Usted participó en varias misiones de paz. ¿Cuáles fueron esos destinos?
Es verdad. Participé primero en el año 1992-93 en Camboya donde fui destinado en principio a un lugar entre la selva y los campos de arroz, al que solo se llegaba por helicóptero. Las casas eran solo de madera, caña de bambú y paja. Fui observador militar durante un año. Es un lugar donde se vivía por truque, solo se conseguía arroz, algún pollo seco y ciertas frutas.
Cuando llevábamos un mes y medio en una de las patrullas fuimos emboscados y cuatro personas fuimos secuestrados por el Khmer Rouge [NdeR: Jemeres Rojos, perpetradores del genocidio de más de dos millones de camboyanos] en un área limítrofe con el CPAF que era el ejército del gobierno. Estuvimos tres días. El trato fue firme, pero amigable. Tratamos de negociar con ellos continuamente. Ellos en un momento nos ofrecieron que nos vayamos pero a pie, pero sabiendo que era un área de límite todas las noches se ponían minas antipersonas en los senderos, durante cuarenta kilómetros que nos distanciaban de la aldea.
¿Le contaron cómo se vivió ese episodio desde afuera?
Por suerte y gracias a Dios en ese momento no se conoció el hecho en Uruguay, porque además cierta prensa en nuestro país decía prácticamente que todos los que estábamos allá íbamos a volver en bolsas negras, lo que generaba una alarma en las familias. Cuando volvimos en la aldea todo el mundo nos vivaba y felicitaba porque caer en manos del Khmer Rouge era como morir.
¿Qué otras experiencias acumuló después?
Estuve en Angola entre 1995-96 en una misión bien distinta, aunque también si se quiere peligrosa porque vivía Jonas Savimbi. Me tocó en los primeros seis meses estar en el área de la UNITA que era la guerrilla y los últimos seis en la parte del gobierno. Era un lugar alejado de todo. Me acuerdo que un coronel de la guerrilla me dijo que desde que se habían ido los portugueses no habían visto un blanco. El que oficiaba de intérprete en portugués era yo y aprendí bastante también.
Luego fui a Costa de Marfil en el 2007. Nuevamente como observador militar fui destacado a lo más alejado de la costa en Oddiené. Había un parte que era controlada por musulmanes y otra por católicos. Me tocó el primer tiempo con los musulmanes y también hice de intérprete con mi escaso francés, pero también aprendí. El trabajo era similar, se trataba de recorrer, constatar las violaciones de cese del fuego, ver las necesidades que había en las distintas poblaciones. Seguidamente fui a una ciudad más cerca de la costa donde fui team leader con varias responsabilidades más en cuanto a las relaciones con las ONGs del lugar y autoridades locales.
Habiendo conocido esas realidades, ¿cómo es enfrentar las dificultades que atraviesan los más vulnerables en Uruguay?
Tanto en Montevideo como en la mayoría de los departamentos del país hoy por hoy tenemos la realidad que muchas veces se trata de no mirar que son los asentamientos. Según los datos estadísticos los índices de pobreza han disminuido, pero nosotros vemos que en la capital los asentamientos crecen. Hay algo que no es coherente y obedece a una problemática social y cultural que hay que atender. En esos barrios donde hay también una criminalidad en ascenso sí recuerda a lo que nosotros vimos en las misiones de paz. Era algo desconocido para Uruguay, porque se puede ser muy pobre y muy honesto. El acceso de la droga y del crimen organizando va perturbando esto.
¿En qué se traduce el artiguismo social que plantea Cabildo Abierto?
Cuando fundamos el Movimiento Social Artiguista nos dimos cuenta que, así como nos pasaba a nosotros que no nos sentíamos representados por el espectro político del país, mucha gente se sentía igual. Entonces nace como un movimiento esperanzador para llevar soluciones sociales que la gente realmente necesita. Porque muchas veces se imponen temas que no son los acuciantes para la gente. Nosotros tenemos que interpretar a esa gente que no se siente representada y ser la voz de esa gente. Recorrimos todo el país y distintos barrios de Montevideo. Nuestros 270.000 votantes vienen de todos los partidos y no son en su mayoría del sur de Avenida Italia sino de los barrios más humildes. Creemos que estamos en el camino indicado, en seis o siete meses logramos lo que ningún otro partido en un periodo semejante.
¿En qué momento se conocieron con Guido Manini?
Con Guido nos conocimos en el año 1973, somos compañeros desde el Liceo Militar, luego entramos juntos a la Escuela Militar también. Hicimos toda la carrera juntos. Nos separamos en cuanto a armas porque él es infante y yo soy artillero, por lo cual no coincidimos en las unidades de combate, pero mantuvimos el vínculo y la relación de amistad.
¿Le sorprendió el liderazgo político de Manini que se convirtió en una figura central de la política nacional en tan poco tiempo?
Conozco su inteligencia y su persona de bien, así como su liderazgo dentro del Ejército. No sabía que ese liderazgo se iba traducir en toda la población y en la gente que lo sigue. Cabildo Abierto y Manini hoy son una misma expresión popular. No se concibe hoy a Cabildo Abierto sin Manini.
¿Qué rol está desempeñando Cabildo Abierto en esta coalición?
Siempre tuvimos la disposición de escuchar a todo el mundo, una postura abierta, a pesar de los agravios y de que se magnificaban determinados hechos tratando de estigmatizarnos o separarnos. En la coalición nosotros no ponemos trabas a nada. Somos de hecho el partido más flexible y no tiene problema ni con los candidatos ni con los lemas y por eso se lograron algunas asociaciones en determinados departamentos. Vengan de donde vengan, para nosotros son todos cabildantes, y apostamos a la integración y no a la fragmentación.
Creo que los otros actores políticos se están dando cuenta de eso. Nosotros de ninguna manera decimos con este vamos a hablar y con este otro no. Vamos a hablar con todos, mirando las coincidencias más que las divergencias. Cuando algo sea bueno para el país lo apoyaremos y si no es bueno no lo apoyaremos.
¿Cuáles serán sus prioridades en el Senado?
Todavía en el Senado de Cabildo no hemos dividido las comisiones, lo haremos en los próximos días. En definitiva, relacionado con lo que estamos hablando, queremos atender a los problemas de la gente como son la vivienda, la seguridad, la educación y la salud. Sobre esos ejes principales nos vamos a manejar.
El orgullo de ser padre
Lozano comenzó su formación en la educación pública. Primero en la Escuela República de Panamá de la calle Montecaseros, luego pasó al liceo Dámaso Antonio Larrañaga y al Colegio Palotti. Posteriormente ingresó al Liceo Militar.
Al recibirse de la Escuela Militar fue destinado a la ciudad de Trinidad durante unos años, también en Minas y Montevideo. Se casó en el departamento de Flores. Tiene una hija contadora que es su gran orgullo. “Estoy orgulloso de ella, haberla visto estudiar y ver cómo trabaja. En definitiva es lo que uno quiere para la juventud, que tenga oportunidades de mejorar, profesionalizarse y trabajar”, aseguró. Lozano es viudo desde hace algo más de cinco años.
Vive en Malvín y es hincha de Nacional. “En eso somos distintos con Manini”, bromea. Durante la carrera militar hizo equitación durante mucho tiempo. “En mi tiempo considero que era buen jinete, me gustan mucho los caballos”, señaló. Le gusta el cine y el teatro, sin ser fanático. En algún momento tuvo algunos hobbys de coleccionista como monedas.
Contó que su lugar en Uruguay es Punta Colorada, donde iba de chico. “Ese lugar a mí me gusta, lo veo y cada día me gusta más”, exclamó Lozano.