El Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) tiene el cometido de generar conocimiento para contribuir al desarrollo sostenible del agro. En conversación con La Mañana, Sierra destacó el rol de Uruguay en materia de investigación e innovación agropecuaria en el mundo y explicó la importancia que tiene la ciencia en el rubro. A su vez, remarcó que en la institución prima una lógica de política de Estado, dada por la pluralidad de las voces que la integran.
¿Cuáles son los principales ejes de gestión del INIA?
Quisiera comenzar presentando brevemente al INIA. Cuenta con 755 personas, de las cuales 202 son personal universitario –124 son investigadores efectivos, un 65% con doctorado y un 21% con doctorado en curso– y 462 personal de apoyo. Está distribuido en todo el país en cinco estaciones experimentales (La Estanzuela, Colonia; Las Brujas, Canelones; Treinta y Tres, Tacuarembó y Salto).
Tiene un presupuesto anual de US$ 42 millones. Un 82% del mismo viene del adicional del Imeba (Impuesto a la Enajenación de Bienes Agropecuarios) que se les cobra a los productores y una contraparte que aporta el Ejecutivo, que ya venía congelada del gobierno anterior en $ 600 millones anuales –y esperamos que en la próxima Rendición de Cuentas se actualice al IPC–. Un 65% se destina a personal, un 19% a gastos operativos y un 16% a inversiones.
En relación a los ejes en el nuevo plan estratégico institucional 2021-2025, hay dos grandes pilares: la producción sostenible y “una salud”. En el primero, abordamos diferentes trayectorias que buscan una mayor sostenibilidad: intensificación sostenible, producción integrada, agroecología. Por otro lado, “una salud” tiene que ver con la conciencia que tomamos en la pandemia de la interdependencia de la salud humana con la salud ambiental, animal y vegetal.
Como ejes transversales, tenemos que generar indicadores y métricas sobre el avance en dichos pilares. Luego, abordaremos la valorización ambiental de los sistemas productivos. También contemplaremos la digitalización, el cruce de las tecnologías de la información y la comunicación con el agro. Y finalmente, el eje de la economía, analizando la sostenibilidad económica a la vez que la ambiental y social.
Considerando que Uruguay es un país agroexportador y que cada vez más se le exigen producciones sostenibles y alimentos seguros, ¿cuáles son las acciones del gobierno a través del INIA para garantizar que se cumpla con eso? ¿Cuáles son los objetivos?
El objetivo es generar “ciencia accionable”, es decir, conocimiento que esté a disposición de los tomadores de decisión pública y privada para mejorar la competitividad y la sostenibilidad. Hay países que se están posicionando como “verdes”, como Irlanda, Nueva Zelanda; eso nos exige respaldar las bondades de nuestros procesos productivos y productos con ciencia de calidad.
A nivel de la exportación, el sector ganadero y el lechero tienen que demostrar las cualidades del sistema de base pastoril de Uruguay en relación a los temas ambientales. Esto requiere de ciencia rigurosa y adecuada a nuestro contexto que respalde la huella ambiental –que integra las emisiones de gases de efecto invernadero, erosión de suelos, contaminación de agua, biodiversidad–. Igualmente, hay que considerar las condiciones sociales de productores y trabajadores que intervienen. Como instituto de investigación, nuestro rol es aportar indicadores y métricas que respalden el posicionamiento de Uruguay como productor de alimentos sostenibles en la triple dimensión: económica, ambiental y social, con tecnologías y generando redes con actores públicos y privados.
¿Cómo ha sido la continuidad de las políticas de las administraciones anteriores por parte del gobierno actual?
La conformación de INIA, con delegados del Ejecutivo y de las diferentes gremiales del agro, hace que prime una lógica de política de Estado, por lo cual no hay cambios bruscos cuando cambia un gobierno, porque las políticas han sido discutidas en ámbitos muy representativos y plurales. Sí hay énfasis y estilos de conducción diferentes.
El plan estratégico 2016-2020 contó con la participación de más de 350 personas de todo el abanico de opiniones y eso garantiza su legitimidad. El mensaje fue: “ciencia de calidad con cercanía al sector productivo”. La producción científica, en artículos, pasó de 418 a 689, con una activa política de alianzas con el sector privado y otros actores de ciencia-tecnología en 13 alianzas, cinco redes tecnológicas, dos centros tecnológicos, dos consorcios, abarcando todos los sectores del agro.
En el nuevo plan se jerarquizan los temas ambientales y el aporte de evidencia científica a las políticas públicas. Se crea la Comisión de Género y se busca consolidar las áreas de investigación (producción científica, certificación de tecnologías y sistema de becas), vinculación (redes y alianzas nacionales e internacionales, proyectos de transferencia) y gestión (liderazgo y eficiencia).
¿Cuál es la importancia de la ciencia en el desarrollo de la producción agropecuaria?
Considero que su rol es central. El desafío del sector agropecuario es adecuarse a una cantidad de transformaciones como el cambio climático, la modificación de las normativas y las exigencias de los ciudadanos y consumidores. Eso requiere capacidad de anticiparse y dar respuesta, respetando los procesos científicos que permitan brindar resultados confiables. Tenemos el doble desafío de generar tecnologías e innovaciones en red con otros, y a la vez analizar los impactos de los diversos sistemas productivos. Por tanto, la ciencia es fundamental para agregar valor y aportar confianza.
¿Cómo se encuentra Uruguay en materia de investigación e innovación agropecuaria en la región?
Es bastante destacado el rol de Uruguay. Las investigaciones e innovaciones en el sector agropecuario uruguayo son reconocidas en la región y el mundo: la trazabilidad cárnica, el control integrado de producción de frutas, la ley y uso del manejo del suelo, la productividad y el sistema de rotaciones del arroz, las técnicas de control biológico, la producción de lácteos a costes competitivos de base pastoril, la creación de cultivares en forrajeras, arroz, trigo, cebada, soja, cítricos y hortifrutícolas, bioinsumos, tecnologías de manejo y diversas aplicaciones para la toma de decisiones. Ellas tuvieron distintos orígenes del ámbito científico y tecnológico como INIA, Udelar, Instituto Pasteur, Clemente Estable, LATU, del sector privado, del público y de técnicos privados. Tenemos el desafío de seguir mejorando e invirtiendo más en ciencia y tecnología con rendición de cuentas a la sociedad de su impacto.
El gobierno decretó la emergencia agropecuaria por el déficit hídrico. ¿Qué puede hacer el INIA para colaborar con esta situación?
Se creó un link (http://www.inia.uy/Paginas/Informacion-y-recomendaciones-para-afrontar-periodos-de-estres-hidrico.aspx) con recomendaciones ante esta situación y se aportó información al Ministerio de Ganadería de las variables agroclimáticas. Estamos en todas las estaciones experimentales siguiendo la situación y a disposición para colaborar.
Reconocimiento a la enseñanza de la ciencia
Miguel Sierra visitó la escuela rural de Las Violetas (Canelones) donde conoció de primera mano cómo enseñan sobre ciencia, “de forma muy creativa y con un involucramiento de los niños, para despertar su inquietud en una fase temprana”, contó a La Mañana. Luego, el especialista postuló al centro al Premio Nova Junior, que resultó ganador por su metodología de enseñanza de la ciencia. La distinción fue otorgada por un comité de la Red Nova, una red de expertos en innovación.
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