Nacido en una familia marcada por la vocación militar, optó por la formación universitaria. Estudió en la Facultad de Ciencias y desde hace varias décadas está vinculado a la gestión ambiental. Fue un testigo privilegiado de la creación de distintas oficinas y proyectos destinados al cuidado del medio ambiente, incluyendo el ministerio que trata esa temática. Hoy, desde la Dirección Nacional de Calidad y Evaluación Ambiental, aspira a seguir avanzando en el desarrollo de la sostenibilidad ambiental, a pesar de la falta de recursos y de lo mucho que resta por hacer en el área.
¿Cuál fue su primer acercamiento a la gestión ambiental?
Yo estudié en la Facultad de Ciencias. Trabajé en un laboratorio de criminalística del Ministerio del Interior unos ocho o nueve años, y luego conseguí el traslado al Ministerio de Transporte, a la Dinasa (Dirección de Saneamiento Ambiental), que era una oficina que se creó en los 80 con el proyecto de playas. Primero se hizo un estudio de la morfología costera, de toda la costa del Río de la Plata y el Océano Atlántico, ahí se formó la Dinasa y se incorporó el control de los vertidos industriales, vertidos de saneamiento, residuos, y también comenzamos el estudio de la calidad de las playas y del agua.
¿Cómo se pasó de eso a la Dirección Nacional de Medio Ambiente (Dinama)?
En ese transcurso de actividades ambientales empezamos a desarrollar tareas en el río Uruguay con la Comisión Administradora del Río Uruguay (CARU), entonces, manejábamos casi todos los temas ambientales: hacíamos el estudio de las cuencas hídricas, de los residuos, el control de las industrias, se iniciaron las autorizaciones de desagüe industrial, y por el 90 se creó el Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente. Fue ahí que los técnicos empezamos a diagramar la propuesta de la Dinama y así surgió, como una estructura dentro de ese ministerio.
Usted fue testigo de la creación de la Dinama en ese entonces y ahora del Ministerio de Ambiente.
Sí. De la Dinama fui iniciador y también la cerré, y en cuanto al Ministerio de Ambiente participé en la discusión de la Ley de Urgente Consideración al inicio del gobierno, donde discutíamos la formación del ministerio, pero no teníamos una decisión muy amplia, porque ya estaba casi todo previamente dividido. Se formó con cuatro direcciones nacionales y había una gran discusión de por qué la Dirección de Ordenamiento Territorial no estaba dentro de Medio Ambiente.
Dirección que finalmente quedó en Vivienda. ¿Eso trajo problemas?
Eso nos generó algunos inconvenientes, porque nosotros tendríamos que estar viendo el tema desde el punto de vista ambiental y también del ordenamiento territorial, entonces, si bien ahora tenemos un intercambio con esa dirección, al no estar dentro del mismo ministerio es más difícil tener el manejo de los expedientes y la información como se tenía antes.
¿Cuál fue la importancia de darle entidad ministerial a un tema como el ambiente?
En ese momento todos teníamos ciertas dudas de si realmente se justificaba o no tener un Ministerio de Ambiente, pero mirado desde la óptica actual, no tenemos dudas. Es importante porque le da un posicionamiento al tema y una relevancia que primero pasa por la sociedad, que se siente más protegida. Si uno mira la cantidad de denuncias ambientales que tenemos, lo vemos, más allá de que también hay denuncias que vienen con alguna intencionalidad particular por algo que no les guste, eso siempre pasa, pero el tema pasó a ser más relevante.
¿Qué implicó para usted pasar de ser el director de Dinama a ser el de Calidad y Evaluación Ambiental?
Implicó un cambio de responsabilidad, más allá de que yo conocía muchos de los temas porque había trabajado durante años en esto. Entre luces y sombras lo vamos llevando. No quiere decir que todo ande bien, va a andar bien cuando los resultados sean favorables, pero en la práctica hay mucha discusión, hay posicionamientos diferentes. El tema ambiental tiene muchas respuestas y muchas interpretaciones, por lo tanto, también da lugar a que haya diferentes visiones de lo que es administrar el ambiente.
¿El tema de los recursos es un escollo para la gestión o se han podido amoldar con lo que hay?
Ese es un tema que ha estado muy presente. Nos vimos ante una situación de generar un ministerio de cero, con una presión muy grande desde el punto de vista social y político, porque había mucha expectativa de qué iba a pasar con este ministerio, y una presión psicológica porque hubo un cambio de signo político en el gobierno, con todo lo que eso implica, y eso también interfería en el tema de los recursos.
En principio los recursos no eran un problema, pero a medida que pasa el tiempo sí lo son. Pasamos de tener una Dinama que tenía todo, todas las actividades controladas, a depender de un ministerio que tiene la administración general, la administración jurídica, la planificación. Entonces, hubo que adaptarse a que no teníamos eso dentro de nuestro control, sino que teníamos que interactuar con las demás oficinas. Los recursos ahí forman parte importante del diario vivir y se resiente la sensibilidad de las personas porque no tienen lo que necesitan como lo tenían antes y empiezan los problemas. Y la respuesta a los temas hay que seguir dándola con la misma velocidad, si uno se atrasa, el reclamo viene enseguida. La falta de equipamiento, de vehículos, uno la siente porque no puede dar respuesta como estaba acostumbrado.
¿Cuáles son los principales cometidos de su gestión?
En primer lugar, tenemos un área de autorizaciones. Todos los emprendimientos que estén dentro de la ley de impacto ambiental son motivo de nuestra autorización, y es muy grande y variada, desde un chiringuito en la playa hasta un aeropuerto, un puerto, una planta como UPM 2, y entre medio pasa toda la parte agropecuaria, la industria metalúrgica, el manejo de los residuos. Hay pocas actividades en las cuales nosotros no tengamos que participar. Son autorizaciones que se dan exigiendo un estudio de impacto, o sea, cuáles son los problemas que se pueden ocasionar, y describir las acciones que se van a hacer para minimizar esas afectaciones. Eso lo estudia un equipo técnico y puede autorizar o no, o exigir más acciones para minimizar el impacto, de manera tal que a lo largo del tiempo el ambiente no se vea perjudicado.
Después de que se da la autorización, hay una oficina que se dedica a hacer el control y seguimiento de todas esas actividades, con inspecciones. Cada tres años tienen que renovar la autorización, y eso implica que si hay alguna actividad que cambió van a tener que hacer la solicitud nuevamente.
En cuanto a los residuos, tenemos la responsabilidad de visualizar quiénes son los que los producen y exigirles que hagan un manejo de tal forma que no generen afectación. Los responsables de la gestión de los residuos domiciliarios generalmente son las intendencias, entonces, si identificamos que están dispuestos de modo tal que producen una afectación, tenemos que exigirles que hagan las obras, las gestiones y las acciones para que no la produzcan.
¿Qué visión tiene como miembro del ministerio sobre la sequía que continúa perjudicando al país?
Tanto la sequía como la inundación son dos caras de la misma moneda y ahí hay un componente social, es decir, la sociedad tiene una visión equivocada, porque la geografía del Uruguay –todos lo vimos desde la escuela– tiene una distribución de cursos de agua diversos, ríos, arroyos, cañadas, embalses naturales, artificiales, entonces, uno ve un dibujo del mapa del Uruguay y por todos lados tiene agua, y eso nos da una seguridad de que siempre tenemos agua y que no tenemos problema, pero es una visión falsa.
Uruguay no se caracteriza por tener cursos de gran profundidad ni cuerpos de agua que tengan metros y metros de profundidad, entonces, 48 horas después de una lluvia, toda el agua que cae en un lugar se va moviendo por los cursos, primero se va a los cursos principales y después se va al Océano Atlántico, por lo cual siempre mantenemos un nivel de agua normal, aunque haya inundaciones.
Pero, ¿qué pasa cuando tenemos, como ahora, un déficit hídrico por tres años? Ese nivel baja en lo superficial y baja en lo profundo. Cuando hay una sequía de tanta importancia, toda el agua que está debajo, que es la que respalda al agua superficial, no está en los niveles que debería estar. Por ejemplo, un pozo de agua que tiene una toma a 20 metros, de repente en la sequía la toma queda a 30 metros, lo que significa que la capacidad de respuesta de un bombeo va a ser mucho menor, y ahí es donde nosotros empezamos a perder. Por eso digo que hay una parte de la visión de que tenemos resuelto el tema del agua que es muy peligrosa. Los acuíferos no se han rellenado y eso va a demorar. Para poder decir que no estamos en déficit hídrico va a tener que pasar más de un año con todo sucediendo correctamente.
¿Qué está fallando en cuanto a la gestión? Como decía, ya van tres años de sequía. ¿Falta previsión?
Ese es el punto. Uno podría decir que falta previsión, el tema es que lo que no se ve, no se dice. Después que terminó la sequía y que nuevamente aparece el agua y los cursos de agua están llenos, la gente común no ve un problema, y es ahí donde la previsión es necesaria. Lo que pasa es que la previsión en temas de agua es muy cara, en todo el mundo es así. En la década del 90 se desarrollaron muchas actividades para producir represamientos como medida de guardar el agua, pero son de poca profundidad y la evaporación es muy grande, no son tan eficaces como uno puede esperar.
¿Cuáles son las posibles soluciones?
Habrá que desarrollar capacidades y tomar en cuenta actividades que se hacen en otras latitudes y ver de qué manera podemos instrumentar formas distintas de cuidar el agua. En otras partes del mundo lo que se hacía antiguamente eran receptores de agua subterránea, eran pozos subterráneos grandes que se techaban o se hacían debajo del suelo, el agua se guardaba ahí, pero eso hoy es muy caro. Para las sequías extremas tenemos que tener un segundo respaldo, arreglarlo con políticas y con apoyo económico porque esas cosas no son baratas.
El senador frenteamplista Alejandro “Pacha” Sánchez, en una reciente entrevista con La Mañana, se refirió a la propuesta de crear una Mesa Nacional de Agua y la importancia de gestionar el recurso con mayor previsión. En ese sentido, ¿cómo cree que se debería tratar el tema a futuro?
Tenemos a la Dirección Nacional de Aguas (Dinagua) que tiene una actividad muy importante en el manejo del agua, es la oficina responsable del uso del agua. Me parece bien que planteen la creación de una mesa, porque es una forma de que el problema no quede en manos del Ejecutivo, que quizás en algún momento pueda dar respuesta a los problemas, pero en muchos otros no. Tenemos que tener un respaldo normal, pero también uno extra, porque puede pasar que esta sequía de tres años se mantenga por cuatro o cinco, entonces, habrá que buscar la infraestructura y el equipamiento necesarios para mantener un respaldo de agua. Esa mesa que proponen la tendría que liderar la Dinagua porque es su cometido.
El presidente de la Asociación Cultivadores de Arroz, Alfredo Lago, instó al gobierno a trabajar en el tema de las represas y afirmó que el país tiene un régimen de lluvias y una topografía apta para la construcción de represas, tema que la Comisión Técnica Mixta de la Laguna Merín estudió hace 50 años y aconsejó la creación de nueve represas en Uruguay, de las que solo se hizo una. ¿Qué opinión le merece?
Es cierto. Sí, deberían hacerse, pero yo no apostaría todo a las represas, porque como te decía, a las represas las ves enormes, pero cuando viene la sequía las ves chiquitas, y la evaporación es muy alta. Un cuerpo de agua debajo del suelo no tiene evaporación.
En este marco, ¿qué lectura hace sobre la planta potabilizadora que se plantea desde OSE, que ha sido criticada por parte de la oposición por los altos costos y por el hecho de que la gestión quede en manos de privados?
Es necesaria. Sobre el tema económico cada uno tendrá su opinión, pero las empresas son las mismas que están haciendo obras de infraestructura de este gobierno, que se están haciendo bien, y no sé si hay más empresas que puedan llevar adelante obras de esa magnitud. Es necesario tener una toma de agua del Río de la Plata, que cuesta plata, es verdad, pero es una forma de tener una fuente alternativa de modo que, si mañana tenemos una sequía, contemos con un lugar para poder rellenar los acuíferos que se vaciaron.
¿Cuáles son las metas establecidas para lo que resta de este período?
Yo tengo una meta a la que no se le ha dado la importancia que tiene, que es trabajar en la contaminación con productos químicos, muchos de los cuales son de uso agrícola o industrial.
Por otro lado, en materia de calidad del agua, estamos desarrollando los modelos matemáticos de interpretación para tener una visión en tiempo real de cuál es la situación de los cursos de agua con su caudal y con su aporte. Es fundamental que el país tenga un modelo matemático en el cual se apoye para identificar dónde están los problemas.
Otra de las cosas es evaluar todos los puntos donde puede haber un pasivo ambiental. Por ejemplo, si una industria se instala en un lugar y está 40 años utilizando productos químicos, siempre hay una pérdida que puede quedar en el suelo, y ese material termina en el agua subterránea. Estamos haciendo un trabajo importante viendo dónde tenemos algún pasivo y vamos a dejar planteado cuáles son las diferentes actividades que hay que hacer para poder corregirlo. Eso no quiere decir que lo vayamos a hacer ahora, porque esas cosas no se hacen de un momento a otro, pero se tienen que hacer, les debemos eso a las generaciones futuras.
“Una familia itinerante”
Su padre era militar y su madre ama de casa, y por el trabajo de su papá debió vivir en varios lugares durante su infancia y adolescencia. Si bien sus primeros años transcurrieron en Punta Gorda, en la casa de sus abuelos, luego se trasladaron a Solymar, a Paysandú, a Montevideo nuevamente y a Minas. “Era una familia itinerante, sujeta a la vida de mi padre”, recuerda Eduardo en diálogo con La Mañana. Sin embargo, aclara que siempre pudo adaptarse a los cambios, pese a que muchas veces creaba amistades y las perdía por los traslados.
Sus hermanos siguieron el camino de su padre y son todos militares, pero él prefirió estudiar en la universidad. Al terminar el liceo en Minas, se mudó a Montevideo y entró en la Facultad de Química, con el propósito de convertirse en químico. No obstante, hizo hasta tercer año y decidió probar con la carrera de Biología Marina en la Facultad de Ciencias. Si bien la terminó, deja en claro que no tiene el título porque no presentó la tesis. Tiempo más tarde hizo la maestría en Gestión Ambiental.
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