Su nombre suena como un posible candidato por el Partido Colorado para las próximas elecciones, pero, por ahora se mantiene firme en la postura de que está dedicado a sus compromisos profesionales. Igualmente, no descarta nada a futuro y confiesa que tiene un gusto personal por la actividad política, tras haber participado como técnico en dos campañas electorales. En diálogo con La Mañana, el economista habló sobre su último libro y explicó cuáles son las reformas que necesita el Uruguay para garantizar su desarrollo.
Recientemente publicó su último libro, “La construcción de la esperanza. Reflexiones sobre las fortalezas y mejoras para el Uruguay del futuro”. ¿Cuál fue el objetivo?
El libro es una recopilación de 20 años de trabajo en análisis de políticas públicas. Son estudios en diversos lugares y distintos momentos de mi carrera, que siempre tuvo un hilo conductor que fueron las políticas públicas con enfoque en Uruguay. Por eso el libro recoge amplios temas: sociales, económicos, la inserción internacional, las empresas públicas, sectores productivos no tan tradicionales como el fútbol, los desafíos que tiene el país por delante. Es muy amplio porque es una acumulación de muchos años de trabajo. Hay un capítulo entero de políticas de seguridad ciudadana. El libro se basa en estudios que publiqué en revistas científicas de Alemania, Estados Unidos, Inglaterra, Suiza, Suecia, España. Son todos documentos presentados en inglés, o sea, tuve que reescribirlos en español y de una forma más simple porque los originales están dirigidos a un público científico, y poner los principales resultados.
¿A qué responde el título?
“La construcción de la esperanza” responde a que yo estoy convencido de que Uruguay tiene un futuro promisorio lleno de oportunidades, pero que hay que hacer cosas para eso, y ese futuro uno lo ve más fácilmente cuando sale del país. En los últimos años me ha tocado ir a varios eventos empresariales, académicos, donde circula el tema de geopolítica global, economía e inversiones, y cuando decís que venís de Uruguay siempre te miran con buenos ojos, es un ejemplo a nivel mundial. Entonces, uno llega acá y se encuentra que hay muchas cosas para hacer, para poder aprovechar ese interés global que hay por el país, no solo de inversores que quieren venir al país a invertir y después se concreta solo una parte –otros no se terminan de concretar por problemas internos nuestros–, sino de gente a la que le gustaría venirse a vivir.
El país necesita tener más población, tenemos necesidades para crecer, de atraer gente inmigrante como lo hicimos en el pasado, de todos los oficios, de todas las profesiones, pero con ganas de trabajar, de esforzarse para reimpulsar el crecimiento del país. La esperanza se basa en un ideal de que exista este Uruguay desarrollado, de primer mundo, y en una realidad, que es la base sólida institucional que tenemos, que es muy respetada en el mundo. Tenemos una tradición de respeto de los compromisos, pero también elevadas ineficiencias para corregir.
¿Por ejemplo?
Es un país caro, es caro producir, no solo por un tema de escala, sino porque son caros los servicios públicos, el transporte, el puerto, todo lo que se necesita para poder producir y exportar. Ahí hay una agenda importante, o sea, la esperanza es este país que uno puede imaginarse que podemos lograr, pero se tiene que construir en base a investigación, a dejar de lado prejuicios, confrontaciones, y ser conscientes de que hay problemas que resolver.
¿Cuáles serían principalmente esos problemas a resolver?
Hay uno central que está presente en muchas partes del libro, que es el trabajo, es decir, los desafíos que se generan para el futuro del trabajo, tanto de las personas jóvenes que están iniciando su carrera o empezando a estudiar, como de las que están a mitad de su vida y tienen que reinventarse laboralmente y muchas veces no pueden. Ahí entra el Estado, las políticas sociales, más allá de la educación, que es clave. También está la recapacitación, el apoyo en programas sociales que tienen que estructurarse. Ahí es donde entra la propuesta de una renta esencial para que la recapacitación se haga realidad y sea en serio.
¿Cuáles son las claves para el desarrollo económico del país y qué importancia tiene en ese sentido la apertura comercial?
Yo le llamo la madre de todas las reformas porque obliga a tener que hacer reformas que están pendientes, pero que cuestan porque hay un statu quo, hay intereses creados, hay grupos particulares que se benefician por la situación actual. Hasta que uno no se abre a competir, no siente el rigor de la competencia y las reformas no se procesan. Ahí muestro evidencia internacional de los países que han avanzado en el mundo: todos lo han hecho abriéndose, generando más competencia. Hay un mito de pensar que hay que prepararse primero, generar las transformaciones productivas internas, hacer productos con mayor valor agregado, sofisticar el paquete productivo que no sea primario, para recién después abrir la economía, pero eso no se cumple en la realidad, o sea, si uno no empieza a competir, esa preparación nunca pasa. Por eso, la madre de todas las reformas para mí es la apertura, que trae competencia con el resto del mundo.
¿A qué atribuye las pocas concreciones de este gobierno en la materia?
Yo comparto totalmente la visión del gobierno de la importancia de la apertura. Es cierto que el acelerador se podría apretar más a fondo, obviamente, condicionado al Mercosur. La estrategia del gobierno fue querer hacer algunos acuerdos que sabemos que el Mercosur no los lleva. Tal vez se podría al mismo tiempo avanzar con mucha más velocidad en mercados o sectores dentro de países específicos en los cuales no hay que pedirle permiso al Mercosur porque no violenta ninguna norma del bloque.
¿Qué países cree que deberían considerarse?
Por ejemplo, en el mercado árabe hay una demanda gigantesca de productos uruguayos, pero faltan las relaciones comerciales, falta tener un fluido intercambio. Ahí se podría haber hecho mucho más si se hubieran puesto todas las baterías que hay que poner para que el mercado se desarrolle. También, con Estados Unidos estamos convencidos de que se pueden tener muchos más frentes de intercambio comercial sin tener que hablar de un Tratado de Libre Comercio. Uruguay tiene una oportunidad de alinearse con estos mercados que son gigantescos, porque el potencial de exportar servicios tecnológicos, informáticos, profesionales, es infinito para nuestro país. Y hay que pensar que eso son exportaciones, no es solo soja, no es solo carne; el paquete exportador se ha diversificado en el Uruguay y hay muchas oportunidades. Y después, hay que esperar que el acuerdo con la Unión Europea, que es muy bueno para el Uruguay, se termine de concretar este año.
Se ha hablado de su posible candidatura e incluso ha sido mencionado en las encuestas. ¿Qué piensa al respecto?
Ser mencionado por el sistema político es un orgullo, porque lo respeto mucho. Yo tengo tradición familiar política, mi bisabuelo era el hermano del expresidente Baltasar Brum, y él estuvo presente siempre en mi casa. Pero, de ahí a tomar una decisión de un cambio profesional, con todo lo que implica, hay un trayecto largo. Yo hoy tengo un compromiso profesional profundo para cumplir con determinadas tareas tanto en Uruguay como en el exterior. No hay nada concreto, sí hay un gusto personal por el compromiso y la actividad, y un conocimiento de haber estado en dos campañas electorales participando como técnico.
En una reciente entrevista con Montevideo Portal, dijo: “Tengo vocación por la política, la tengo en el ADN. No descarto nada futuro”. ¿Eso lo mantiene?
Sí, porque el futuro es incierto, depende de factores que uno maneja y otros que no, y yo soy una persona abierta en todo sentido.
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