No es la primera vez que surge esta iniciativa en Uruguay, aunque el advenimiento de la pandemia y el planteo de otros proyectos de ley que tocan asuntos vinculados a la biología y los valores vuelven a poner el asunto en el tapete. Se apunta a una comisión formada por 15 miembros honorarios designados por representantes de los tres poderes y el Sistema de Educación, de carácter independiente y pluridisciplinario.
La eutanasia, el embarazo subrogado, la ética ambiental y animal, el uso de los datos personales para aplicar inteligencia artificial, entre otros temas, implican desarrollos científicos que interpelan a las sociedades desde hace décadas, poniendo valores en colisión.
Un gran número de países del mundo vienen creando comisiones o asociaciones para abordar, integralmente, estos asuntos relacionados con la bioética. Desde 1992 existe el Comité Director de Bioética del Consejo Europeo que hunde su antecedente ya desde la década de los ‘80. Sus cometidos, en líneas generales, están vinculados a proteger al ser humano en su dignidad e identidad, garantizado a toda persona, sin discriminación alguna, el respeto a la integridad, los derechos y las libertades con respecto a las aplicaciones de la biología y medicina.
En este período de pandemia, su rol se está viendo muy vinculado a temas de la aplicación de las vacunas contra el covid-19, pero también poseen estudios sobre cuidados paliativos, eutanasia, el rol de las farmacéuticas, la maternidad subrogada, la inteligencia artificial, los datos genéticos, entre otros asuntos.
¿Hasta dónde se determinan los límites u orientaciones de esas aplicaciones? En base a esta pregunta es que se discutirá la creación de una Comisión Nacional de Bioética, proyecto que en diferentes oportunidades se intentó impulsar en Uruguay pero que fue sistemáticamente archivado.
“Reflexión de la sociedad en su conjunto”
Actualmente es Rodrigo Goñi, diputado por el Partido Nacional (PN), quien propone crear esta comisión para abordar dilemas bioéticos. La idea es que los planteos que involucren temáticas vinculadas sean tratados en la comisión antes de ser aprobados como leyes en el parlamento.
Sin embargo, no es la primera vez que se trata de aprobar un proyecto como este en Uruguay. Las etapas iniciales se dieron en 1986, cuando se fundó en la Universidad Católica del Uruguay, el Instituto de Bioética dirigido por el Dr. Omar Franca. En 1991 se instalaron dos comisiones, una gremial en el Sindicato Médico del Uruguay, y una hospitalaria, en el Hospital Pereira Rossell. Al mismo tiempo se pusieron en marcha comités de bioética y ética de investigación a nivel estatal y en centros asistenciales privados.
En el ámbito parlamentario, por su parte, las discusiones se vienen dando desde el año 2000, con impulsos del entonces diputado Jaime Trobo. Posteriormente, los Legisladores del PN Beatriz Argimón, Gustavo Borsari, Julio Cardozo, Jorge Chapper, Francisco Gallinal, Arturo Heber, Luis Alberto Lacalle, Gustavo Penadés, entre otros, presentaron un proyecto conjunto de creación de una Comisión Nacional de Bioética.
En 2003, basado en estos proyectos, se presentó uno nuevo, que fue aprobado ese mismo año en la Cámara de Diputados, pero debido a los tiempos legislativos no fue tratado por el Senado y se archivó. Luego, en 2006 el proyecto se aprueba y pasa al Senado. Ingresó y pasó a la Comisión de Salud Pública de dicha Cámara, sin que se lograra su aprobación.
“Es un tema que viene siendo una necesidad desde hace mucho tiempo, porque los avances científicos y sus aplicaciones tecnológicas, de alguna manera, están impactando cada vez más en lo humano, incluso están incidiendo en los derechos. Las nuevas tecnologías traen consigo un sinfín de elementos positivos, pero también pueden significar la deshumanización en varios aspectos de la vida”, reflexionó Goñi en diálogo con La Mañana.
Aseguró que hay avances que, sin duda, mejoran o intentan mejorar la calidad de vida o superar algunos límites naturales, pero que ponen en juego otros derechos que son fundamentales y hacen a lo humano, por ejemplo, la vida, la dignidad o la libertad. Es por ese que este nuevo proyecto busca abordar temáticas que hace más de una década no estaban sobre la mesa.
En la visión del legislador, el proyecto se basa en dos ideas esenciales. Una es que ante los avances científicos y tecnológicos la sociedad tiene que entender cuándo su aplicación nos mejora y cuando nos deshumaniza. El otro concepto es que el pluralismo moral –aceptar que hay diferentes perspectivas morales– no significa relativismo moral –que no hay mínimos–. “Que haya varias morales no significa que no haya ninguna. De todas esas varias, hay mínimos que todos tenemos que acordar y no traspasar”, resaltó.
“La mejor forma de poder definir hasta dónde aplicar determinadas tecnologías es una cuestión que no puede resolverse sin una reflexión de la sociedad en su conjunto, y tampoco podría resolverse por la vía de los hechos. Estas cosas deben abordarse, pensarse y, democráticamente, decidirse”, apuntó el diputado nacionalista.
Goñi indicó que se trata de temas muy complejos que no toda la ciudadanía los maneja. “Un legislador o gobernante, por ejemplo, tiene más conocimiento para resolver medidas económicas y penales”, aseguró. Pero los asuntos de bioética entrañan un conocimiento científico previo, también una comprensión de los principios de la bioética que, además, han sido acordados por la humanidad desde la declaración de los Derechos Humanos.
Integración y funcionamiento
En el proyecto se plantea que las competencias de esta comisión se detallarán en el marco de los establecido en la Declaración Universal de Bioética y Derechos Humanos de 2005, y en observancia de la Constitución y tratados internacionales. En ese sentido entra en juego elaborar estudios y dictámenes acerca de conflictos éticos vinculados a la salud y la vida. Emitir recomendaciones e identificar desarrollos emergentes y futuros sobre la materia. Al mismo tiempo se establece la promoción de foros de discusión al respecto. Estos asuntos deberán ser publicados en el Diario Oficial, impulsándose la difusión pública.
Se compondrá de manera multidisciplinaria, plural y con equidad de género. Los 15 miembros actuarán de manera personal e independientemente del ejercicio de sus funciones. Estos deberán ser personas con conocimientos sociales y culturales, así como formados en bioética o materias afines. Se integrará por cuatro representantes de la Asamblea General del Poder Legislativo, dos representantes del Poder Ejecutivo, un representante del Poder Judicial, y dos representantes del Sistema Nacional de Educación.
De aprobarse, para la selección se conformará una Comisión Especial de Selección que analizará los perfiles de los candidatos; y será el presidente de la República quien designará formalmente los miembros de la Comisión Nacional de Bioética. Estos, honorarios, durarán tres años en sus funciones y podrán ser reelectos. La Comisión sesionará en la sede del Poder Legislativo debiendo asegurarse por parte de la Asamblea General el presupuesto necesario para su funcionamiento.
Pluralismo moral sí, relativismo no
El diputado Goñi opinó que hay límites que no se deben traspasar ya que deshumanizan a las personas, y eso va contra el concepto del ser humano como parte de la naturaleza. “¿Hasta dónde se podrían permitir determinados dispositivos en nuestro cuerpo? ¿Hasta dónde la aplicación de la inteligencia artificial se corresponde con los principios básicos de derechos humanos que implican libertad?”, se cuestionó el diputado.
Goñi subrayó que es preciso tener claro que una cosa es el pluralismo moral y otra es el relativismo moral, y que el primero no implica al segundo. “Es necesario que haya diversidad de morales y al mismo tiempo que existan mínimos en estas”, indicó. Sostuvo que las sociedades deben consensuar en estos mínimos. “De hecho, las sociedades hemos consensuado universalmente, por ejemplo, en la declaración de los derechos humanos”, ilustró el representante.
El legislador considera que hay un consenso de que la creación de la Comisión es una asignatura pendiente y una necesidad. “Básicamente debemos decidir si todas estas cuestiones las resolvemos con liviandad y ligereza, esto es, sin siquiera entenderlas y mucho menos reflexionarlas; o si creamos este tipo de ámbitos imprescindibles para que, como sociedad, podamos entender estos temas, reflexionarlos y elegirlos o dejarlos”, resumió. Agregó que sin estos espacios es muy difícil poder entender y tomar decisiones acertadas.
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