Entramos en la última etapa del proceso electoral que nos muestra algunas particularidades, esto es la consagración explícita de la división del país en dos grandes bloques -enfrentados- desde el punto de vista político electoral.
Cuando hablamos de la consagración explícita no es que se nos escape que ya en elecciones anteriores particularmente a partir de la implantación en el Uruguay del sistema de balotaje y más particularmente aún a partir de la elección del año 2004 insistentemente se ha planteado la confrontación entre lo que se denomina dos modelos de país, a saber: el de los partidos fundacionales y el del frente amplio.
Sin embargo y como señalamos antes esta elección determina algunas particularidades en el caso de los partidos fundacionales el explícito señalamiento de que, en caso de resultar electo uno de esos partidos -todo parece ineludiblemente indicar que será el Partido Nacional- concurrirán a la conformación de un gobierno de coalición que, dicen, hoy incluye además al P.I. No sabemos qué ocurrirá con otros partidos y por razones de espacio no resulta imposible analizar hecho en este artículo.
Estamos absolutamente convencidos de que lo mejor qué les puede ocurrir a los ciudadanos de este país es que es que triunfar frente amplio y nuevamente el centro político del país pase por un partido que puede brindar la previsibilidad, la seguridad jurídica, la estabilidad y -desde allí- el impulso productivo y social que continuamos necesitando profundizar.
Sin embargo, ningún cambio profundo, auténtico y perdurable será posible si no nos planteamos explícitamente la necesidad -y los instrumentos concretos para abordar y desarrollar esa necesidad- de un gran proyecto nacional enmarcado en la explícita decisión de ser un país abierto al mundo pero apuntando a un desarrollo social, cultural, económico que apunte a la integración política y social de la región y de Latinoamérica.
La globalización económica, financiera y cultural es, por un lado, un hecho tecnológico -inevitable- y, por otro lado, una ideología y una visión del mundo. En el futuro inmediato, hasta dónde se puede prever, no vamos a asistir a la desaparición de los estados soberanos y menos aún a la desaparición de las nacionalidades. Si continuaremos asistiendo a los intentos de uniformización cultural y dependencia tecnológica, financiera, comercial y económica desde los grandes centros de poder mundial, de debilitarnos en nuestras capacidades de desarrollo de forma tal de intentar que siempre seamos, inevitablemente, entidades formalmente soberanas pero siempre necesitadas de “tutela” o “apoyo”.
Tenemos diferencias -rol del estado y sus niveles de intervención en la economía y en la sociedad, el papel de los sindicatos, la agenda de derechos, algunos aspectos de la visión acerca de la propiedad privada, etc.-. Y sin duda, estoy convencido de la necesidad de un nuevo gobierno con centro de gravedad en el FA y con la visión puesta esencialmente en los trabajadores y en los más necesitados. Pero nada de eso debe hacernos olvidar que, en este mundo en que vivimos, en casi todos los casos, para un habitante del suelo oriental no hay nada mejor que otro habitante del suelo oriental y la región -sin auto encierros, ni chauvinismos-.
Sobre la concreta agenda en la que este planteo debería centrarse, cuando él más que amable editor así lo entienda, volveremos a ocupar este espacio para plantearlo concretamente.