y Miguel queda solo en esa oficina. El 29 de julio llega la mujer al cuartel y nadie sabe quién la trajo o la detuvo, y eso figuraba en todo el expediente. Pero aun así luego la jueza Dolores Sánchez estimó que Dalmao organizó el operativo, o sea el oficial de menor jerarquía, lo que es absurdo porque no tenía el poder para eso. Mandaban más los sargentos que ellos.
¿Por qué se desarchivó luego?
La fiscal Mirtha Guianze argumentó que habían intervenido civiles en el arresto de Sabalsagaray y eso permitía reabrir el tema, aunque nunca se comprobó. La Suprema Corte de Justicia dejó fuera de la ley de Caducidad este caso. Y ahí Guianze presenta unos “testimonios de oída”. También Marcos Carámbula volvió a declarar, siendo que él había sido amigo de Sabalsagaray pero también lo era de Guianze. Sin embargo, lo contradictorio es que la autopsia de Sabalsagaray fue validada por el Comité de Ética Médica que en 1989 había invalidado algunas autopsias, pero no ésta. Y lo raro es que ese Comité estaba formado por el SMU, los médicos del interior y abogados, y en ese año Carámbula era secretario del SMU y no dijo nada. Pero así, sin nada más lo procesó el mismo juez Vomero.
Allí fue procesado con prisión…
Lo procesan con prisión por coautoría de un delito de homicidio especialmente agravado y le aplican el artículo 123 que es de peligrosidad, que no es excarcelable. Miguel era comandante de la división 4, con 2500 hombres armados, pero nunca lo relevaron durante el proceso judicial. Incluso, un mes y pico antes lo habían mandado de inspector al Congo. Si él hubiera querido se quedaba en otro país, pero volvió porque era inocente y no iba a eludir a la Justicia del país al que sirvió toda su vida.
Luego apelamos pero el Tribunal no tenía miembros y fueron nombrados los integrantes después con Minvielle Sánchez, Olivera y Borges. Ahí le agregan acusaciones y pasa de coautor a autor. Insólito porque Guianze reconoció que nunca pudo probarlo luego de tantos años pero ese Tribunal sin nada nuevo lo determina así. Hasta se afirmó que perteneció a la OCOA (Órgano Coordinador de Operaciones Subversivas) cuando tenemos un informe de que nunca estuvo en ese destino, que dependía de la División de Ejército 1, a la que nunca perteneció mi marido. Tampoco quisieron hacer reconstrucción de los hechos, lo desestimaron totalmente.
Lo sentenciaron a 28 años. Fue en ese momento el militar con la mayor pena, más que el Goyo Álvarez o Fujimori. Estaba claro que meterlo preso era un objetivo político. Apresar a un general en actividad era como decir “todo el mundo boca abajo”.
A partir de ese momento la salud de Dalmao se deteriora tremendamente…
Miguel ya en marzo de 2011 enfermó muy mal. Estuvo 34 días en el CTI de Casa de Galicia. Fue una cadena de problemas de salud. Y era una persona sana. El primer síntoma fue un fin de semana que yo estaba en Minas y me dijo “me van a meter preso y estamos solos”. Esa noche de domingo le vino un dolor en el pecho, fue una desilusión muy grande obviamente.
¿Les sorprendió cuando el presidente Mujica lo fue a visitar al hospital? ¿Cómo fue esa reunión?
Si. Fue sin previo aviso, yo estaba trabajando, casi me muero. Él estaba esperando la operación. Mujica le fue a hablar y Miguel le dijo “presidente usted sabe bien que soy inocente”. Y agregó “juro por los huesos de mi padre que a esa mujer yo nunca la vi viva”. Conversaron de todo, desde el caso a quién inventó la empanada, pero en un momento Mujica dijo “lo que pasa es que la Justicia está inclinada”.
Mi marido murió de una neumonía y los médicos dijeron que fue por estar sometido cuatro años a una pieza de un hospital, bajo un gran estrés. Cuando la Cruz Roja Internacional solicitó que se lo mandara a la casa, me dijo “están haciendo todo esto para dilatar el asunto. Con lo que me hicieron nunca me van a dejar salir”.
Tu mencionás que durante el proceso no hubo imparcialidad…
La fiscal Guianze se debería haber inhibido porque desde el momento en que ella estaba casada con una persona que había estado presa, debía sentir lo que yo en este momento. Además, está claramente identificada con un signo político. En el caso del coronel Walter Gulla el Tribunal de Apelaciones le llamó la atención a ella y al juez Olivera porque no habían investigado los hechos, sino que los crearon. Y eso es gravísimo.
En tanto, sobre la jueza Minvielle Sánchez me encontré con un trabajo donde figuraban en una lista de presas políticas dos personas con su mismo apellido. Esta persona había tenido a sus dos hermanas presas y estaba decidiendo el juicio. ¿Qué objetividad puede tener?
¿Creés que llegó el momento de que se escuche otra campana?
Yo espero, porque los muertos valen igual de un lado que de otro. Yo soy Burgueño y Carlos Burgueño, asesinado en la toma de Pando, era hijo de un primo de mi padre que era de Soca. Los que tenemos más de 60 años vivimos todo eso. Se ha mirado para el costado en esto y es muy triste cuando hay políticos que te dan la razón pero te dicen “no es el momento”. Realmente se sintió abandonado.
¿A qué aspirás al final de todo?
Que se haga justicia, que se reconozca que todo fue una infamia. Él le daba mucha importancia al apellido y el legado para sus hijos. Los Dalmao son descendientes de Artigas y a eso siempre le dio mucho valor. Alguien tiene que hacer algo, no se puede decir “está mal procesado” y no pasa nada. Se cometió un horror y me siento con una obligación con él de que se revea esto. Esto fue un disparate. No me lo van a devolver, pero no se puede permitir que jueces actúen así.
¿Han pensado en juntarse los familiares de otros militares injustamente condenados?
No, nunca hubo ninguna propuesta. La gente entiendo que después que sale de estos temas prefieren quedarse tranquilos, la mayoría es gente mayor. Pero mi marido tenía 63 cuando murió, no era un octogenario. A nosotros nos destruyó la familia, mi hija era adolescente y hay que seguir adelante aunque se desmorona todo. Los operativos policiales para trasladarlo de un hospital a otro no sabés lo que era, parecía que llevaban al peor delincuente. En ningún momento para la prensa fue un presunto homicidio, nunca tuvo el beneficio de la duda. Se hablaba del caso Dalmao todo el tiempo, en radio y televisión. Estaba todo determinado.
A pesar de ser un asunto que desde hace año ocupa cientos de horas en los medios de comunicación ¿No ha mostrado interés el periodismo nacional en conocer tu testimonio?
Cuento con una mano las veces que estuve en medios de comunicación invitada en todos estos años. No iría a cualquier programa, porque para mí esto es un tema muy fuerte, pero no existe interés en que se conozca la otra campana.
¿Qué opinás sobre la búsqueda de desaparecidos por parte de sus familiares?
Es totalmente lógico y no tiene nada que ver con esto otro. Esas personas tienen todo el derecho de saber dónde están.
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