¿Qué le dejó esta campaña electoral?
La satisfacción de ver que aquellos propósitos que nos habíamos fijado cuando iniciamos esta etapa de nuestra vida política se alcanzaron. El PC volvió a ser relevante y decisivo electoralmente y la idea de la coalición se instaló. Cuando arrancamos, en mayo de 2018, estaban muy lejos las dos cosas, y hoy lo veo como un saldo muy positivo que nos genera una gran tranquilidad. La idea de la coalición fue asumida por la oposición. Cuando la planteamos a los dos líderes blancos (Lacalle Pou y Larrañaga) todavía era algo de lo cual nadie hablaba, pero esto lo asumió Lacalle y eso nos ha hecho mucho bien para el cambio que estamos procurando.
¿Confía en que va a ganar la oposición, tal como vaticinan todas las encuestas?
Todo indica que es favorable la situación y que el FA ya no tiene respuestas. Se ha hablado mucho estos días de las fotos. Yo creo que las dos fotos definen la situación. Esta es una alternativa entre el continuismo y el cambio, y las dos fotos están claras. La del cambio se vio el otro día en el Molino de Pérez, donde junto a Luis Lacalle estuvieron los candidatos de la oposición que compitieron con él. La foto del FA también definió claramente que esto es el continuismo. Su mensaje es: “creemos que estamos muy bien, que lo que se está haciendo está muy bien y vamos a intentar hacer más de lo mismo con los mismos”. Por eso la foto de Mujica, Astori, Bergara, Leal.
Dentro de la coalición de la oposición también ha habido algunos desencuentros.
Las coaliciones siempre suponen la alianza de cosas distintas, no es algo unánime, incluso en un mismo partido suele haberlas. Si uno mira la coalición frentista, está muy claro que si bien se ha mantenido unida, el Partido Comunista, el MPP y el PIT-CNT han tenido una capacidad de veto que le ha impedido a los otros sectores hacer cosas tan importantes como un tratado de libre comercio con Estados Unidos o intentar la más mínima reforma en materia de educación. Esas diferencias están en los dos sectores, la ventaja está en que a la coalición multicolor hoy la une un propósito de cambio y eso le genera una particular motivación, que a nuestro juicio va a ser la amalgama del trabajo de estos años, que no van a ser sencillos porque no se va a heredar una situación fácil.
¿Es optimista en cuanto a la capacidad que tendrán para articular pese a esas discrepancias?
Yo soy optimista. Para eso está la política. Yo he vivido muchos gobiernos, como ministro, como presidente, he participado de todo tipo de coaliciones o de gobernabilidades y creo que ahí está el arte de la política. Luis Lacalle ha demostrado que es un gran articulador, sus decisiones han sido claras. El día de la elección configuró su fórmula y ahora logró ser el coordinador de la coalición, y en nueve días tenía un acuerdo programático con compromisos.
“La foto del FA define claramente que esto es el continuismo. Su mensaje es: “creemos que estamos muy bien, que lo que se está haciendo está muy bien y vamos a intentar hacer más de lo mismo con los mismos”. Por eso la foto de Mujica, Astori, Bergara, Leal.”
Usted ha sido siempre un gran componedor y en este caso no fue la excepción. Como decía, fue uno de los grandes impulsores de esta coalición. ¿Qué cree que puede aportar desde su experiencia para que tenga éxito?
A esta altura de mi vida lo que quiero es colaborar con mi partido y desde los lugares que se pueda con el buen funcionamiento del próximo gobierno. No aspiro a ningún protagonismo particular, pero sí voy a contribuir con todo lo que pueda para que esto funcione.
¿Le gustaría tener un rol activo en esa coalición?
Lo más activo posible y lo más silencioso posible.
¿Por qué?
Porque ya no estoy compitiendo con nadie, estoy simplemente como servidor de las causas a las que he servido toda mi vida. Soy un servidor del Estado democrático, soy un colorado y un batllista convencido y lo que me importa es seguir ayudando a esas causas. Esta etapa, como le decía al principio, me ha dejado un saldo muy amable para mi vida.
¿Qué rol debería tener el PC en esta coalición?
El rol de ser un socio activo, proponente, con gente capacitada, que la tenemos, y sobre todo con un formidable espíritu de colaboración. El país está necesitando un cambio en sus procedimientos, en su modo de discutir, en sus ideas, en sus valores, sacudirse los prejuicios que instaló el FA, que en el camino perdió todos los titulares de su ideología: no pagar la deuda externa, romper con el Fondo Monetario, hacer la reforma agraria, nacionalizar la banca. Todo eso lo perdieron pero dejaron el remanente de los prejuicios, o sea, administraron una economía de mercado pero con el prejuicio de que era mala y de que era mucho mejor una economía socialista, administraron una política exterior nacional pero con la idea de que debía servir a la causa internacional de los movimientos populistas o pseudosocialistas que hay en el mundo; digo pseudosocialistas porque el socialismo se cayó hace 30 años con el Muro de Berlín.
Han surgido en las últimas semanas algunas voces dentro del PC que optan por Martínez. ¿Eso cómo lo analiza?
Son todas expresiones individuales sin ninguna relevancia política.
¿Qué piensa del papel que está jugando la central sindical en esta campaña?
Es un brazo político del FA, que más de una vez parece a la inversa, es decir, que el FA es el brazo político del verdadero poder, que es el sindical. Los dirigentes, por los que tengo respeto, reivindican usualmente su independencia, pero en los hechos muestran su adhesión política al FA.
Estos días lo hemos visto. Me he enterado por algún obrero de la construcción que se realizaron asambleas en el espacio de la hora sindical que prevén los convenios, que se transformaron en arengas para que se vote a Martínez. La invocación es que se van a perder cosas, que van a ocurrir cosas tremendas. Nadie lo propone, nadie lo dice, no está escrito, pero se asusta, se genera eso. Hicieron una campaña contra la propuesta de Larrañaga diciendo que el miedo no es el camino y el miedo es hoy el único argumento que están manejando para defender su coalición, el miedo a que el triunfo de los partidos tradicionales signifique una tragedia, como si toda la legislación social del país, desde la legislación obrera hasta los centros CAIF, no fuera obra del PC. No son ellos quienes pueden asumir ese rol equívoco de reivindicar un reformismo social que ha sido la razón de ser de nuestro partido.
¿Cuáles son las medidas principales que debería implementar la coalición de gobierno en caso de que la oposición gane el balotaje?
Yo no creo en la espectacularidad de las medidas, nunca he sido entusiasta de esos eslóganes de “balance de los primeros 100 días”, “medidas de la primera semana”. El esfuerzo va a ser continuo. Según anuncia Lacalle, lo primero que va a hacer es enviar una ley de urgencia con un contenido amplio y supongo que ese será el primer esfuerzo del gobierno, articular una ley en la cual se incluyan las primeras grandes decisiones, que tendrán que rezar sobre educación, seguridad, y cuya hoja de ruta está más o menos definida en el “Compromiso con el país”. Lo que se ha asumido es el compromiso de seguir un rumbo claro. Lo que importa en estas cosas es el rumbo y creo que el que se ha definido es el acertado. No es por casualidad que hoy tengamos un 10% de desocupación ni que la inflación esté bastante fuera del parámetro definido ni que tengamos un ponderable déficit fiscal que en el tiempo va a ser insostenible si no se le procura una solución paulatina.
¿Lo atribuye a un mal manejo económico del FA?
El FA despilfarró la mayor bonanza de precios internacionales que hubo en la historia. Esta bonanza fue el resultado de una gigantesca prosperidad, amasada por una irrupción sin precedentes de China, de un Estados Unidos que ha seguido el ritmo y de una Europa que si ha perdido peso político no ha dejado de ser un enorme espacio económico y un enorme mercado. La demanda de alimentos y de minerales que ocurrió en estos años fue algo notable, fueron saltos espectaculares en la soja, en la leche, en la carne, en el cobre, en el estaño, en el litio, en todos los minerales. El FA despilfarró eso, le sirvió para ganar elecciones porque repartió dinero, pero ¿cuál fue el legado? Cuando esa bonanza pasó, nos quedamos con un Estado ensanchado, con compromisos políticos ampliados, una deuda externa triplicada y sin capacidad ni impulso económico. La prueba está en que apenas hemos tenido un crecimiento mínimo, entonces ahora tenemos que reformular la política, regenerar la confianza para estimular el empuje de inversión que pueda venir del sector privado, es decir, el Estado tiene que generar el estímulo para que el sector privado vuelva a sentir que vale la pena invertir. Cuando hablo del sector privado no estoy hablando ni siquiera de las grandes inversiones internacionales, estoy hablando de la mediana y pequeña empresa uruguaya que es la que más genera empleo y que hoy está a la expectativa, con un gran agobio de impuestos, con un Estado voraz y un mercado que está estacionario, que no produce grandes expectativas.
¿Cómo vislumbra su trabajo en el Parlamento?
Vamos a estar respondiendo al gobierno. El Parlamento en estos años, especialmente los primeros, tiene que responder al gobierno. La coalición se hizo justamente para construir las propuestas que tenemos que hacer y que estarán reflejadas en esas primeras medidas legislativas como la ley de urgencia.
Los orígenes, las dos tradiciones y el recuerdo de grandes figuras
Usted es bisnieto de “Chiquito” Saravia (el hermano de Aparicio) e hijo de un padre colorado y de una madre blanca. ¿Cómo era vivir en una casa con esas dos tradiciones marcadas?
Mi familia tuvo las dos tradiciones. En la batalla de Tupambaé estaban mis dos abuelos, Norberto Sanguinetti y Zoilo Coirolo. Este último estaba casado con Regina Saravia, hija de “Chiquito” Saravia, del cual el otro día compré un retrato al óleo. Nunca había visto uno porque de él hay solo fotos, esas que se reproducen cuando se recuerda la batalla de Arbolito y la heroica carga y todas esas cosas que la tradición blanca tanto rescata. En mi familia había las dos tradiciones, a mí nunca nadie me adoctrinó. Mis tías coloradas me llevaban a los actos colorados y mis tíos blancos a los actos blancos, del Partido Nacional independiente, porque mi abuela Regina, a diferencia de sus hermanas que eran herreristas, era blanca independiente.
¿Qué lo hizo colorado?
A mí me hizo colorado la temprana vocación por la historia, que me aproximó al hacer constructivo del PC del Estado, mucho más que a la rebeldía blanca romántica.
¿Qué le provoca la figura del general Rivera?
Una enorme admiración y un gran cariño. Es un personaje notable y no se puede entender la independencia sin él. Artigas construyó el artiguismo pero Rivera es el artiguismo posible. El de Artigas fracasó como proyecto político porque no pudo con Buenos Aires. Rivera, en cambio, pudo con Buenos Aires y pudo con el imperio, y construyó el artiguismo posible a fuerza de inteligencia, astucia y patriotismo. Para mí el momento más importante de su vida y de la República es cuando él se queda y Artigas se va, porque él ahí funda la esencia del PC, que es la ética de la responsabilidad, es decir,
aquella que nos impone a los políticos tratar de defender nuestros principios pero nunca desentendiéndonos de su aplicación práctica, por oposición a la ética de la convicción, que lleva a defender los principios sin medir las consecuencias. Además, la humanidad de Rivera lo hace simpático, lo lleva a uno al afecto. Esta leyenda negra infundada e ignorante que ha aparecido por el tema de los indígenas, ha llevado en los últimos tiempos a ensombrecer esa figura de enorme humanidad que fue siempre; fue el más generoso, el más magnánimo, el más humano de nuestros caudillos.
¿Se podría decir que Batlle y Ordóñez y Pedro Manini Ríos en su momento se complementaron para sentar las bases del Uruguay social y moderno?
En torno a Batlle hubo una generación extraordinaria en la cual hubo gente muy importante como Domingo Arena, que era el líder de las causas sociales; técnicos del Estado como el presidente Williman o el presidente Serrato; y figuras políticas importantes como Feliciano Viera, Pedro Manini Ríos, Baltasar Brum y Gabriel Terra. Pedro Manini Ríos fue un gran hombre de Estado, ministro de Batlle y Ordóñez, de Baltasar Brum, de Serrato y de Gabriel Terra. Fue una de las figuras más importantes de aquel tiempo, la prueba está en que fue quien acompañó a Batlle y Ordóñez en sus años intermedios entre las dos presidencias. Luego los separó el ideal colegialista, que los llevó a ese distanciamiento que dividió al partido durante tantos años, hasta que en la Constitución del 67 volvimos a retomar el presidencialismo.
¿Cómo recuerda a Pacheco Areco?
Con Pacheco fui compañero de Cámara, tuvimos siempre una muy buena amistad, fui su ministro de Industria en momentos difíciles y por encima de todo creo que era un colorado sustantivo, con un enorme sentido del Estado. Le tocó enfrentar una situación anormal, de guerra interna, y lo hizo siempre con ese pensamiento republicano esencial que le permitió llegar a la elección e incluso ser el más votado.
¿Qué ventajas cree que le dio al sistema democrático uruguayo la reforma constitucional del 96?
Lo que se intentó en aquel momento fue ir a una doble vuelta para darle más estabilidad a un sistema que había empezado a fragmentarse. Nuestra historia era bipartidista. En aquel momento apareció el tripartidismo y eso conducía a presidencias frágiles si no se les atribuía el poder que significara la doble vuelta. Esa fue la razón por la cual fuimos a ello. Alguna gente del FA dice que se hizo en su contra, no, se hizo para que si el FA ganaba, llegara al poder el día que tuviera una mayoría real. El que llegara tenía que hacerlo arropado en una mayoría popular y eso reza hoy también para Lacalle.