La política siempre fue parte de su vida y no dudó en formarse como abogado. Su deseo era especializarse en derecho laboral, pero entendió que el gran problema era la creación de empleo y se decantó por dirección de empresas y competitividad. Tuvo un extenso pasaje por la actividad empresarial, hasta que decidió dedicarse de lleno a la política. Hoy atraviesa su segundo período consecutivo como diputado y está abocado a tratar diversos temas como los cuidados paliativos y el futuro del trabajo, según contó a La Mañana.
¿Cómo era la vida en Flores, su lugar de origen?
Yo me crie en Trinidad, un pueblo muy chico que era un paraíso para los niños, no había ningún lugar del pueblo al que uno no pudiera ir caminando o en bicicleta desde los cinco o seis años. Había un solo liceo, un solo baile, mucha cercanía entre todos los niños, adolescentes; era un gran parque de juegos, un lugar donde todo estaba disponible para nosotros. Mi padre era bancario y mi madre era funcionaria de Salud Pública. Yo hice escuela y liceo allá y a los 18 me vine a estudiar a Montevideo.
¿De qué manera empezó a militar? ¿Qué lo motivaba?
Yo soy del 67, entonces, durante toda mi infancia y adolescencia no se podía hacer política. Cuando comenzó a haber actividades, en el 83, yo fundé y fui el primer presidente del gremio estudiantil del liceo, que fue el primer gremio del pueblo desde el cierre de las actividades gremiales con la dictadura. Era el momento de la recuperación democrática, era todo nuevo para nosotros. Un día el actual presidente del directorio del Partido Nacional, Pablo Iturralde, visitó Flores y me invitó a militar.
Decía que a los 18 se vino a Montevideo a estudiar. ¿Qué le despertó el interés por la abogacía?
Yo no tenía ningún familiar abogado, pero sí tenía buenos modelos y conocía abogados que veía que usaban el conocimiento de la ley para poder trabajar en muchos lugares.
¿Por ejemplo?
Daniel Pastorini, que fue un dirigente de la AUF, fue un modelo para mí.
Pese a que era muy joven, ¿no tenía dudas de su decisión?
No, y también ya me había empezado a gustar la política, que tenía mucho que ver con las leyes. Entre la política y los buenos modelos, enseguida opté por la abogacía.
Tras recibirse se especializó en dirección de empresas y competitividad. Luego, por varios años ejerció la abogacía y se dedicó a la actividad empresarial. ¿Qué lo llevó a seguir ese camino?
Yo al principio quería hacer derecho laboral, pero enseguida me di cuenta de que el gran problema laboral era el empleo. Ya desde esos tiempos supe que crear empleo no era fácil. Yo me recibí en el 92, y mis primeros casos fueron en empresas que tenían concurso o quiebra. Ahí comprendí que el mundo empresarial tenía un potencial enorme, pero que había que ayudarlo, porque hacer empresa no era para cualquiera. Por eso me especialicé en el tema empresarial y sobre todo en cómo una empresa podía ser competitiva para seguir subsistiendo. Todos mis primeros trabajos fueron en la restructuración de empresas que se estaban cayendo, algunas que se habían caído y otras que estaban con dificultades.
Yo trabajé mucho en las cooperativas agropecuarias, y ahí me centré en cómo mejorar la estructura empresarial para poder subsistir, porque yo había visto en mi pueblo empresas que caían, y con ello, mucha gente que quedaba sin trabajo y que no se recuperaba fácilmente. Desde recién recibido aprecié especialmente el valor de la empresa, no solo para el empresario, sino para los trabajadores que podían encontrar su empleo ahí. De esa forma entendí que el mundo empresarial no es fácil, como en el imaginario colectivo del Uruguay se piensa, que ser empresario es una papa. Pero no es así, es muy difícil. Esa fue mi experiencia, y todo mi crecimiento en el mundo profesional fue reestructurando empresas para hacerlas competitivas.
Hace más de dos décadas ingresó al sector agropecuario, donde fue directivo de la Cámara de Industria Frigorífica y miembro de la Junta Nacional de Carnes del INAC. ¿Cómo se encontraba el sector por esos años?
Yo empecé en la industria frigorífica en una empresa cooperativa, en un momento muy difícil para el rubro, e hice todo un trabajo de innovación de la empresa, pero también viví todo el proceso de modernización de la industria frigorífica en Uruguay, fui parte de eso. Yo entré en la industria en el año 98 y estuve hasta el 2010. Viví todo un proceso de crisis muy profunda cuando ingresé, que de hecho por eso entré, porque lo hice como abogado. Creo que hace falta reconocer al ingeniero Roberto Vázquez Platero, presidente de INAC entre 2000 y 2005, que fue el principal artífice de la modernización, crecimiento, desarrollo e inserción internacional de la industria frigorífica, y renovó y puso al INAC en el primer lugar del mundo.
Tuvo que lidiar con la aparición de la aftosa y la crisis del 2002.
Exactamente. Ese proceso de modernización y de desarrollo de la industria frigorífica lo lideró en el peor momento, por eso tiene doble mérito. Por otro lado, nosotros formábamos parte de una nueva generación de industriales que teníamos una mentalidad de insertarnos competitivamente en el mundo.
Hoy contaba que Pablo Iturralde lo invitó a militar al Partido Nacional (PN). ¿Cómo recuerda sus primeros pasos en la actividad política?
Yo siempre hice política, desde la época estudiantil, y en el 84 empecé la política partidaria. Siempre hice militancia gremial, en la facultad también. En el año 87 empecé a militar en el Partido Demócrata Cristiano y en el Nuevo Espacio, que se habían separado del Frente Amplio (FA), es decir, me fui del PN para ingresar en ese grupo, y volví al PN en el 95 con Juan Andrés Ramírez.
¿Qué lo hizo volver al PN?
El proyecto político de Ramírez me motivó y me entusiasmó muchísimo. Yo tenía muchas ganas de volver al partido y ese fue el puente que me facilitó, ahí empecé a trabajar fuerte en política.
En el año 2000 tuvo su primer cargo público como director del Instituto Nacional de Abastecimiento (ex Subsistencias), pero terminó cerrando. ¿Por qué? ¿Cómo fue ese proceso?
A los pocos días de asumir, cuando vi la situación del organismo, le pedí al entonces presidente Batlle para cerrarlo y liquidarlo, y él me dijo: “vamos a esperar 120 días y autorizo a liquidarlo”. No quedó nadie sin trabajo, excepto yo, porque todos fueron redistribuidos por ley y hoy están trabajando. Yo entendí que esa empresa pública no generaba ningún valor para el Estado y sí le costaba varios millones de dólares al año sin ninguna función, y terminé de liquidarla en 2003.
En el segundo gobierno del FA, usted fue director de la Corporación Nacional para el Desarrollo (CND) en representación de la oposición. ¿Cómo fue esa experiencia?
Yo en 2009 había sido candidato a diputado en la lista de Alianza, pero no fui electo y Larrañaga me ofreció la CND. Yo acepté porque el organismo iba a desarrollar todo un nuevo sistema de PPP (Participación Público-Privada), por ese motivo principal, porque me parecía que era un camino de modernización y de hacer más eficiente al Estado, hacer obra y servicio público. Ahí decidí dejar toda la actividad privada, aunque no tenía incompatibilidad. Y en el 2012 mi grupo político fue el primero que decidió apoyar a Lacalle Pou en su camino a la presidencia, y entonces Larrañaga lógicamente se enojó y me pidió el cargo en la CND.
Era un directorio muy profesional, trabajamos casi que consensuadamente, buscando hacer inteligencia colectiva. De hecho, no recuerdo, salvo alguna excepción menor, haber votado en contra. Siempre trabajamos en conjunto, me consultaban permanentemente y tomaban en cuenta mis propuestas y observaciones. Y desarrollamos de cero todo un marco legal nuevo muy complejo e innovador como las PPP, y logré que la oposición también votara ese proyecto en el Parlamento.
En 2015 asumió como diputado nacional por primera vez. ¿Qué aprendizajes se llevó de ese período, donde el FA tenía mayoría parlamentaria?
Yo creo que, aunque hubiera mayoría absoluta, en lo sustancial había espacio y respeto por la minoría. Por supuesto que no es que el FA fuera a cambiar su agenda por la minoría, pero en general se daba el espacio, excepto en las investigadoras.
En su caso, tuvo un rol destacado en la preinvestigadora sobre el Fondes, aunque luego no estuvieron los votos del FA para aprobar la investigadora parlamentaria.
Se nos negó y eso me obligó a ir al Poder Judicial, y finalmente existieron procesamientos y condenas por esa investigación.
Justamente, usted ha sido muy crítico con el manejo del Fondes, donde la gran mayoría de los negocios no prosperaron. ¿A qué lo atribuye? ¿Por qué cree que siguieron adelante pese a las advertencias?
Toda la investigación que hicimos en el Fondes tenía dos objetivos, que fueron alcanzados. El primero era demostrar las irregularidades, porque se usaban fondos con criterios ideológicos, pero sin sustento económico. Por lo tanto, la realidad determinó que todos los proyectos del Fondes, al no tener viabilidad económica y solamente estar motivados por una razón ideológica, fracasaron, y se hicieron a nuestro entender fuera del marco legal y del Estado de Derecho, en la medida en que este exige que el Estado solamente pueda invertir fondos que habilita la ley. En este caso, como eran proyectos inviables, estaban por fuera de la ley, y fue un fracaso rotundo.
El segundo objetivo fue echar por tierra el voluntarismo que dominaba al FA de creer que con solo poner plata se podía hacer una empresa y así generar puestos de trabajo en forma sostenible. Nosotros siempre advertimos y demostramos que para hacer empresa hay que tener un proyecto, un empresario que lo haga viable y sustentable, y en los proyectos del Fondes no había ni una cosa ni la otra, por eso fracasaron todos. La realidad comprobó todo lo que advertimos. Cuando un negocio no tiene sustento económico, el riesgo se multiplica.
Ha manifestado su posición contraria a la eutanasia y el suicidio asistido, tema en gran debate en los últimos tiempos. ¿Por qué?
El proyecto de ley de eutanasia coloca a la sociedad uruguaya en una encrucijada de decidir si vamos a ser una sociedad que cuida a los más vulnerables hasta el final o vamos a ingresar en una sociedad de la cultura del descarte, donde cuando una persona es anciana o tiene una enfermedad, le abrimos la puerta para terminar con su vida. Es un proyecto de ley inhumano, profundamente injusto, porque termina generando una coacción a todos aquellos que sienten que ya no tienen nada para darle a la sociedad; lejos de devolverles razones para vivir, los empujan a la muerte.
Hay una parte de la sociedad y del sistema político que aspira a que se apruebe ese proyecto. ¿Qué opinión le merece? ¿Es posible lograr en este tema una fórmula que conforme a todos?
Creo que hay un profundo desconocimiento sobre cuáles van a ser los efectos en la sociedad y en la cultura que se les va a legar a las próximas generaciones de un proyecto de estas características. Se busca poner el foco en casos excepcionales y no en lo que termina generando, que no es otra cosa que atentar contra la vida y la libertad de todos aquellos que están más vulnerables. Frente a esto, nosotros afirmamos que la verdadera respuesta humana al sufrimiento está en los cuidados paliativos. Hoy el estado actual de la ciencia permite eliminar el sufrimiento sin tener que eliminar la vida, y esta capacidad todavía es ampliamente desconocida, incluso en el colectivo de la salud.
¿Qué se puede esperar del proyecto de cuidados paliativos aprobado en diciembre en la Cámara de Diputados?
Lo que entendemos que sería sabio y prudente para la sociedad uruguaya es esperar la aprobación definitiva de la ley de cuidados paliativos, dar un tiempo para que pueda desarrollarse el sistema y que todos los uruguayos puedan acceder efectivamente a los cuidados paliativos de calidad. Eso demostraría que la enorme mayoría de los que piden la muerte anticipada lo que piden realmente es el alivio del dolor. Recordemos que hoy más de la mitad de los uruguayos no acceden a esta posibilidad.
Con el resultado del pasado domingo a favor del No, donde la ciudadanía ratificó la vigencia de los 135 artículos de la Ley de Urgente Consideración sometidos a referéndum, ¿qué reflexión hace?
Durante los últimos meses la pelota estaba en la cancha de la gente, ahora vuelve a la cancha del gobierno para continuar y profundizar las transformaciones iniciadas y comprometidas.
¿Cuál es la importancia para el gobierno de contar con estos 135 artículos?
Es clave, porque parte de los logros obtenidos en la mejora de la seguridad ciudadana, la educación, el trabajo, entre otras áreas, se deben a estas herramientas legales.
Un espacio para enriquecer la democracia
El gran desafío que tiene el Parlamento uruguayo, de acuerdo con Goñi, es adaptarse y acompañar los avances en ciencia y tecnología que generan grandes cambios en la sociedad. Para eso propuso dos herramientas o modos de enfrentar esas transformaciones, a fin de que el proceso de innovación sea el más conveniente. Se trata de la Comisión de Futuros y la Comisión de Bioética.
La primera es un espacio parlamentario “innovador”, que procura aportar desde un enfoque en clave de futuros y anticipación, al estudio y reflexión rigurosa y sistemática sobre los principales temas de interés nacional. En este proceso se cuenta con la participación y aporte de la academia, instituciones públicas y privadas, organismos multilaterales y otros Parlamentos que gozan de una amplia trayectoria en materia de construcción de futuros, explicó el representante nacional, que además preside dicha comisión.
Luego de identificar los principales desafíos, se ha definido abordar y profundizar en la temática del futuro del trabajo. A su vez, asuntos relativos a la educación, la capacitación, la adopción de tecnologías, la creación de nuevos trabajos y dinámicas contractuales, serán objeto de reflexión en este ámbito.
En cuanto a la Comisión de Bioética –que deberá ser creada por ley–, el objetivo es promover un debate democrático y plural acerca de los problemas éticos que emergen de la vida humana y no humana. En ese sentido, se busca acercar diversas visiones a quienes toman las decisiones, dijo el diputado.
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