A pesar del voto contrario del Partido Colorado, se aguarda para las próximas semanas la aprobación en el Parlamento del proyecto de ley de tenencia compartida. En medio de la discusión política sobre el tema y ante una inminente aprobación, La Mañana entrevistó a Yaima Peña, licenciada en Psicología y con estudios de perito jurídico y forense de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República.
Al hablar de tenencia compartida, no podemos evitar referirnos al inicio del conflicto familiar que es la separación. ¿Cuál es su visión sobre el tema?
Cuando un niño vive con ambos padres, la separación será vivida como algo triste y negativo. A veces que se mantengan en esta relación también les afecta, pero en su mente, lo ideal siempre será tenerlos juntos. Partimos de la base que construimos una figura paterna y una figura materna en nuestros primeros momentos de la vida y depende de esta construcción el lugar afectivo que tendrán, las personas somos muy dependientes al nacer, necesitamos vincularnos siempre. A mi consultorio llegan personas con vínculos afectados como temática principal, partiendo de ahí damos por sentado que cualquier separación va a afectar a ambas partes y a los hijos.
¿La verdadera disputa comienza cuando hay hijos de por medio?
La disputa casi siempre se da antes de la separación; hay cuestiones de los adultos que siempre trascienden por no ser sostenibles y esas razones definen la separación. A veces es mejor para el niño que se separen; más cuando hablamos de violencia. Por supuesto nunca es bueno para los niños ya que siempre reclaman por su presencia. Y en muchos casos los niños terminan siendo una razón más para pelear. Los niños quedan rehenes, a merced de las emociones y necesidades de los padres.
¿Se refiere a las separaciones traumáticas?
Todas las separaciones generan algún tipo de dolor o estrés, pero no significa que sea permanente. Esto se encuentra condicionado al duelo que necesitan hacer algunos familiares. En el proceso de duelo, si hay etapas de las que no se puede salir, vemos la presencia del trauma, también cuando el efecto doloso o el estrés es muy intenso aparece el trauma. Ante la separación se activan algunas formas de ansiedad que protegen a la vez que dejan huellas, y si no se tratan o se respetan quedan de forma permanente. Esto se agrava en los niños, ya que su psiquis está formándose y está aprendiendo a defenderse emocionalmente del mundo.
¿La tenencia compartida genera que nos olvidemos del niño?
Cuando nos separamos decidimos que es lo mejor no solo para nosotros sino para nuestros hijos, no es bueno “seguir” por el hijo o la hija: cargar al niño con la responsabilidad de mantenerse juntos y el malestar que eso genera en la pareja termina igual afectándolo. El menor es dependiente no solo física sino emocionalmente, y cuando vemos las luchas por reclamos de todo tipo, en otras palabras, una guerra entre adultos, el niño querrá volver a la idea de tenerlos juntos; tal vez el hombre nunca cambió un pañal, pero se le valora la presencia física. A nivel legal cuando hay un divorcio lo primero que se tiene que dejar en claro es la situación del niño. Nosotros como padres y madres debemos ser responsables por las emociones negativas que se puedan generar (no culpables), cumplimos una función de sostén, protección, educación y afecto debiendo aprender a separar la función de las parejas como tales y la función como padres. Si veo que mis hijos corren riesgo, aunque sea su padre o madre; si dejo que el peligro continúe, soy responsable, si veo que hay un riesgo debemos primar el cuidado. Por otro lado, hay que entender que somos personas diferentes, que nuestros hijos vivirán en ambientes diferentes, con reglas diversas. Y me parece fundamental que también entendamos que como padres seremos familia para toda la vida.
Cuando entra un tercero en discordia, ¿esto pasa a ser parte del problema?
El tema de la culpa es fundamental para entenderlo. Tenemos una idea del ser padre o madre, una idea del ser pareja, que además hay una ley que regula esta idea y que cuando no se cumplen estas reglas, se juzga como un error. Por más que se diga que no hay culpas, internamente sí se piensa que existen culpas; estas muchas veces son el desencadenante de terribles errores con los hijos. Cuando aparece un tercero en la pareja, éste entra en el esquema de la culpa y genera en consecuencia que el niño se pierda y confunda, ya que está viviendo un duelo y lo tiene que cumplir con quien ostenta un vínculo más cercano, pero a los niños les es difícil culpar a sus propios padres, porque los ama. Nosotros como padres, cuando emprendemos una situación de vida nueva, nos genera siempre un riesgo en el ejercicio de la función paterna y si sentimos que fuimos además de responsables de esta situación, los culpables (aunque sea inconscientemente), vamos a recurrir a mecanismos de huida, depositando en los otros todo lo malo.
Vemos padres muy jóvenes. ¿Hay abuelos más presentes que reclaman la tenencia en algunos casos?
Puede no estar el reconocimiento que cuando se separan habiendo hijos, esa familia es para toda la vida, es un vínculo familiar. Esa familia, en la que pueden existir problemas muchos graves, no dejará de ser tal.
Cuando trabajamos con las parejas les hacemos entender que no vienen solas, pero hay una diferencia en traer mi crianza a la pareja a que nuestros padres determinen mi relación o a que los abuelos sean los que críen. Hay un instinto en estos casos protector, como abuela, a veces entiendo que mi hijo no está preparado para tal o cual cosa. Es necesario tener confianza, pero también revisar los roles, ya que hay personas que intervienen cuando no les corresponde.
Cuando hablamos de tenencia compartida, la cual no la veo mal, es en la medida en que las partes se respeten; se debe primar las necesidades del niño o niña. Los acuerdos que se generen en situaciones de separación deben ser siempre respetados, se pueden cambiar, pero no unilateralmente, es necesario revisar los hábitos en función del bienestar de este niño.
En muchos casos de separación aparece el llamado “relato inducido” que no es más que un intento de manipulación por parte del padre o la madre. ¿Se puede evaluar el daño que genera?
Esto hace mucho daño. En algunos casos, cuando hay manipulación por violencia es evidente, pero en general no lo es, hasta para el que relata, el adulto no se da cuenta de que lo que dice puede dañar terriblemente. Lo peor que le puede pasar al ser humano es que no lo quieran, para un niño eso es tremendo. Por eso, ¿por qué agregarle más dolor? Aquí hay que entender que estas cosas dañan. Debemos ser responsables en el momento en que nos comunicamos con nuestros hijos. Uno de los padres no cumple con su rol (eso ya es tremendo) y el otro en su enojo, termina también desprotegiendo al niño. No es mentirle, pero tampoco agregarle “leña al fuego”.
¿Qué sucede en el niño cuando se cambian las visitas pactadas?
Cambiar las fechas en las visitas, ¿a quién realmente daña? Es cierto que muchas veces situaciones complicadas requieren cambios, nuestra vida no puede quedar sujeta al deseo del otro, no podemos ser estáticos, pero estos cambios se tienen que hacer enfocados en el niño. Si no quiero que mi hijo se quede sin cuidados, puede que para cumplir esto se deba cambiar alguna fecha para verlo, pero aquí lo que sucede es que vemos intencionalidades que nada tienen que ver con nuestros hijos. Las parejas separadas tienen que tener acuerdos y estos pueden modificarse, pero no unilateralmente. A veces hay que recurrir a la ley porque lo psicológico y social no funciona. Es un tema muy amplio, muy doloroso y muy habitual.
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