Tabaré Viera nació en la ciudad de Rivera en 1955. Sus padres eran maestros en escuelas rurales y años más tarde, en la ciudad. Inclusive, su primera maestra fue su mamá. Los recuerdos que tiene de su infancia son alegres, en una Rivera muy diferente a la de hoy, caracterizada por la tranquilidad y donde se jugaba a la pelota en la calle. Su niñez transcurrió entre campamentos y aventuras al aire libre, como miembro del Movimiento Scout, en el que hizo sus mejores amigos.
No tenía claro qué quería hacer cuando fuera grande, pero siempre tuvo una vocación por los movimientos juveniles y sociales. Ya en el liceo inició una actividad gremial estudiantil que fue la que despertó su interés por la política, que es “netamente de servicio público”, según dijo en conversación con La Mañana. También dictó clases de Matemáticas durante un tiempo –aunque aclaró que no tiene el título de profesor-.
¿Cómo fueron sus comienzos en política? ¿Por qué el Partido Colorado (PC)?
Los comienzos fueron en el año 71, por invitación del entonces senador Guido Machado Brum, que era un caudillo riverense. Yo soy un colorado y batllista por convicción de las primeras horas, por haber leído la historia, lo que fue el partido en todas las etapas importantes del país, la independencia de nuestra república con las gestas de Fructuoso Rivera, y la impronta de Batlle y Ordóñez modernizando el Uruguay, imponiendo su ideología de libertad y de justicia social.
Luego, en la dictadura, hicimos lo que pudimos. Los primeros años fueron muy duros y no hubo ninguna manifestación política. Más tarde logramos hacer algunas actividades en las que se comenzaba a hablar de temas políticos, entre amigos, en eventos sociales. En el año 80 empezamos a trabajar por el plebiscito, pero no fue fácil, todo dependía mucho del jefe de Policía de cada departamento, que habilitaba o no los encuentros. En Rivera tuvimos que hacer campaña en forma casi clandestina.
En el 84, con solo 29 años, fue electo diputado por Rivera. ¿Cómo recuerda ese primer período en el Parlamento? ¿Cómo fue pasar por esa etapa de transición a la democracia?
Tengo gratísimos recuerdos de ese período en el que todo era ilusión. Fue fundamental el proceso del 80 al 84 con el plebiscito, con las elecciones internas del 82. Muchísimos actores de todos los partidos nos conocíamos y teníamos un ideal común que era la democracia, la reorganización institucional de la vida nacional.
Inicié la actividad parlamentaria con la responsabilidad de reorganizar muchas cosas, como el trabajo del primer Presupuesto Nacional después de 11 años –yo estaba en la Comisión de Presupuesto-. Fue una experiencia que viví muy intensamente. Había una cantidad de leyes que había que estudiar y validar porque no habían sido aprobadas por un Parlamento legítimo, y había que hacer toda la tarea de pacificación del país, que estaba dividido y enfrentado.
No fue solo un período de transición. El primer gobierno encabezado por Sanguinetti fue muy fermental, se aprobaron leyes esenciales para el desarrollo del país y verdaderas políticas de Estado. Basta recordar la Ley Forestal de 1987, una ley de desarrollo, de descentralización, de apoyo a la producción; la creación del sistema de free shops para atender a zonas que estaban muy mal económicamente; la Ley de Zonas Francas.
Durante el gobierno de Lacalle Herrera usted fue director de OSE en representación del PC. ¿Qué aprendizajes se llevó de esa gestión?
OSE es una empresa estatal con un carácter social, por lo tanto, fue un trabajo muy interesante, con una atención social como el acceso al agua potable, que en Uruguay, felizmente, está asegurado casi en el 100% de las zonas urbanas a través de OSE. Es una empresa que necesita permanentemente de planes, inversión, desarrollo. En aquel período en particular había grandes dificultades en el abastecimiento de agua potable por el crecimiento en las zonas metropolitanas.
Recuerdo recorrer y conocer cada pueblo del país, y atender en gran medida muchas de esas demandas, sobre todo, de agua potable, y el aumento del saneamiento en el interior, que le compete a la OSE (en Montevideo es potestad de la Intendencia). También fue un gran aprendizaje en materia de administración pública.
¿Cómo era la situación del agua entonces y qué cambió en todos estos años?
El Uruguay tiene mucha suerte por varias cosas, entre ellas, por tener un servicio público como el de OSE, que da garantías especiales hasta el día de hoy. El agua que brinda OSE es de muy buena calidad y está muy monitoreada y controlada. Tiene un laboratorio con altos estándares de trabajo.
El problema que hay hoy es con el agua bruta, que ha ido evolucionando por efecto del cambio climático, y hay inconvenientes con algunas de esas reservas por la proliferación de algas, lo que hace más difícil el tratamiento. Pero el agua tratada, potabilizada y distribuida por OSE, siempre ha sido una garantía para los uruguayos.
En el segundo gobierno de Sanguinetti se desempeñó como vicepresidente y luego presidente de Antel. En esa época, la realidad de la tecnología y la telefonía era diferente. ¿Cómo lo vivió? ¿Qué destaca de su pasaje por el organismo?
Antel ha probado con creces que las empresas del Estado pueden y deben ser eficientes. Es una empresa de punta que ha logrado los mejores estándares de calidad y de acceso universal a servicios tan relevantes como los de telecomunicaciones.
Nuestro período de gobierno fue importantísimo, porque comenzamos eliminando una demanda insatisfecha que había de solicitudes de teléfono –no se lograban conexiones telefónicas-. Nos trazamos un plan de eliminarla en 15 meses y lo logramos, incorporando nuevas tecnologías.
También desarrollamos la telefonía celular a través de Ancel, con la automatización y la digitalización en un 100%. Empezamos con la fibra óptica, con el establecimiento del servicio de datos por internet, y ahí creamos el Adinet. Luego lanzamos el ADSL y avanzamos en la conectividad con el mundo entero. Aseguramos el acceso a la telefonía celular en todo el territorio nacional y pudimos progresar en la telefonía rural, que fue un hito. Concluimos el período con la Torre de las Telecomunicaciones, que fue culminada en el quinquenio siguiente.
Más tarde fue intendente de Rivera, en un período muy complejo para el país, marcado por la crisis del 2002. ¿Cómo era la situación del gobierno departamental?
La Intendencia de Rivera era una de las tres más endeudadas del país. Yo asumí en julio del 2000, con los funcionarios manifestando porque no cobraban su salario. La Intendencia tenía una deuda equivalente a un año y medio de ingresos y ya empezaban algunas dificultades económicas hacia lo que fue la crisis del 2002.
¿De qué forma logró sortear esas dificultades?
Fueron años muy difíciles, de una gestión muy austera, de reestructuración administrativa y económica. Históricamente, cuando entraba un intendente, cesaba a una cantidad de funcionarios, pero nosotros nos comprometimos a no cesar a nadie, aunque sí bajamos el número de personal por la vía de no reposición. En 2002 tuvimos un aporte muy importante del sindicato e hicimos un convenio por el cual nos rebajamos el sueldo todos. Afortunadamente, al año ya estábamos volviendo a la normalidad.
Con un gran equipo pudimos salir adelante, sanear las finanzas de la Intendencia, y a los dos años comenzamos a desarrollar planes con los que fuimos haciendo una verdadera transformación en materia de infraestructura y de servicios. Eso derivó en que yo fuera el primer intendente reelecto en la historia de Rivera, lo cual considero un gran honor.
Luego de 10 años como intendente, fue senador, y al período siguiente, diputado, coincidiendo con los últimos dos gobiernos frenteamplistas. ¿Cómo fue el trabajo en ese rol, pero esta vez en la oposición?
Yo trabajé en una cantidad de proyectos de los que fui autor o coautor, pero era difícil que prosperaran al estar en la oposición. La propuesta de gobernanza del Frente Amplio (FA) era trabajar exclusivamente con su mayoría, y por lo tanto tenía pocas posibilidades de aportar. Yo siempre traté de hacer no solamente una oposición crítica, sino también constructiva, pero fue prácticamente imposible concretar algunas ideas.
En este quinquenio volvió al Senado, pero como oficialista. ¿Cómo fue su experiencia en este año y medio?
En este caso se plantea una forma de trabajo distinta. El propio presidente de la República, incluso para la interna del oficialismo, que es una coalición, ha trabajado con una amplitud que permite que funcione realmente la separación de poderes. Leyes tan importantes como la Ley de Urgente Consideración o la Ley de Presupuesto han sido enviadas sin acuerdos previos para ser trabajadas en el Parlamento; es una concepción de respeto por el trabajo parlamentario.
¿Cómo evalúa el funcionamiento de la coalición hasta el momento?
La coalición funciona muy bien, siempre es mejorable, porque es algo nuevo. Ya habido coaliciones en otros períodos de gobierno, pero no de cinco partidos, como esta, basada en un compromiso programático. Tenemos que apuntar a un acuerdo más allá de una alianza electoral o de gobierno. La ciudadanía apostó a un cambio, al buen funcionamiento de esta coalición, y esa responsabilidad nos lleva a que tengamos que seguir madurando esta asociación política.
¿De qué manera propone hacer eso?
Yo creo que es necesario institucionalizar la coalición con algunos órganos de funcionamiento. Tenemos un ámbito parlamentario a través de las bancadas y otro ejecutivo a través del gabinete. El presidente ha conformado un espacio con los líderes de los partidos y la coordinación entre el Poder Ejecutivo y el Parlamento, que se reúnen mensualmente. Pero la coalición vino para quedarse y tenemos que seguir formalizándola, reglamentándola; los reglamentos son buenos para saber a qué atenerse, los ámbitos de trabajo, de negociación. Tenemos diferencias, no las escondemos, y han sido bien administradas incluso sin estos órganos, llegando siempre a buenos acuerdos y con respeto.
¿Qué tipo de órganos entiende que deberían crearse?
Tiene que haber un órgano de coordinación política con representación de los partidos y sectores y tenemos que avanzar en las coordinaciones departamentales. La coalición fue nacional y después se dio de hecho en algunos departamentos, pero para la próxima elección tenemos que hacerla funcionar en los 19 departamentos.
Recientemente le tocó asumir como ministro de Turismo en forma sorpresiva, en medio de acusaciones de ilícitos contra el exministro Germán Cardoso. ¿Qué desafíos representa esto?
Es un desafío que no estaba planificado, nos tomó bastante de sorpresa. Asumimos en circunstancias muy especiales, no solo políticas, sino también del sector turístico, y ese es el mayor desafío, porque es uno de los sectores que más ha sufrido la crisis producto de la pandemia. Tiene una gran importancia para la vida del país en materia económica, en generación de empleos, y está muy golpeado.
¿Cómo ha sido el trabajo de cara a la apertura de fronteras?
Apenas asumí nos pusimos a trabajar en este proceso de apertura que comenzó en setiembre para los extranjeros propietarios. Si todo sigue así, el 1º de noviembre se abrirán las fronteras en forma general, con la inminencia de una temporada turística de verano que también es muy importante –si bien hay turismo en todo el año en el país-.
Entramos con la experiencia en gestión pública, pero aprendiendo sobre el turismo, analizando y tomando decisiones en lo que respecta a la planificación estratégica del ministerio junto al equipo. También trabajamos en coordinación con los 19 gobiernos departamentales, con el Ministerio de Ambiente, el Ministerio de Educación, la Secretaría de Deportes y los operadores privados. Yo no llegué al ministerio con ánimos refundacionales, en materia de turismo hay verdaderas políticas de Estado que obviamente vamos a continuar.
¿Qué expectativas tiene para la próxima temporada?
Se están terminando de definir los protocolos, se va a exigir la vacuna y el test, para las fronteras y en particular para el turismo de cruceros, que ha sido muy importante en los años anteriores. Estamos trabajando en la promoción tanto en el exterior como dentro de Uruguay. Cada crisis presenta nuevas oportunidades y la pandemia es un buen ejemplo, dado que hubo muchos uruguayos que al no poder viajar al exterior conocieron el país y se quedaron maravillados, así que vamos a fortalecer esos destinos turísticos.
Estamos definiendo el paquete de beneficios para los turistas en cuanto a la devolución del IVA en gastronomía, hotelería, entre otros. A su vez, para las empresas que salen con muchas dificultades de esta crisis, se mantienen algunos beneficios que había otorgado el gobierno, como exoneraciones de aportes patronales y acceso a los créditos SIGA.
Las políticas de frontera: un reclamo persistente
Rivera padece los mismos problemas que el resto de los departamentos de las fronteras, sobre todo, dada la diferencia cambiaria con Argentina y Brasil. Eso implica que los precios de productos y servicios sean mucho más bajos del otro lado, lo que trae consigo una considerable pérdida de competitividad frente a los países vecinos. Para Viera, esa realidad no es nueva, pero no por eso deja de ser preocupante.
En su departamento de origen, además, no es posible cerrar la frontera, que “en vez de dividir, une” a ambas poblaciones. “Eso nos enorgullece porque es un ejemplo de convivencia pacífica para el mundo, son dos ciudades en una sola”, comentó.
Es por esto que la apertura de fronteras que se avecina no va a cambiar la situación particular de ese lugar. De todas maneras, allí hay “serias dificultades” en la competitividad, sostuvo, por lo cual desde hace años viene reclamando que se generen políticas de frontera, a fin de que los comerciantes puedan subsistir.
“El precio de las naftas en las fronteras es un buen ejemplo”, consideró. A su vez, destacó los esfuerzos que se están haciendo en esta materia y los recientes anuncios respecto de los beneficios tributarios destinados a los comercios de la zona. No obstante, indicó que será necesario seguir trabajando en esa línea.
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