Proviene de una familia vinculada al rubro hotelero, pero no siguió el mismo camino. Se recibió como escribana y por más de dos décadas trabajó en el Poder Judicial. Tras esa larga experiencia fue designada para presidir la Junta de Transparencia y Ética Pública (Jutep), en representación de Cabildo Abierto (CA), aunque es un cargo técnico y no político. En conversación con La Mañana, la jerarca destacó la importancia del organismo y lamentó que el sistema político no haya otorgado los recursos necesarios para el mejor cumplimiento de su función.
Nació en Montevideo, en Carrasco, y es la mayor de cinco hermanos. Su abuelo hizo el Hotel Bristol, ubicado en la rambla y 6 de abril, pero murió muy joven y su papá quedó a cargo de todo con tan solo 23 años. Ahí se criaron, en una casa lindera al hotel. “Fue una niñez muy linda”, recuerda la entrevistada, quien fue al Colegio Santa Rita y después hizo preparatorios en La Mennais.
Siempre soñó con casarse y tener hijos. “Soy como Susanita, la de Mafalda”, confiesa. Se casó con 22 años y enseguida quedó embarazada. Su hijo mayor es oficial de la Marina, el segundo es contador con un posgrado en Finanzas y tiene dos nenas, y el menor también es contador y máster en Tributos y Contabilidad, y tiene una nena. “Tengo tres nietas, así que me siento realizada, porque después de haber tenido tres varones, me llegaron las moñitas y los vestidos”, cuenta entre risas.
¿Por qué decidió estudiar Notariado?
A la edad en la que uno se tiene que decidir, yo entiendo que es muy pronto. Nos hicieron test vocacional en el colegio, y después hice otro porque yo no sabía muy bien por dónde iba a seguir. A mí me gustaba mucho Medicina, pero tenía miedo de no poder superar el problema del paciente, que me afectara, y hablando con algunas amigas que iban a seguir Derecho, me decidí por eso.
Yo ejercí libremente como 10 años, después entré al Poder Judicial en Treinta y Tres como actuaria adjunta y me desempeñé unos 22 años como actuaria titular. Fui al Juzgado Letrado de Ciudad de la Costa en el 2000, a Penal y Adolescentes Infractores. Creo que tengo un perfil para la parte de investigación, tengo una formación judicial, incluso llegué a ser inspectora de Juzgado Letrado de todo el país –somos siete–.
¿Qué aprendizajes se llevó de esa extensa trayectoria en el Poder Judicial?
Fue mi vida. Tras 12 años pasé a ser full time, por lo cual no podía ejercer libremente, tenía que dedicarme solo al Poder Judicial. La función en sí requiere que sea de tiempo completo. El actuario es el que vigila los procesos, el jefe de personal, el que prepara todo para que el juez pueda expresarse y juzgar. No es un secretario del juez porque tiene una cantidad de otras funciones. Después de que el juez resuelve, el actuario lo tiene que ejecutar, muchas veces personalmente, y hacer cumplir.
Me llevé muchos aprendizajes en cuanto a trabajar con personal, que no es fácil, pero tuve muy buenos funcionarios. Cuando pasé a la inspección ya no tuve más personal a cargo, ahí iba a controlar los juzgados y tribunales de apelaciones a ver si las cosas se estaban haciendo bien. Veía problemas ajenos y les daba una guía. La idea del inspector no es solo ir a marcar lo que está mal, sino también tratar de buscar una solución para corregirlo.
Vivió muchos años en Colonia y Treinta y Tres. ¿Cómo impactó en su vida, en su familia, el haberse asentado tantos años en el interior? ¿Cómo vivenció esos cambios?
La idea con mi esposo siempre fue que la familia estuviera unida. Los chicos hicieron la escuela en tres departamentos, el liceo en dos, pero estábamos todos juntos. A nosotros nos resultó bien. Ellos seguramente lo padecieron un poco. Yo me adapté bastante bien a cada lugar en el cual estábamos. También fui docente. En Colonia empecé a dar clases de Derecho y de inglés en secundaria. En Treinta y Tres iba a Vergara desde la capital y me abrían el liceo para mí, porque tenía que tomar el ómnibus que salía a las seis de la mañana y llegaba antes de la hora de entrada. Fueron muchos sacrificios y hoy lo cuento con orgullo.
¿Qué la hizo volver a Montevideo?
Mis hijos empezaban la facultad, mi esposo estaba trabajando en Montevideo, y en el Poder Judicial me dieron el traslado para ahí y en comisión a Ciudad de la Costa, que era lo que yo quería, que era Penal. Allí teníamos bastante trabajo, con el Código del Proceso Penal viejo, que la parte de instrucción la hacía el juzgado.
Teníamos competencia desde el Arroyo Carrasco hasta el peaje de Solís. Hicimos procedimientos muy grandes de droga en el aeropuerto, de contrabando, accidentes de tránsito, suicidios, muertos sin asistencia. A veces había que levantarse temprano para ir al levantamiento del cadáver, porque en aquella época el actuario acompañaba al juez y al forense. Era bastante duro. También visitábamos las cárceles cada tres o cuatro meses, íbamos a ver a los reclusos a Canelones, donde 450-500 presos estaban a disposición del juzgado.
¿Cómo sobrellevaba los casos de muerte?
Siempre te afecta, ni te cuento cuando son niños o jóvenes. En la playa aparecían cadáveres. En mi caso, me iba acercando de a poco para poder hacer el acta, es bastante delicado.
¿Y en la cárcel cómo era la experiencia?
A la cárcel íbamos con los expedientes estudiados. Ahora los internos están separados, pero a veces los recibíamos en el salón de visitas, entonces había una mesa, dos sillas, para el juez y para mí, y una silla para el recluso, y por lo general la policía quedaba aparte. Nosotros les preguntábamos cómo estaban de salud, cómo los trataban. Una vez me dijeron que fuera a llamar al agente, me asomé a la puerta y no había ninguno, pero nunca nos pasó nada. Al principio íbamos a las barracas, a los módulos, pero después se complicó un poco y ya no se visitaban más.
La sobrecarga de trabajo y la falta de recursos en el Poder Judicial han sido reclamos recurrentes. ¿Usted lo padecía? ¿De qué manera lo manejaba?
Nuestro juzgado era grande, con muchísimo trabajo, antes de la modificación del CPP. Como ahora es un proceso acusatorio y quien hace la investigación es la fiscalía, en ese aspecto el juzgado no está tan sobrecargado. En aquel entonces no había compensación por sábado y domingo ni generabas días de licencia. Yo esperé el Año Nuevo trabajando en el juzgado, junto al juez, al fiscal, la funcionaria que tomaba declaraciones y el indagado. El trabajo era duro, pero estaba bien organizado.
En 2006, justo cuando nos habíamos mudado a un lugar nuevo, nos incendiaron el juzgado. Me quemaron como 100 expedientes, pero como estaban en ejecución los pudimos reconstruir. Nunca encontramos al responsable. Fue espantoso, los bomberos nos cortaron la luz porque había agua por todos lados, nos pasaban un cable del Juzgado Civil, que está al lado, y seguimos trabajando con el sitio todo quemado, lleno de agua y tosiendo.
¿Dónde se imagina después de la Jutep?
En casa, con mis nietitas.
Pero ¿le gustaría seguir en política o no se ve?
No sé. Tendría que pensarlo. Estoy un poco grande.
¿Cómo lleva adelante esta responsabilidad?
La Jutep es un organismo muy importante en cuanto a su función, con una estructura muy pequeña, con muchas carencias, pero cumple sus tareas, gracias a los funcionarios y a las dos técnicas que están en comisión, que pretendemos incorporarlas. Para nosotros es muy poco.
Ahora estamos reorganizando la estructura orgánica porque aquí no hay carrera funcional. En el Presupuesto nos dieron un administrativo, entonces estamos por lanzar el concurso interno para ese cargo, para hacer una pirámide y darles la posibilidad a los funcionarios de tener una carrera, como hay en todos los organismos. Yo siempre estoy pidiendo profesionales.
Este es un servicio descentralizado, lo cual es fundamental para que tenga independencia técnica. Tenemos una función técnica, si bien el directorio es político. Dentro de nuestra competencia, que abarca la ética, la transparencia y la corrupción, hay que actuar de forma objetiva.
¿Cuál es la importancia para el país de tener un órgano como Jutep?
En todo el mundo existe un órgano como Jutep, que incluso tiene rango ministerial. Nosotros trabajamos mucho representando al país ante la ONU y la OEA, donde yo participo como experta, y tengo pares (de otros países) que son ministros contra la corrupción.
La ética en la función pública es la conducta debida del funcionario. Hay académicos que piensan, y yo lo comparto, que la ética no debería regularse, porque la conducta es la debida, es cómo tiene que actuar una persona de bien, pero como hay muchos desvíos, hay que reglarlo. Es así que tenemos el Código de Ética de la función pública, que rige para todos los funcionarios.
La corrupción no está tipificada como delito, pero hay una cantidad de delitos como cohecho, cohecho calificado, conflicto de intereses. La Jutep no juzga porque no somos jueces, pero evalúa si las conductas de los funcionarios públicos se ajustan a la ética y la transparencia.
¿La corrupción debería estar tipificada como delito?
Habría que estudiarlo, en muchos países está, pero nosotros tenemos una cantidad de delitos que son de corrupción.
¿La Jutep tendría que tener rango ministerial por ser el órgano anticorrupción?
Creo que no tendría que ser un ministerio, porque si hablamos de “ministerial”, podríamos decir que depende del Poder Ejecutivo. De esta forma somos más independientes. Pero sí se le tendría que dar importancia por la función que tiene. Después de que se va este directorio viene uno nuevo y no tenemos memoria institucional, no hay un secretario general que permanezca, que conserve esa memoria, es decir, qué se hacía, cómo se hacía, por dónde vamos. La materia es muy específica, el derecho administrativo es fundamental. Es necesario que haya un técnico que perdure más allá de los cambios de directorio.
¿Qué riesgos se corren por la falta de presupuesto y de funcionarios?
Nosotros cumplimos la función, pero yo querría hacerlo mejor, más rápido. Con cada tema nos tomamos el trabajo, consultamos, contratamos asesores externos, nos movemos como gato entre la leña con lo poco que tenemos.
Muchas veces me dicen: “pero los casos no salen a la prensa”. Hay que tener mucho cuidado, no hay que olvidarse de que estamos hablando de personas; hay que estudiar bien su conducta porque queda el nombre picando por ahí para después decir: “no era tan grave”. Por ejemplo, se publica que “fue investigado fulano”, pero luego resultó negativo, y el daño ya lo hiciste.
La Ley de Acceso a la Información Pública existe y se aplica, nosotros contestamos, pero también debemos cumplir con la publicación de cantidad de declaraciones juradas, que antes no se publicaban, y son 460.
El organismo ha venido solicitando más recursos que no les han asignado. ¿Qué reflexión le merece?
Diputados no nos llevó ni un artículo en la Rendición de Cuentas de los cuatro que presentamos. Dos tenían un costo de 500 mil pesos por año, uno para contratar asesores externos y otro para poder dar una compensación, porque la ley nos permite traer funcionarios en comisión, pero no tenemos ningún incentivo económico para darles, como hay en otros organismos. Después, pedimos que nos dejen incorporar a una profesional que está en comisión, y que nos permitan cubrir las vacantes. El Decreto 135 de 2020 redujo la posibilidad de llenar las vacantes, pero tenemos 11 funcionarios, se nos jubiló uno y no lo podemos cubrir.
La voz del país en la parte de corrupción es la Jutep. La corrupción socava las instituciones, que cuando son frágiles, conspiran contra la democracia. Ningún partido político le da la importancia que tiene que tener, porque si no, nos proveerían de recursos humanos, que es lo que precisamos.
Nosotros no tenemos autos, chofer, nada de eso, no lo pretendemos tampoco, pero quiero decir que no tenemos gastos superfluos, todo se usa para trabajar. Hay que darle a la Jutep la trascendencia que tiene, y eso es lo que a mí me desmoraliza. La corrupción es nacional, es transnacional; nosotros estamos bárbaros en materia de transparencia internacional, pero la corrupción existe y cada vez más, en todos los países. Estamos en la lucha.
El año pasado dijo a La Mañana que la certificación en transparencia que proyectaba el directorio “podría mejorar la imagen de Uruguay en el exterior”. Sin embargo, el Parlamento no otorgó los fondos para ello. ¿Ya no es viable su concreción?
Por ahora, desgraciadamente, no.
¿Por qué se tomó la decisión de dejar de actuar de oficio ante casos que sean informados por la prensa? ¿Responde a la falta de recursos?
En principio, no actuamos de oficio, pero si hay una situación flagrante de falta de ética o transparencia –presumiblemente– que podría ser un acto de corrupción, y lo evaluamos en el directorio y amerita, lo vamos a hacer.
¿En qué casos está enfocada la Jutep en este momento?
Estamos trabajando en muchos casos, denuncias en el interior, en alcaldías, en algunas intendencias, una partida que se votaron los ediles (en Maldonado). Tenemos los dos casos de Cardoso: las llamadas con el comisario y las compras del Ministerio de Turismo. La pandemia ha perjudicado, en muchos casos estamos esperando que nos manden información. Estamos trabajando en la auditoría del Antel Arena, en la de Gas Sayago, en el caso Andrade, en el caso de los viajes de Toma, quien vino personalmente a traernos una documentación que tenía en sus manos. Todo está en investigación y lleva su tiempo.
Las denuncias anónimas
A través del portal de la Jutep, cualquier persona puede realizar una denuncia nominada o anónima. Si bien es una herramienta “fantástica” para el ciudadano, Signorino explicó que con la emergencia sanitaria recibieron cientos de denuncias por la violación de protocolos, lo cual no es de su competencia. Esos casos son derivados al organismo que corresponda.
Además, opinó que la denuncia anónima tiene sus pros y sus contras. Por un lado, desde la institución deben confirmar que los datos aportados sean ciertos, sumado a que “detrás del anonimato, cualquier persona puede decir cualquier cosa de otro”.
Sin embargo, por otro lado, “bien usado es un instrumento muy importante”, dado que, si alguien detecta un hecho presuntamente corrupto o de falta de ética o transparencia de un compañero de trabajo o de un superior, el anonimato “es fundamental para que uno esté tranquilo de que no va a haber represalias”, dijo. De todas maneras, lamentó que a veces la gente no lo use con seriedad.
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