Goinheix es sociólogo y doctor en Ciencias Sociales, mientras que Rodríguez Miranda es economista y doctor en Integración y Desarrollo Económico. Ambos se desempeñan como docentes e investigadores del Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de la República. En una entrevista que brindaron a La Mañana, explicaron la relevancia de estudiar el desarrollo económico a nivel regional y respondieron qué debería hacer el gobierno ante la dependencia cambiaria del litoral.
¿Por qué es tan importante estudiar el desarrollo económico a nivel regional?
Sebastián Goinheix (SG): El nivel de desarrollo de los países no es homogéneo, existen diferencias muy importantes entre las personas, siendo que muchas de estas diferencias tienen una expresión territorial ya sea a nivel de barrios, ciudades o regiones. En el caso de Uruguay, un candidato natural para explorar diferencias territoriales es el nivel departamental. En primer lugar, porque las divisiones político-administrativas configuran importantes marcos para la actividad social, productiva, institucional y normativa; en segundo lugar, debido a la estabilidad de los 19 departamentos, prácticamente incambiados desde 1885; y, en tercer lugar, debido a las fuentes de datos, tanto de los gobiernos subnacionales como de los organismos que producen información nacional atendiendo a las divisiones administrativas.
Las diferencias regionales se han estudiado desde sus aspectos sociales y económicos, estudios de especializaciones productivas, competitividad, el desarrollo regional o incluso la perspectiva de la evolución de los subsistemas urbanos nacionales. Todos estos trabajos, desde diferentes perspectivas, identifican trayectorias particulares de algunos departamentos, así como una tendencia general de la región del norte y noreste a mostrar un rezago estructural frente al sur y suroeste del país.
A pesar de constituir una dimensión de enorme importancia, llama la atención la carencia de información sobre cuál ha sido el desempeño departamental en términos económicos. En Uruguay no se cuenta con estimaciones del PIB desagregadas territorialmente para extensos períodos, por lo que la aproximación a una interpretación que vincule la dinámica del PIB nacional con lo territorial pasa por otras variables, como el empleo o indicadores sociales. De este modo, el país carece de un insumo fundamental para las políticas, la planificación del desarrollo, las decisiones de inversión y localización de las empresas, el estímulo de sectores estratégicos, las políticas educativas y los esfuerzos de innovación, por mencionar algunos.
Además, las regiones no solo se diferencian en sus logros de crecimiento, desarrollo, educación, sino también en las trayectorias que recorren en estas dimensiones, de modo que dos departamentos con similares logros económicos en ciertos períodos, pueden presentar trayectorias incluso opuestas de mejora y caída en sus posiciones relativas respecto a niveles de logros.
Ustedes publicaron recientemente un importante trabajo recopilando datos entre 1981 y 2008. ¿Cuáles fueron sus principales observaciones y conclusiones?
SG: Lo primero es que utilizamos diversas metodologías para la estimación del Valor Bruto de Producción (VAB como aproximación del PIB) sectorial departamental: desde estimaciones directas basadas en información de censos en aquellos sectores de los que se dispone de información, hasta estimaciones indirectas a partir de valores conocidos del PIB sectorial a nivel nacional, que son luego distribuidos a nivel regional a partir de información relevante de la actividad productiva: empleo, cantidad de empresas del sector, área cultivada.
Las estimaciones realizadas son comparadas con los datos del PIB departamental que calculó la OPP para 2008-2012 en el marco de un convenio con el BCU y el INE –lamentablemente, discontinuado, lo que consideramos un grave error–. Es decir que nuestras estimaciones históricas empalman de forma adecuada con esa serie calculada por los organismos oficiales a partir de 2008.
Así, el trabajo permite comenzar a analizar la historia del desarrollo económico en Uruguay desde una perspectiva territorial, evidenciando que tanto la evolución del VAB departamental total como del VAB per cápita, describen distintas historias del desarrollo económico. El estudio muestra que existen diferencias en las realidades regionales de Uruguay y sus trayectorias, con regiones marcadas por el crecimiento económico, otras por declives sostenidos y otras por condiciones estructurales de rezago. Estas conclusiones son consistentes con otros trabajos basados en datos sociales, productivos, de desarrollo, por ejemplo, en la identificación de un mayor rezago del norte y noreste frente a los departamentos del sur y suroeste, o la existencia de trayectorias que refuerzan este patrón y de trayectorias de recuperación de niveles de bienestar y productivos.
Adrián Rodríguez Miranda (ARM): A su vez, hay que mencionar otro estudio que realizamos con el profesor Henry Willebald, que terminó en una publicación internacional sobre el desarrollo económico regional histórico en América Latina, donde estudiamos y estimamos PIB departamentales para Uruguay, en determinados años, de 1870 hasta los 2000 (Patterns of Regional Income Distribution in Uruguay (1872–2012): A Story of Agglomeration, Natural Resources and Public Policies – https://link.springer.com/chapter/10.1007/978-3-030-47553-6_11). El desarrollo es un proceso histórico y una construcción social, por eso la mirada de largo plazo es útil para entender lo que pasa hoy.
El período de análisis cubre la época en la que se implementó el Plan Norione. ¿Tuvo este plan algún impacto significativo para el desarrollo del norte?
ARM: El Plan Norione pretendía ser un plan regional para el área del norte del Río Negro (Artigas, Salto, Paysandú, Río Negro, Tacuarembó y Rivera), que fue generado durante la dictadura. Por lo que podemos saber, no logró plasmarse en un programa regional y tuvo escasos logros de impacto en términos de cambiar el rezago relativo de la región. Funcionó como una estructura de apoyo a la región, pero sin constituir realmente un plan regional integral con metas y proyectos concretos a desarrollar en esa escala. Se pueden rastrear iniciativas para promover el desarrollo del turismo termal, obras de infraestructura –como el puente sobre el río Tacuarembó– y el impulso al desarrollo del cultivo del arroz en el norte.
A la luz de su especialidad y conocimiento, ¿se podría hacer algo más para reducir la dependencia cambiaria de la región litoral norte de nuestro país?
ARM: Este es un tema muy complejo que requiere primero reconocer la especificidad de las regiones de frontera, si no partimos por ahí, no puede haber soluciones de largo plazo. El gobierno anunció que formularía un plan nacional de frontera, recabó mucha información y quienes se encargaron de ello deben tener un diagnóstico, pero el plan no se ha vuelto a mencionar. No se trata de responder reactivamente cuando el tipo de cambio sube o baja, o según lo que pase en Argentina y Brasil, sino de considerar al territorio como dimensión fundamental para el desarrollo económico y social, y pensar en clave regional a largo plazo.
¿Qué debería estar haciendo el Estado que hoy no hace, en vuestra opinión, para facilitar un desarrollo territorial más equilibrado?
ARM: Siguiendo con lo anterior, se deben reconocer las especificidades territoriales, que determinan que cada lugar tenga distintos recursos, capacidades humanas, culturales, sociales y, por lo tanto, diferentes oportunidades y desafíos. Hay que salir de las medidas paliativas, reaccionando cuando cierra una fábrica importante en una ciudad o en la frontera uno de los países vecinos desbarranca. En primer lugar, la escala regional es fundamental para Uruguay y no la aprovechamos, miramos departamentos, queremos poner un puerto y un aeropuerto en cada capital departamental, pero, desde el punto de vista de las potencialidades de desarrollo económico, ¿tiene sentido mirar Rivera sin Tacuarembó o Paysandú sin Salto o Río Negro? Segundo, el desarrollo depende de la construcción de capacidades; como decía Sergio Boisier, es una emergencia sistémica. Cuando se cultivan capacidades, formación de las personas, capacidad de organización en colectivos y de cooperar, capacidad de ponerse de acuerdo entre diferentes, y a eso se le suma inversión, infraestructura y trabajo en redes, entonces, aparece un sistema complejo de relaciones y recursos, y de esa sinergia surge el desarrollo. Con acciones aisladas es muy difícil.
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