La comuna estima que en Montevideo hay unos 210 basurales, principalmente en la periferia de la ciudad. Por otro lado hay un solo lugar adonde van a parar todos los residuos recolectados: la usina de Felipe Cardozo, donde a diario llegan 2.600 toneladas de basura, creándose montañas de 40 metros de altura. Por año ingresan al lugar más de 900 mil toneladas de residuos.
El problema de la basura en la capital del país parece no tener fin, y mientras la candidata de la coalición, Laura Raffo, promueve con su programa de gobierno impulsar la clasificación domiciliaria de residuos y el reciclaje, sus contrincantes del Frente Amplio (Carolina Cosse, Daniel Martínez y Álvaro Villar) señalan que se deben llevar adelante “modelos de gestión innovadores en materia de limpieza y recolección de residuos e incorporar mejoras en los mecanismos de recolección, implantando modalidades y sistemas adecuados para cada barrio”.
Pero más allá de las declaraciones, la realidad muestra que, en los últimos 30 años de gestión del Frente Amplio, Montevideo no ha podido solucionar un problema que ya parece endémico y que viene desde tiempo atrás.
La pandemia tuvo su efecto en la cantidad de residuos que generan los montevideanos. Entre mediados de marzo y fines de abril, la IMM recolectó 55 mil toneladas de basura, mientras que en igual período de 2019 la cifra era de 60 mil toneladas.
La explicación es que la menor actividad comercial y de la construcción bajó la generación de residuos. A esto se sumó que muchas empresas también lo disminuyeron, ya que sus funcionarios realizaban trabajo en línea.
Según Laura Raffo, con el reciclaje se podría lograr extraer por año 600 millones de pesos.
Uno de los puntos centrales del debate de la basura en Montevideo es el reciclaje. Según las estimaciones de la candidata de la coalición a la comuna, Laura Raffo, con el reciclaje se podría lograr extraer por año 600 millones de pesos, un cuarto del presupuesto de la división limpieza de la comuna.
Para Raffo el tema central pasa por no tratar de manera igual a los ocho municipios que hay en el departamento. En todos se emplea el mismo sistema de recolección (mediante contenedores) pero la realidad de cada zona es bien diferente. Según dijo, “lo que se puede recuperar va para un lado, lo reciclable para otro. Lo que se puede convertir en abono será utilizado y solamente una ínfima parte será enterrada en caso de que sea necesario y previo tratamiento”.
En el programa de gobierno de Raffo, se señala que los desechos orgánicos representan cerca del 50% de los residuos domiciliarios que hoy van directamente a relleno sanitario, esto es, a enterramiento en la Usina de Felipe Cardoso, “con el alto componente de pérdida de recursos, y la saturación de un espacio que solo degrada nuestro entorno. Estos residuos son totalmente compatibles con el compostaje (abono natural), el método más barato y simple de valorización que proporcionará productos de calidad que pueden utilizarse en la agricultura”.
Este punto en particular fue lo que llamó la atención del diputado del Partido Ecologista Radical Intransigente (PERI), César Vega, quien manifestó días atrás su apoyo a la candidatura de Raffo. Técnicos del PERI especializados en el tema de reciclaje de residuos participaron en la elaboración del programa de la candidata, y se espera que estos tengan una activa participación en la comuna, en esta área, si Raffo llega a ser intendente de Montevideo.
Ante esta propuesta, el intendente de Montevideo, Christian Di Candia, debió admitir que hoy en día solo se recicla el 3% de los residuos. La cifra que se maneja de productos reciclables es del 40% del total de lo que va a la basura. Pero llegar a esa cifra es difícil para el jerarca comunal, quien manifestó que debe haber un cambio cultural en cómo la población trata los residuos mientras que anunció que para el año próximo se espera que esté inaugurada una planta de clasificación de residuos que costó USD 4 millones. A ese lugar irá la basura para su recalificación.
Otro punto no menor son los escombros. La construcción es una importante generadora de residuos. Se estima que el 15% de toda la basura que llega a la usina de Felipe Cardozo son escombros, y en el lugar no reciben ningún tratamiento en especial, a no ser que se usen para relleno dentro de la propia usina.
En el programa de gobierno de la coalición se propone que este tipo de basura se pueda transformar en relleno de pavimentos, recuperación para pedregullo o bloques de construcción, entre otros. Se prevé impulsar que la compra de este reciclaje sea realizado por las mismas empresas que producen los residuos de obras.
La vigilancia y las multas
Los habitantes de la capital del país generan por día 1.200 toneladas de basura y en la ciudad hay 13 mil contenedores, según datos de la comuna capitalina. Pero los contenedores se ven muchas veces desbordados, algo que es muy común en varias zonas de Montevideo.
La comuna implementó desde tiempo atrás un sistema de vigilancia en los basurales que tiene detectados, esperando de esta manera disuadir a quienes van a esos lugares a tirar residuos. Dentro de la IMM existe un centro de monitoreo de basurales (con 16 cámaras) las cuales controlan los principales lugares de vertido, pero últimamente también se están utilizando las cámaras de vigilancia del Ministerio del Interior.
Inaugurado en 2016, este centro ha aplicado unas 7.000 multas principalmente por arrojar residuos de jardinería (2023 casos), de comercios (1879 casos) y de materiales de la construcción (1821 casos). Las multas por arrojar ilegalmente residuos van de 2 a 350 UR, o sea entre $ 2.500 y $ 437 mil.
Crónicas históricas
Desde 1800 en adelante, y con el crecimiento de Montevideo, el tema de la basura ha sido algo recurrente. “Las autoridades municipales y nacionales debieron luchar a brazo partido por la preservación contra numerosos factores adversos derivados del proceso de su poblamiento, los hábitos de sus habitantes y la precariedad de sus recursos financieros”, destaca la crónica del libro “Montevideo en el siglo XIX” de Alfredo R. Castellanos.
“En este sentido la limpieza de las calles les resultó una ímproba labor, de dificultades casi insuperables, a pesar de los varios edictos comunales y policiales que conminaban a la población a no arrojar basuras y desperdicios en las calles y ‘huecos’ de la ciudad, y de los servicios de limpieza y recolección domiciliaria, cumplidos con muy escasos recursos materiales”, agrega.
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