El director de la consultora Factum, Eduardo Bottinelli, señala que las elecciones del domingo se dan en un marco en el que “no es un momento en que se estén contrastando grandes transformaciones”. En diálogo con La Mañana también explicó qué puede pasar si ninguno de los dos grandes bloques logra la mayoría parlamentaria.
¿Cuál es su evaluación de esta campaña electoral?
En términos generales ha sido una campaña con relativamente poco propositiva. Esto no quiere decir que no haya habido propuestas, pero estas no han sido el centro de la campaña. No se plantean, en términos macro, grandes cambios ni grandes anclas transformadoras. Esto ya sea desde el oficialismo o la oposición. Básicamente, son algunos ajustes, un poco más profundos o un poco menos, pero claramente no se está planteando una transformación de lo existente. No es un momento en que se estén contrastando grandes transformaciones. Claramente, 2004 presentaba un cambio de modelo y la idea de que venía una transformación importante. En 2019 y 2014 también. Hoy lo que aparece es más una discusión en algunas políticas, pero no en cambios de modelo.
Respecto a las comparaciones, ¿en esta elección hay un mayor desinterés por parte de la población?
Se aprecia una menor participación en las movilizaciones y el interés que la gente está prestando la campaña. También en el conocimiento que se tienen de las figuras. Hay algunos políticos relevantes, que son muy, muy pocos conocidos. Esto es porque la gente no está siguiendo directamente la aparición de figuras novedosas.
¿A qué se puede deber este fenómeno?
Ya desde hace un tiempo se observa no un desinterés total en la política, pero sí pequeñas señales de cansancio de la gente con algunas formas de hacer política. Ciertos indicadores muestran que Uruguay sigue siendo en la región, el país con más apoyo a la democracia, pero hay atisbos de desapego, pequeños, pero empieza a haber. El otro tema importante es que hoy no tenemos en la oferta electoral grandes liderazgos en los partidos, con la excepción de Guido Manini en Cabildo Abierto, Pablo Mieres en el Partido Independiente, Gustavo Salle en Identidad Soberana o César Vega en el Peri.
En los partidos que están siendo mayoritarios, tanto en el Frente Amplio como el Partido Nacional o el Partido Colorado, no son sus liderazgos los que están disputando la candidatura presidencial. El FA está generando su transformación y cómo se arma ese liderazgo. En el Partido Nacional, el liderazgo no está en la candidatura, está en el presidente Lacalle Pou. En el caso del Partido Colorado, hay un proceso de disputa de liderazgo y de renovación. Eso también hace que no sean nombres que por sí mismos estén atrayendo al electorado. Por otra parte, no hay una campaña que tenga gran interés, a partir de la inexistencia de modelos que despierten esperanzas fuertes.
También el Frente Amplio va a una elección ya habiendo sido gobierno.
Ese es otro punto importante. Por lo tanto, en el FA toda la esperanza que puede generar es que ya fue gobierno. El otro punto es que el oficialismo realiza una campaña oficialista después de 20 años. Entonces se están dando varios fenómenos simultáneos que lleva a la inexistencia de interés que pueda haber habido en otras instancias.
Vista esta realidad, ¿cómo se llega entonces al domingo y cuál es el resultado que se puede dar?
Hay algo que viene bastante estable, que es el Frente Amplio. Está en un entorno del 44% desde hace tres mediciones, todavía falta la última. También vemos muy estable la suma de los partidos de la coalición, pero eso no significa que sea así hacia adentro de la coalición. En la interna de esta está habiendo un proceso interno en que el electorado va eligiendo opciones en función de circunstancias específicas que se van dando a lo largo de la campaña. La gran incógnita es cómo se distribuyen estos apoyos internamente, por qué ha habido movimientos. Mientras hay un muro medio alto entre los partidos que integran el Frente Amplio, en la coalición esos muros son más bajos y cada vez descienden más a medida que fuimos avanzando en este nuevo régimen electoral.
¿Podría darse la posibilidad que ningún bloque termine teniendo mayorías parlamentarias?
Esa posibilidad se puede dar. Lo que estamos observando es que pequeños cambios cuantitativos pueden producir grandes cambios cualitativos. Es decir, que un partido entre o no al Parlamento (y hay varios que están muy cerca) cambia la distribución en Diputados y eso puede generar un cambio muy grande. Cualquiera de los bloques (Frente Amplio o la coalición) puede quedar en 49 y no llegar a 50 diputados, que es la mayoría. Si ingresa entonces al Parlamento un partido, por fuera del FA o la coalición, puede generar un cambio muy importante desde el punto de vista político. Lo mismo pasa en el Senado, donde puede haber un cambio muy relevante si entra o no el Partido Independiente o Identidad Soberana. Si entra por ejemplo el PI, la coalición se refuerza. Si ingresa Identidad Soberana, se debilitan los dos bloques. Si no entra ninguno de los dos, el Frente Amplio tiene la posibilidad de llegar a los 15 senadores, de manera casi segura. Ahora se observa que ha despertado mucho más interés la importancia del Parlamento, no solamente desde el punto de vista de la composición, sino de la gobernabilidad y efectos electorales para la segunda vuelta.
En referencia a ese punto, ¿cómo puede incidir el llegar a la segunda vuelta la composición del Parlamento?
Sí el Frente Amplio alcanza mayoría parlamentaria, tanto en Diputados como en el Senado, como sucedió en 2014, termina volcando claramente la balanza a favor del FA para la segunda vuelta. Si alcanzan el Senado y no en Diputados, seguramente haya un trabajo de Frente Amplio para posicionar su discurso, ya que el argumento es que tienen la mayoría en el Senado y a partir de algún acuerdo en Diputados, tener mayores posibilidades de gobernar. Del lado de la coalición, también puede presentarse la misma forma, si alcanzan los 50 diputados o los 15 senadores. Todo también depende de cómo lleguen los partidos a la segunda vuelta con relación a las propias internas de ambos grandes bloques, o sea el peso de cada partido.
No es lo mismo como 2019, cuando la coalición se forma con un acto conjunto y una foto medio a fórceps, que solamente se consiguió una vez, lo cual implicaba un esfuerzo muy importante para poder mostrar un bloque sólido. Ahora ya hay una cierta solidez por haber gobernado. El tema es cómo se encara esa recta final. Y si ni el Frente Amplio ni la coalición logran las mayorías parlamentarias, ahí va a ser quien pueda presentarse como mejor opción desde punto de vista electoral y que sea visualizado con capacidad de negociación. Sin embargo, más allá de eso ya sabemos que es probable que haya un trasiego de votos, donde el Frente Amplio vote un poco mejor que lo que votó en primera vuelta. Esto ha sido sistemático en todas las elecciones en que ha habido segunda vuelta. El gran desafío que tiene hoy quien lidere la coalición es cómo compactar aún más la suma de los partidos, para que la fuga de voto sea la menos posible.
¿Y qué panorama se abre si gana la Presidencia uno de los candidatos que no tenga mayoría parlamentaria?
Se abren panoramas interesantes para el sistema político. Ha sucedido en otros momentos, pero ha sido menos visible. Por ejemplo, eso se dio en el primer gobierno del Partido Colorado o el de Lacalle Herrera. No tenían mayorías propias. Lo que pasa es que el sistema era un poco distinto. En 1999, cuando ganó Jorge Batlle, se conformó una coalición de gobierno entre los partidos Nacional y Colorado. Pero en sí, el Partido Colorado no tenía mayoría propia.
En las pasadas elecciones el Partido Nacional no tenía mayoría y conformó una coalición con la cual tuvo mayoría parlamentaria y también una coalición de gobierno, con cargos en el Poder Ejecutivo. Ahora lo que abre es lo siguiente: cómo llegan cada uno de los partidos, cómo se conforma esa coalición y qué posibilidades se abren de negociación con otros partidos que no la conforman. Hay entonces dos posibilidades: dar gobernabilidad o efectuar acuerdos puntuales. Una es un acuerdo tipo coalicionista con algún partido que otorgue sus votos en el Parlamento y quizás participe en el gobierno nacional, y lo otro es ir a acuerdos puntuales, por cada proyecto de ley. Es interesante, ya que va a ser la primera vez que se dará una forma así de gobierno. Esto es desafiante para el sistema político porque es algo a lo que no está acostumbrado. No digo que sea lo más probable, pero es probable que pueda llegar a darse.
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