¿En qué barrio nació?
Nací en Colón pegado a la vía del tren, en un caserón que le llamábamos “el rancho”, porque era todo techo de chapa. La casa era un cuadrado que tenía un patio interno y en el medio tenía el baño, o sea para ir al baño tenías que salir afuera.
Mi padre tenía un taller muy precario ahí. Vivía con él, mi madre y seis hermanos. Nosotros en total somos nueve hermanos. Mi madre había quedado viuda con dos hijos. Su primer marido era un policía que lo mataron frente a la quinta de Herrera.
¿Cómo fue su infancia y juventud?
Mi infancia fue en Brazo Oriental. Fui al jardín, a la escuela Carabelas. Siempre fui un niño hiperactivo, medio pícaro. Era ese barrio que ya no hay. Jugábamos tres grupos, los chicos, los medianos y los grandes. Los grandes se quedaban hasta la 1 de la mañana, los medianos jugaban a la pelota hasta tarde y los chicos pasaban de una casa a la otra. Yo viví las tres etapas. Por la puerta de casa doblaba el 404 y cuando sentíamos el chiflido todo el mundo se corría. Poníamos piedras, chancletas, lo que hubiera de palos. Una vez jugamos un partido de media cuadra, era el barrio entero.
¿Cuánto pesaba la autoridad de los padres y los vecinos?
A los mayores siempre se les respetó. El tema era sencillo, si vos no respetabas a un mayor, un tirón de orejas te llevabas. Y si se enteraba mamá, agarraba la chancleta. Nos portábamos mal, pero extremos no. Si te pasabas sabías que te iba a ir mal. Teníamos mucha libertad como niños pero había una conducta.
¿Cómo era la situación económica que les tocó vivir?
Yo tenía 11 años cuando nos mudamos. A mi padre le fue mal cuando trabajaba en una cantera, lo despidieron y se complicó. Nosotros alquilábamos y nos desalojaron. Fuimos a la casa de una tía en el barrio La Blanqueada, a media cuadra de la aceitera Manzanares. Ahí pasó a otra etapa mi vida, lejos del contexto en el que me había criado.
Empecé a trabajar joven, por una parte por lo económico pero también para el control de “Martincito” como me decía mi padre. Ya de chico mis hermanas me subían al 156 Hipódromo en la puerta de El Trigal y mi padre me esperaba en Rancagua y Torricelli para pasar todo el día en su taller. Se dedicaba a la mecánica pesada, de camiones. Había veces que comíamos asado todos los días y semanas que solamente comíamos de noche en casa.
Primero barría, limpiaba y alcanzaba herramientas y seguí trabajando con él hasta los 18 años. Mi padre se terminó fundiendo de una sociedad que había hecho con un amigo que duró cuarenta años. De ahí pasamos a un frigorífico pesquero en la calle Veracierto donde le ofrecieron un lugar a mi padre para trabajar junto conmigo de ayudante.
Yo tengo un oficio no por estudios, sino que aprendí en la vieja escuela del trabajo gracias a mi padre dentro del taller. Cuando en el año 1999 fui a la UTU por un diploma en Malvín Norte el contexto fue muy difícil. En siete meses tuve que ir seis veces a declarar al juzgado, por agresiones a compañeros, porque prendieron fuego un taller, otro que vendía drogas. Y eso que era el turno de la mañana.
Tiene una gran pasión por el carnaval, ¿qué significó en su vida?
La primera vez que mi madre me llevó a un tablado yo tenía tres meses. Ella era muy fanática del carnaval. Incluso tenía siempre los mismos lugares reservados en el club Albatros, hasta que vino la crisis del 2002. Nos preguntaron por qué no reservamos y mi madre dijo que no tenía ni para la leche. No lo aceptaron y nos invitaron igual. Mi madre empezó a vender las papitas Manolo, yo también me colgaba el canasto y salía por el tablado. Pero también me encontraba con mis amigos que iban allá.
El carnaval siempre me gustó. Es más, en el 2010 desde Santa Catalina en el Cerro sacamos una murga llamada “La Consentida” con “Tulunga” Alvarado y otras figuras, pero no pasamos la prueba de admisión. En Youtube se puede ver, era el coupletero.
¿Cómo vive estas polémicas en torno a la política y el carnaval?
Las murgas siempre fueron perfiladas de izquierda, era una forma que ellos tenían de reclamar, de expresar sentimientos y realizar denuncias. Yo me acuerdo estar con el finado “Tito” Pastrana, un grande del carnaval, con el que teníamos confianza. Desde el 2007 en adelante las murgas se profesionalizaron mucho más, con otra puesta en escena, algo mucho más producido a lo que eran las viejas murgas, que eran trajes de lentejuelas y cuerda de voces. Hoy es mucho más actuada que cantada.
Este año están haciendo algo totalmente diferente y no pude disfrutar el carnaval. No solamente por mi exposición pública y mis anteriores declaraciones que utilizan como ocho a diez murgas, porque todas hablan de Cabildo Abierto y la coalición, pero están dejando de ver quince años para atrás. Están crucificando lo que está por empezar. Mi jingle en la campaña era una murga. Me siento identificado con el carnaval y las murgas, pero terminé dolido
¿Cuándo y cómo nace en Ud. el interés por la política?
Por mi mamá que era militante de Julio María Sanguinetti, sobre todo del “Turco” Abdala. Tuvo clubs políticos en todas las campañas que recuerdo. Mi padre era blanco y mi madre colorada. Conocí a muchos referentes de la política como Abdala, Carlos Fedele, Luis Bertoni y Roberto Lozano. En el 2004 todos pretendíamos que el candidato fuera Abdala, pero Sanguinetti opta por Stirling, que había sido un buen ministro del Interior pero no tenía el mismo respaldo y militancia. Ahí yo me voy del partido.
Allí tuvo un pasaje por la izquierda…
Sí, pasé por la 5261 de Sarthou y Zabalza. Me interesaba el socialismo del “Pepe” Batlle, la salud pública, la educación para todos, era lo que a mí más me identificaba. Pero también estaba Artigas, que desde la escuela era mi persona a seguir.
Actualmente su agrupación en Cabildo Abierto se llamaba Reencuentro Oriental. ¿Cómo surgió eso?
Hice un experimento social apenas comencé con Cabildo. En aquel momento conocí a Aldo Velázquez. Me paré en 8 de octubre y Centenario con un pabellón nacional y una bandera de Cabildo Abierto, para ver cuántas personas me insultaban y cuántos me preguntaban. En un momento se reunieron espontáneamente ocho personas, sin convocatoria ni nada. Luego en la primera reunión para construir la agrupación empezamos a tirar nombres y dije que quería lo contrario a un éxodo, porque no nos íbamos sino que estamos viniendo. Entonces fue José, un militante fuerte que tenemos, dijo un “reencuentro oriental” y me encantó.
En las internas tuvimos casi tres mil votos y en octubre logramos 14.300 votos.
¿Le sorprendió la votación?
No, al revés, pensábamos ir por más cantidad de votos. No solamente la lista 31820 sino el resto de las listas, pero en Montevideo acusamos la falta de estructura. Éramos pocos cubriendo todo un departamento. Pensamos seguir creciendo. Tenemos mucha presencia en el Centro, en los municipios F, G y E, algo en el D y el CH. No estamos nucleados en un barrio, nos juntamos de diferentes zonas.
¿Cómo ve la situación de los barrios hoy, la inseguridad y los problemas de adicciones?
El desamparo no viene de cinco o quince años sino quizás de veinte. La historia se puede dar vuelta, va a costar. Hoy según las estadísticas un 53% de los que se inscriben terminan el bachillerato, o sea que el otro 47% no termina y hay personas que ni siquiera se inscriben. Cuando uno no trabaja no tiene la mente ocupada, por eso algo a lo que apuesto y que voy a defender es recuperar los viejos oficios. Es la mejor forma de recuperar lo laboral, a la industria y a la gente que está en las drogas.
Yo soy una persona que siempre estuvo vinculada con los barrios y las personas. Queremos hacer, porque está en nuestra esencia artiguista.
Entre los autos y la pelota
Actualmente vive en la zona limítrofe entre La Unión y Villa Española, por el Mercado Modelo. Vive con su señora María de los Ángeles y cuatro hijos. Tiene gran afición por el automovilismo, sobre todo el nacional, ya que trabajó preparando autos en El Pinar. Es hincha y socio de Peñarol, al igual que los hijos. Llegó a jugar en formativas del manya, de Huracán Buceo y Basáñez. “Jugaba de enganche, la altura no me daba para ser delantero”, dijo Sodano. Ahora juega papi fútbol por Adic.
La entrevista de la polémica
“Cuando me hicieron la entrevista en el semanario Búsqueda fue el 31 de octubre. La publicación salió el 7 de noviembre y el Compromiso por el País lo habíamos firmado todos los partidos el 5 de noviembre.
La pregunta que me realizaron fue qué pensaba del aborto como método anticonceptivo. Y estoy en contra de eso, como muchas personas. Cuando me preguntan si estoy en contra del aborto, dije que no. Tiene que darse de forma controlada, con sus tiempos como debe ser, que haya intervención del psicólogo, asistente social y todo un equipo. Hay casos de violación, riesgo de vida, que claro hay que entender.
¿Sabes por qué soy pro vida? Porque en 1983 mi madre había pedido 100 pesos para realizarse un aborto, que era sobre mí, debido a la situación que había en casa. La persona que se negó a darle la plata se llama Orquídea Minetti, que es mi madrina y hoy en día salió electa diputada por el MPP, y la ayudó económicamente, compró la cuna y todo lo necesario para poder continuar con su embarazo. Mi nombre Martín, es en honor al padre de ella”.
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