En la media hora previa del Senado, Manini Ríos comienza así su alocución:
Señora presidenta: también voy a referirme a la figura de José Enrique Rodó, quien nació un 15 de julio, hace hoy 149 años.
Rodó fue tal vez el más trascendente de nuestros escritores: fue un pensador a quien también se puede considerar desde el plano filosófico; produjo una extensa obra cuyo trabajo más famoso fue Ariel, escrito en el año 1900, un verdadero canto a la potencialidad de la juventud, una auténtica alerta ante materialismo que ya en aquella época se veía como una amenaza para el desenvolvimiento natural de los jóvenes del continente, un canto a la Iberoamérica, a la que alertaba de la nordomanía que ya se advertía en ese entonces.
El Ariel dio origen a un movimiento continental que tomó su nombre –el arielismo–, que fue mucho más famoso e importante fuera de fronteras que dentro del Uruguay, al que adhirieron pensadores de todo el continente, como el argentino Manuel Ugarte, el mexicano José Vasconcelos, el venezolano Rufino Blanco Fombona, el colombiana Carlos Arturo Torres y tantos más que hicieron del Ariel de Rodó un libro base para inculcar en la juventud del continente la potencialidad que tenía esa Iberoamérica orgullosa de sus orígenes, que no renegaba de ellos y que, sobre todo, se veía avasallada; recordemos que un par de años antes había tenido lugar la guerra de Cuba, que había herido el sentimiento del continente entero.
Rodó fue mucho más que un escritor: fue el inicio de una corriente que fuera de fronteras adquirió dimensiones que realmente enorgullecían a los orientales de aquella época.
«Rodó era por encima de todo pensador, sembrador de ideas, el creador de una filosofía grata, reparadora y serena que queda en las páginas inmortales de sus libros. Son enseñanzas para las generaciones presentes y las del porvenir».
En el año 1912, cuando Uruguay debía mandar una delegación a España a celebrar el centenario de las Cortes de Cádiz, se intentó que Rodó la integrara. El presidente del momento, Batlle, le negó ese derecho porque hacía un tiempo que estaban distanciados, pero para convencerlo, se le decía a Batlle: «Rodó es más conocido que Uruguay en Europa. La gente en Europa quiere conocer y ver a Rodó». Sin embargo, no fue posible. Recién cuatro años después Rodó podrá cumplir su sueño de ir a Europa, como periodista de una revista argentina.
Quiero expresar la sintonía que tenía Rodó, que fue político, que fue diputado –como se dijo–, con las políticas sociales de Batlle. Rodó, como diputado, votó por Batlle las dos veces en que fue elegido presidente: el 1.º de marzo de 1903 y el 1.º de marzo de 1911. Sin embargo, se fue distanciando políticamente de Batlle, pero no por sus políticas sociales, sino fundamentalmente a raíz de su obra Liberalismo y Jacobinismo. Creo que en lo social Rodó fue un adelantado, y es injusto y equivocado atribuirle diferencias con la esencia de lo que Batlle mantenía con aquellas políticas que en su época eran de avanzada.
Veamos lo que decía Rodó con referencia a algunos temas que hoy siguen estando vigentes. En cuanto a la discusión sobre las ocho horas de trabajo, Rodó decía: «La limitación de la jornada de trabajo es, en todas partes, la más vehemente y porfiada de las reivindicaciones obreras. Fúndase esa reivindicación en la necesidad de proporcionar el esfuerzo a la medida de la resistencia normal de la salud y en el derecho a disponer, fuera de la tarea obligatoria, de algún tiempo de reposo de espíritu o de actividad personal y libre». Dirá Rodó, también en la discusión sobre la cuestión obrera, en el año 1906: «El trabajador aislado es instrumento de fines ajenos; el trabajador asociado es dueño y señor de su destino».
Para terminar, señora presidenta, voy a leer lo que se dijo en la Cámara de Senadores el 6 de mayo de 1917, cuando llegó la noticia del fallecimiento de Rodó, acaecido cinco días antes en Palermo, Italia; son palabras del senador Pedro Manini Ríos, quien decía lo siguiente: «Siento orgullo de que el eminente compatriota haya sido militante de la causa política a la que pertenezco y vicepresidente del Comité Ejecutivo de nuestra agrupación, quiero referirme principalmente al alto carácter con que su personalidad investía algo como las credenciales del entendimiento nacional ante el concierto intelectual de la América Latina.
Todos nosotros hemos sentido sin duda la sacudida grata y vibrante del espíritu patriótico al observar cómo de manera unánime la intelectualidad del continente dirigía la vista hacia nuestro solar patrio, para ungir a uno de los nuestros con el más alto título de las letras americanas, y cómo desde afuera de nuestras fronteras surgía clamorosa y espontáneamente la proclamación de un uruguayo a la altísima investidura de maestro de la palabra española.
…En lo que me es personal recuerdo con verdadera y profunda emoción, que aquella águila de la tribuna francesa, el gran Jaurès en ocasión del banquete que se le diera a su paso por Montevideo, en 1911, solicitó vivamente que Rodó fuera uno de los comensales, porque quería conocer y cultiva al autor de Ariel, libro cuya lectura produjo en su espíritu, según declara la impresión imborrable de ser uno de los evangelios más acabados del verbo latino…».
Y termina diciendo: «Rodó era por encima de todo pensador, sembrador de ideas, el creador de una filosofía grata, reparadora y serena que queda en las páginas inmortales de sus libros. Son enseñanzas para las generaciones presentes y las del porvenir».
Version Taquigrafica de Parlamento.gub.uy
TE PUEDE INTERESAR