El tipo de cambio continúa en un camino descendente y no hay razones para pensar que hacia adelante habrá alguna variación, según explicó a La Mañana el economista Gustavo Licandro. Además, subrayó que la causa principal es fiscal y se espera todavía un mayor incremento del gasto público, lo que derivará en una creciente pérdida de competitividad. “Hay que aprender que cuando el producto bruto crece y la recaudación mejora, es el momento de ahorrar, no de gastar más”, opinó el experto.
El Banco Central (BCU) reconoce en el último informe de política monetaria la sobrevaluación del tipo de cambio y eso pasó desapercibido. ¿Es así?
Tal cual. En ese informe que se presenta periódicamente al Directorio del BCU se reconoce el rezago de la cotización del dólar que, tomando los momentos comparados, les da en el orden del 20% y, si corregimos los momentos de comparación, podemos estimar un atraso en el eje del 25%. Hoy es un poco más, ya que incluso con inflación contenida el tipo de cambio nominal continuó el camino descendente.
Usted declaró tiempo atrás en La Mañana que “tenemos un tipo de cambio atrasado no menos del 25% y en trayectoria ascendente”. ¿Mantiene ese concepto?
Sin dudarlo. Porque las causas del problema siguen inalteradas y se profundizan día a día. Cuando todos opinamos sobre la política de tasas de interés aplicada por el BCU en las Letras de Regulación Monetaria (LRM), nos referimos a la manifestación del problema, no a las causas. La causa principal y de fondo es fiscal, es el déficit fiscal y su financiamiento con deuda pública que provoca un exceso de oferta de dólares en el mercado. Luego el BCU intenta retirar pesos del mercado subiendo tasas de las LRM y termina induciendo más ingreso y oferta de dólares. Es como tirar nafta al fuego. Pero la causa principal debe buscarse en la política fiscal. Y el resultado fiscal empeorará porque se observa menor crecimiento económico y recaudación, el gobierno se ha comprometido a incrementar sueldos públicos y la inversión pública está aumentando de cara al período electoral. Así que todo está dado para un inexorable incremento del endeudamiento público.
Pero el BCU bajó las tasas de las LRM…
Cierto. Pero la inflación ha bajado en una magnitud mayor a la baja de las tasas. No se acompañó la baja de la inflación, por lo que, en términos reales, equivale a un aumento de las mismas. Es contraintuitivo, pero así son las cosas. En el mismo sentido de lo anterior juega la política de desdolarización iniciada en período del Frente Amplio y continuada casi sin alteraciones por la actual administración. Incrementar artificialmente la demanda de pesos induce al rezago del tipo de cambio, al tiempo que provoca un incremento del gasto público por los premios que se deben pagar para estimular a la sociedad a mantener mayores saldos de moneda nacional en su portafolio de activos. Pero es una estrategia absolutamente voluntarista que refleja una increíble irresponsabilidad en el manejo de fondos públicos. Dura mientras dura el estímulo y es como endeudarse para mantener las apariencias.
La inflación está bajando. Finalmente se ubicó dentro del rango meta. ¿Cuáles fueron las causas de ese mejor comportamiento inflacionario?
Luego de un 2022 con presiones inflacionarias en todo el mundo por el conflicto bélico, el exceso de liquidez mundial y una recuperación del consumo en China, que incomodaron los precios en Uruguay, vemos un 2023 en el que todas las señales desde el resto del mundo son consistentes para lograr una menor inflación acá. Estados Unidos, Europa y China muestran sus economías ralentizadas y con menores presiones inflacionarias, lo que ayuda bastante para un mejor desempeño del IPC este año.
En segundo lugar, actuando en el mismo sentido sobre los precios de bienes transables de la economía, está el atraso cambiario. Los precios internacionales frenados y el dólar a la baja provocan una deflación de esos precios en el IPC.
Pero no todo jugó a favor. La política salarial presiona al alza y marca un piso en el mediano plazo. La indexación a la inflación pasada que está inexorablemente ligada a las cláusulas gatillo y a incrementos puntuales definidos por el escalón pendiente respecto a 2019, impactan en los precios de los no transables como salud, enseñanza, transporte colectivo, restoranes y tantos otros servicios que demandamos cada día.
En resumen, las cosas están dadas para un 2023 con una inflación contenida, pero con un tipo de cambio muy por debajo de la inflación.
Y, a futuro, ¿qué perspectivas tiene?
Partiendo de la base de que la coyuntura externa se mantiene incambiada y no genera shocks significativos, creo que el 2024 mostrará una inflación razonablemente baja. La restricción la pone el propio gobierno con las pautas salariales que reflejan indexación y algo de recuperación que marcará un piso al comportamiento del IPC, que no dejará mucho espacio para un aumento del tipo de cambio si persisten con el objetivo de mantener la inflación dentro del rango meta. Si el incremento total de salarios nominales es del orden del 5 o 6% anual, ello marca un piso de inflación cercano al 4% anual, con lo que quedará poco margen para el aumento del tipo de cambio. Recordemos que la inflación internacional proyectada está todavía en el eje del 3 al 4% y solo eso agrega un punto más de incremento al IPC. Y ya estamos casi en el techo del rango meta.
Cuando no están todas las políticas alineadas, el mix puede generar algunos ruidos. En este caso se reflejará en una pérdida de competitividad creciente y eso lleva necesariamente a una preocupación por el nivel de empleo. ¿Ese problema es inminente? Creo que no. Hay ingreso de capitales, el sector público se sigue endeudando, el consumo crece y eso, por ahora, mantiene tonificada la demanda de trabajo en actividades intensivas en mano de obra. Así que debemos esperar un futuro cercano complejo para los exportadores, pero sin ningún estímulo para que los gobernantes rectifiquen el rumbo en el corto plazo.
¿Cómo se sale de la situación actual? ¿Cómo se vuelve a la competitividad?
En el corto plazo no veo que las perspectivas cambien significativamente. Para que eso suceda, la política fiscal debería modificarse, atacando las causas principales del atraso cambiario: sueldos públicos, cantidad de funcionarios, cantidad de oficinas y ministerios para empezar a hablar. La agenda muestra otro rumbo. Basta analizar la Rendición de Cuentas. El Poder Ejecutivo envía un proyecto con incremento de gasto público. Luego, en el Parlamento, acuerdan trasposiciones de rubros para atender situaciones puntuales. En realidad, si están aprobando pasar una partida presupuestal desde una dependencia pública que no la gastó efectivamente en el año anterior, hacia una dependencia que sí la va a gastar en 2024, entonces están aprobando aumentos de gastos que, en los papeles, parecen ser inofensivos y tener financiamiento, pero en realidad es un aumento liso y llano de gasto público ya que ahora se gastará lo que antes no era ejecutado. Seguramente los habrá de ambos tipos, pero todo va caminando hacia un incremento del gasto público.
Aunque suene raro, al Uruguay le conviene que no se apruebe esta Ley de Rendición de Cuentas, y ninguna que incremente gastos luego de la Ley de Presupuesto. Todo seguiría con las normas vigentes y se evitaría este daño que terminarán soportando los privados, con más impuestos presentes o futuros y con más rezago del tipo de cambio. No hay ningún efecto negativo en no aprobar este proyecto y sería una buena señal de austeridad, un alivio para la sociedad.
Entonces, ¿no ve una mejoría en la competitividad de la economía en el corto plazo?
Por lo que vemos y escuchamos, no. Para eso hay que bajar el gasto, flexibilizar el mercado laboral y aprender que cuando el producto bruto crece y la recaudación mejora, es el momento de ahorrar, no de gastar más. Veremos qué sucede con la próxima administración. Y esperemos que una coyuntura internacional adversa no precipite una apreciación violenta del tipo de cambio que, como ya comenté, no veo en el horizonte de corto plazo.
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