A la pérdida de empleo y los problemas de competitividad y de acceso a mercados que venía sufriendo la industria desde hace varios años, se le sumó el golpe que significó la pandemia para el sector, acentuando su caída. En diálogo con La Mañana, Pecoy explicó qué acciones está tomando el gobierno para paliar la situación y comentó cuáles son los objetivos que se plantean las autoridades para retomar la senda de crecimiento.
¿Qué desafíos representa para usted estar al frente de la Dirección Nacional de Industrias?
Desde el punto de vista personal, ocupar por primera vez un cargo público en un lugar donde se diseñan las políticas promocionales para un sector tan importante para el país como la industria es todo un desafío. Acá llegué luego de varios años de preparación política para asumir responsabilidades y con muchos planes para desarrollar.
La pandemia inevitablemente alteró esa planificación y nos obligó a ser más reactivos, al menos en esta primera etapa, pero la tarea es muy motivadora y me propuse llevar adelante una dirección de puertas abiertas donde se escuche a todo aquel que tiene un planteo para hacer.
¿Qué objetivos se han marcado para el período?
El objetivo es lograr el máximo intercambio posible con los diferentes actores del sector y con el resto del gobierno para concretar políticas públicas que respondan a las necesidades reales. Vivimos tiempos disruptivos que requieren decisiones rápidas, y en ese sentido la coordinación con los demás agentes relevantes, tanto públicos como privados, es fundamental para que lo que se defina tenga un andamiaje real y no sean cosas inaplicables.
Mejorar la competitividad y articular herramientas que sean útiles a los sectores son las principales metas. También lo es identificar oportunidades para impulsar rubros que tienen potencial estratégico y diseñar los incentivos adecuados para que puedan desarrollarse e insertarse en el mundo.
¿En qué medida la evolución de la pandemia afectó los planes que tenía el organismo?
Fue un cimbronazo fuerte, porque a los 13 días de asumido el cargo, para el que habíamos preparado un plan de trabajo con el equipo, se declaró la pandemia. La industria ya venía atravesando un proceso de contracción desde hace varios años, con pérdida de empleo, problemas de competitividad y de acceso a mercados, y la crisis sanitaria no hizo más que profundizar esa trayectoria.
Pero también existían acciones impostergables que implicaban cambios para la industria que venían de la administración anterior, cuya aplicación se fue difiriendo por decisión política o falencias de diseño, y fue necesario dar tiempo a la industria para ajustarse a la nueva regulación.
Lógicamente, esto aplazó la atención de asuntos de mediano y largo plazo, que se han ido retomando de a poco. Este shock implicaba atender la difícil situación de las empresas y generar rápidamente medidas que oficiaran de puente para atravesar esto, en particular, en el primer semestre de 2020.
A nivel de la gestión, ¿cuáles son los cambios que le gustaría impulsar con respecto a la administración anterior?
En primer lugar, lograr cada vez mayor eficiencia en los servicios que se les prestan a las empresas. Desde la Dirección de Industrias se impulsa la simplificación y digitalización de los trámites y programas de apoyo, tanto en tiempos como en costos. Eso está en línea con el objetivo de reducir todos los costos transaccionales de las empresas, aliviando cargas innecesarias.
Además, se busca lograr una real accesibilidad de las empresas a los instrumentos. Para ello, este año se brindará apoyo técnico a las mipymes a través de un llamado abierto para la implementación efectiva de mejoras productivas.
Asimismo, se implementarán fondos específicos para industrias creativas como electrónica y robótica, así como biotecnología, que es un sector al que estamos apoyando desde 2020. Se trata de rubros con alta creación de valor y oportunidades de aplicación a ser incorporadas por el tejido productivo tradicional que redunden en mejoras competitivas.
También buscamos intensificar la articulación con el sector privado de forma de poder diseñar mejores políticas de promoción y trabajar en minimizar costos de transacción. En síntesis, que producir sea más sencillo.
¿Cómo evalúa la situación actual de la industria? ¿Cuáles son sus principales problemas?
La industria viene enfrentando un proceso de contracción que lleva varios años. En particular, en 2020 la actividad industrial se contrajo un 5%, que fue un golpe adicional para una actividad que ya venía castigada.
En el primer trimestre del año mantuvo su nivel de producción respecto a igual período del 2020, y en marzo se registró un crecimiento interanual de 3,7%. Por supuesto que esto no fue homogéneo al interior de la industria. Hubo ramas que crecieron más en este escenario, como la industria biotecnológica, con su importante aporte al manejo sanitario de la crisis.
Esta situación también ofició de catalizador de algunos procesos: se intensificó el uso de ciertas tecnologías que, si bien se esperaba que crecieran en el mediano plazo, debieron implantarse rápidamente. Eso representa una oportunidad de generar nuevos tipos de vinculación entre producción, negocios, canales de venta y clientes, teniendo como base plataformas digitales sustentadas en la infraestructura de telecomunicaciones, que en Uruguay es un diferencial con respecto a la región y el mundo.
La inversión industrial disminuyó en el primer trimestre de 2021 con relación al anterior, según se desprende del Informe de la Dirección de Estudios Económicos de la Cámara de Industrias. ¿Preocupa ese panorama? ¿Qué acciones se pueden tomar para paliar esa realidad?
Era de esperar un enlentecimiento de la inversión en un horizonte como el actual. De todas formas, desde el gobierno se han extendido los beneficios adicionales para estimular que se retome la senda de crecimiento, ya sea a través de los incentivos que ofrece la Ley de Inversiones, como el acceso a financiamiento en mejores condiciones. En el acumulado a mayo de 2021 se recibieron 52 proyectos industriales y energéticos recomendados a ser promovidos ante Comap por unos 124 millones de dólares.
Por otra parte, desde el Ministerio de Industria estamos poniendo a disposición varias fuentes de cofinanciamiento para afrontar esta coyuntura con apoyos a proyectos puntuales que puedan ser tomados como ejemplos de éxito, apelando a digitalización de procesos, automatización, valorización de subproductos, o la apuesta por mayor incorporación de valor a la producción de forma eficiente.
¿Qué perspectivas tiene a futuro sobre la industria en Uruguay?
Estamos viviendo instancias de enormes desafíos, donde hay cambios a nivel de organización de mercados y pautas de consumo, que son una oportunidad para la reconversión de la industria. Apostamos a que se incorporen nuevas tecnologías para lograr mejoras en su productividad, competitividad y producciones más armonizadas con el ambiente.
Incluso en esta situación adversa, el rol que tomó la biotecnología y la posibilidad que genera es un ejemplo de los estándares productivos que podemos tener en Uruguay.
Somos optimistas porque seguimos viendo inversores industriales que apuestan por nuestro país para comenzar negocios, dado el conjunto de beneficios a la inversión que ofrecemos, las capacidades existentes y la reputación del país.
Además de seguir apoyando a los sectores tradicionales, se apuesta a desarrollar rubros innovadores que permitan elevar el valor de la oferta productiva nacional. Uruguay tiene un gran potencial para continuar proveyendo al mundo y por eso queremos seguir creando las condiciones para conseguir y asegurar nuevos eslabones productivos en cadenas de valor regionales y globales.
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