Creció en una casa marcada por el valor del trabajo y la honestidad. Sus padres, a quienes define como humildes e intelectuales, son su ejemplo a seguir. De niña la cautivó la matemática y el impulso de sus docentes fue determinando su vocación por la ingeniería. Su familia estuvo signada por la política y ella no fue ajena a esa realidad, hasta que, años más tarde, esa actividad pasó a formar parte de su vida. En una extensa charla con La Mañana, la jerarca hizo un repaso de su trayectoria, recordó las vivencias que la marcaron durante la campaña electoral y se refirió a los objetivos al frente de la Intendencia de Montevideo (IM).
Es hija de una profesora de Historia y un actor y director de teatro. ¿Qué aprendió de sus padres? ¿Con qué valores fue criada?
Fui criada con mucho amor. En mi casa eran muy humildes y trabajadores; mi madre trabajaba en cinco liceos y mi papá era funcionario del Banco de Seguros del Estado, y por las noches era actor o director de teatro. Un valor muy fuerte era la honestidad y había que hacer lo que estaba bien. Los valores no se transmiten expresándolos, se inducen del comportamiento, de qué es lo que se premia, y mis padres tenían una gran confianza en mí. Casi no me retaban, porque hacían al revés: me ponían toda la responsabilidad de hacer las cosas bien y de portarme bien.
Es hija única… ¿Sintió esa falta?
Sí… jugaba hablando sola (risas). Además, no es como ahora que está el jardín. Previendo eso, mis padres me anotaron en la Enriqueta Compte y Riqué a los cuatro años, que en ese momento no era usual, recién ibas a los cinco. Y cuando llegué a primero de escuela mis compañeritos me decían: “repetiste jardinera” (risas). Entonces, me mandaron lo antes posible al jardín, del que tengo maravillosos recuerdos.
Siempre hace referencia a Villa Española, el barrio en el que nació y vivió gran parte de su vida. ¿Cómo recuerda la vida allí, su infancia?
Recuerdo a mis amiguitas del barrio, jugábamos en la casa de una y de otra. Después, tenía una barra con la que andaba muchísimo en bicicleta. Esa es una zona de cuchillas y hay una gran subida, y el desafío era resistirla, jugar carreras, llegar roja y exultante a la heladera a tomar agua y seguir corriendo con mis amigos.
¿Qué quería ser cuando fuera grande?
De todo. Había cosas que me producían una enorme admiración. A mi casa llegaba la revista Life, porque era una casa muy humilde, pero de intelectuales, y aunque mis padres eran separados, mi padre nunca fue un padre ausente, me visitaba, y además tenían muy buen diálogo entre ellos; a mí me gustaba mucho escucharlos hablar. Entonces, llegaba esa revista, y yo veía la foto de Neil Armstrong y quedaba maravillada. Esas cosas me generaban admiración, y como me estimulaban la confianza, no me planteaba ningún límite.
¿Nunca tuvo interés en seguir el camino de sus padres, la actuación, la docencia?
No. Y yo presencié clases de mi madre, porque alguna vez que no tenía con quién dejarme, me metió de contrabando en el salón (risas). A mí me costaba mucho entender lo que estaba explicando. Recuerdo solo una frase que dijo una vez: “Imperio Asirio era un gigante con los pies de barro”.
Se separaron cuando usted era muy pequeña, pero, por lo que dice, lo vivió con naturalidad.
No fue un peso, para mí era natural, así como que mi padre fuera a la escuela a hablar con las maestras, o salir con ellos juntos los domingos. Creo que los dos fueron un ejemplo de madurez, sobre todo mi madre, en una época donde no era tan normal estar divorciado. Yo los admiro y les agradezco por eso que hicieron, de sobreponerse a un escrutinio social, por amor a mí. Los quiero mucho.
¿Qué la llevó a decidirse por la ingeniería?
En segundo año de escuela me empezó a cautivar la matemática. Las maestras son las responsables de esta vocación. Mi maestra de sexto, Sonia, también me estimulaba mucho con el tema de las matemáticas. Después, en el liceo, en quinto científico, tuve el primer profesor que me hizo ver lo que era la ciencia, entendí lo que era –él daba Geometría Métrica–. Y le estoy muy agradecida. Al año siguiente iba a hacer sexto de arquitectura, pero cuando vi que había solo una matemática y en ingeniería había tres, el día antes le dije a mi madre: “cambiame”, y nunca me arrepentí.
¿Le costó adaptarse al “mundo de hombres” que implicaba en aquel entonces la ingeniería?
Lo sigue siendo. Yo me fui haciendo el lugar. Yo iba de la mano de la matemática, y en la ciencia hay poco lugar para la opinología. Cuando vos tenés una disciplina cuyo eje central es la realidad, tenés una herramienta muy fuerte para ir unida de esa fuerza, así que me sentía muy cómoda con eso. Y después de que mis compañeros me conocían y estudiaban conmigo, me iba ganando el respeto. En sexto éramos pocas mujeres en la clase, unas siete; y en facultad, en un salón de 300, cerca de 20.
Más allá de los cargos, ¿cuándo siente que nació su vínculo o su interés por la política?
Mi familia estuvo signada por la política. A mi padre (en dictadura) le prohibieron entrar al Uruguay, no podía trabajar acá; y mi tío, el único hermano de mi madre, cayó preso, teniendo a su esposa embarazada. Yo viví la angustia de mi familia, que lo iba a visitar al cuartel de turno. No podía mirar para otro lado, era muy niña, pero no me pasaba desapercibida la realidad. Viví la dictadura en el liceo y fue terrible, es difícil explicar lo que fue, el daño que le hizo a la educación.
Su primer cargo político fue como directora de la División Tecnología de la Información de la IM en 2007. ¿Cómo fue esa experiencia?
La recuerdo con mucho cariño. Yo venía de la actividad privada, cargada de prejuicios sobre los funcionarios públicos, y teníamos que resolver un problema grave de la IM en términos de tecnología de la información. El intendente era (Ricardo) Ehrlich, que me dio la bienvenida, y yo le pedí que me diera unos 15 días para entender la situación y un mes para establecer una estrategia para solucionar el problema. Mi área tenía 250 personas, las conocí y elaboramos esa estrategia.
En agosto lo teníamos resuelto, pero la solución había que implementarla en un fin de semana, o sea que había que planificar muy bien todo porque había que hacerlo de un día para el otro. Eso requirió mucha multidisciplina, equipo, planificación, y lo hicimos. Ahí nos ganamos unos créditos en el resto de la Intendencia y creo que logré establecer una forma de trabajar con ellos, y a partir de ahí hicimos muchas más cosas, así que los quiero mucho y me quedé con un recuerdo muy hermoso.
En el período siguiente fue presidenta de Antel, por lo que pasó a tener mayor visibilidad pública. ¿Qué aprendizajes se llevó?
Ahí la escala cambió, por el impacto nacional de Antel y por la cantidad de funcionarios. Yo venía con el aprendizaje de que en cualquier lugar se puede armar un gran equipo y que a la gente no hay que etiquetarla, hay que entrar libre de prejuicios. Nunca le pregunté a nadie qué votaba para trabajar conmigo, y algunas amistades que forjé, que mantengo hasta ahora, no votaban al Frente Amplio (FA), pero me enteré de eso mucho tiempo después.
Lo que me devolvían los funcionarios en Antel era compromiso, entusiasmo; planteaba proyectos –que no se me ocurrían todos a mí–, que iban generándose, y me devolvían confianza. Conversaba mucho, tenía reuniones con distintas áreas. Iba al interior y siempre decía cuál era mi mail, entonces me llegaban muchos mails de funcionarios, algunos con experiencias removedoras. Humanamente, en un momento sentí que todos los días había algo que hacía el día valioso. Para mí fue una experiencia maravillosa y estoy muy agradecida con todos los funcionarios.
Más tarde fue designada ministra de Industria, formando parte del Poder Ejecutivo con Tabaré Vázquez a la cabeza. ¿Cómo fue ocupar la titularidad de un ministerio tan importante para el país?
Fue una experiencia de aprendizaje enorme. Si en Antel había cambiado de escala, aquí lo hice también. Trataba de establecer estrategias, las acordaba con mis compañeros del Consejo de Ministros, primero con el presidente. Recuerdo las charlas previas con Tabaré, cuando conversábamos sobre por dónde nos parecía que debía ir la política industrial… los momentos de estrés. Yo vivo con el estrés, no lo siento como un problema, no me desespero ante eso. No porque me crea que lo puedo todo, sino porque la experiencia me ha enseñado que cuando uno gobierna tiene que tomar definiciones todo el tiempo, escuchar y conversar mucho, y resolver pronto, pero con fundamentos, no dejarse llevar por humores ni por dichos. Eso lo aprendí en profundidad en el ministerio.
¿Cómo vivió la campaña en 2019 como precandidata presidencial?
La viví con muchísima intensidad. Pongo el corazón en todo lo que hago. Aprendí a escuchar de una manera diferente, que es algo que sigo aprendiendo, que la gente me enseña todos los días. En la campaña viví una experiencia nueva, que era que todo el mundo me abrazara; aprendí a sentir el afecto y el respeto de los desconocidos. Eso para mí fue maravilloso, es algo que te sostiene en la vida.
Tuvo un corto pasaje por el Senado… un cargo legislativo, distinto a lo que venía haciendo. ¿Se sintió cómoda en ese rol?
Fueron meses, pero intensos. Como se estaba discutiendo la Ley de Urgente Consideración y yo participé de la comisión que analizaba los artículos, aprendí mucho de cuestiones legislativas, de derecho, de la conformación y la estructura de una república. Y me pasé leyendo cosas. Fue un momento muy fermental.
Además, nos agarró la pandemia y tuvimos que improvisar formas de comunicación con la ciudadanía. Formé parte de la bancada del FA del Senado y fuimos construyendo un proceso de unidad buenísimo, porque discutíamos las cosas como cualquier grupo de compañeros, sin necesariamente estar todos de acuerdo en todo, y después salíamos con una posición acordada y eso te hace sentir muy bien, porque te hace sentir equipo político, así que también tengo un recuerdo muy bueno del Senado.
Empezó en la carrera electoral por la IM con encuestas que le daban el 1% y terminó dando vuelta la elección. ¿Qué significó para usted haber sido respaldada por la gente para este cargo y sobre todo después de la derrota que había sufrido en 2019?
En un momento de mi actividad política, me saqué los filtros. La gente me ayudó mucho a eso, a aprender a vivir los abrazos, como te decía. Yo me empecé a dar cuenta de que tenía que hablar y explicar las cosas que pensaba, por más complicadas que pudieran parecer, porque la gente es inteligente y me iba a entender. Y después, destaco el equipo, el armar propuestas en mi afán frenteamplista de proponer, no solo criticar. Yo quiero mucho a Montevideo, así que lo disfruté. Y este año lo estoy disfrutando mucho, porque a pesar de los problemas que tenemos, que tiene la gente, lo que disfruto es que estamos metiéndole y trabajando, y que está dando resultados.
El FA venía acostumbrado a ser gobierno a nivel nacional y departamental en Montevideo en forma simultánea, y le tocó a usted ser parte del cambio. ¿Cómo ha sido su relación con el gobierno?
En campaña, ustedes (los periodistas) me preguntaban cómo iba a hacer, y lo mismo que yo decía en aquel momento, lo digo ahora: tenemos una relación seria, entre instituciones. Nosotros estamos para complementar y colaborar, lo cual no quiere decir no marcar posiciones distintas; hay que encontrar puntos de contacto, porque lo que está en el centro, como dice el programa del FA, es la gente.
Pasado su primer año de gestión en Montevideo, ¿cómo definiría la realidad actual del departamento?
No la puedo definir al margen de la situación del mundo y del Uruguay, sin considerar que se han perdido miles de puestos de trabajo, que estamos en una pandemia, que hay incertidumbre. Por otro lado, creo que la solidaridad fue una de las cosas que nos sostuvo como pueblo.
En términos de nuestras responsabilidades, hemos avanzado mucho, tenemos una estrategia dirigida al ambiente que se llama “Montevideo más verde”, que está funcionando bien y que va a crecer en 2022. Hemos desplegado el Plan ABC en todas las áreas de Montevideo y en todas las disciplinas: trabajo, salud, igualdad, alimentación, territorio. Estamos trabajando en su reformulación para avanzar en varios aspectos. Ha sido un año de muchísimo trabajo.
Ahora estamos saliendo con mapas de calor en temas de ambiente y de movilidad, que son cosas que yo había prometido en campaña y las estamos logrando, o sea que los ciudadanos van a tener a Montevideo en su celular y van a poder ver cómo están las cosas, dónde están los problemas y si avanzan o no.
¿Cree que el Plan ABC ha contribuido a contrarrestar los efectos de la pandemia sobre los montevideanos?
Creo que ha aliviado… les hemos provisto alimentación a más de 300 ollas populares, hemos recuperado 64 toneladas de alimentos de la UAM que se iban a tirar, hemos hecho llegar líneas de buses a donde nunca antes habían llegado, hemos generado acciones nuevas de salud, como policlínicas y vacunatorios móviles, entre otras cosas.
“La meta es que sea la ciudad más limpia y más hermosa”
En materia de residuos, que suele ser un área crítica en la capital, la intendenta afirmó que desde la comuna se está marcando una tendencia al cambio cultural, para lo cual empezaron sacándoles las papeleras a cinco plazas. “La meta es que Montevideo sea la ciudad más limpia y más hermosa”, indicó.
Cosse contó a La Mañana que hace poco, el director de Desarrollo Ambiental de la IM, Guillermo Moncecchi, pasó por una plaza y al ver que en el medio había una papelera, pensó: “qué fea queda ahí, vamos a sacarla”. Mientras un funcionario la quitaba, un vecino cruzó y le agradeció.
La idea es seguir haciendo esto en todas las plazas que midan menos de 500 metros cuadrados, adelantó la jerarca. “¿Sabés qué me empieza a pasar? Que veo plazas con papeleras y me molestan, como el salero en la mesa o como cuando alguien prende un cigarro”, ejemplificó. Y opinó que “eso no va a cambiar el mundo, pero sí va a empezar a permitir construir una comunidad”.
Además, comentó que la experiencia que han tenido con los bolsones para reciclaje ha sido “fabulosa”, por lo que apuntan a expandirla. “Estamos en un nivel muy bueno de recolección, es un trabajo muy intenso con los funcionarios, y vamos a seguir”, señaló.
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